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Djokovic respira por fin

El serbio celebra su primer título de 2014 al remontar a Federer, que le rompió la primera vez que sirvió por el duelo

Juan José Mateo
Djokovic, durante el partido con Federer.
Djokovic, durante el partido con Federer. Mark J. Terrill (AP)

Novak Djokovic logró su primer título de 2014 remontando 6-3, 3-6 y 7-6 la final del Masters 1000 de Indian Wells ante Roger Federer. Fue un triunfo desde la fe y una derrota desde la inconsistencia. El serbio no tembló ante el arranque huracanado del suizo, que le había ganado el último precedente. Su victoria graduó el momento de los dos rivales: Federer es hoy un tenista de picos y valles, extremo en lo bueno y en lo malo, que borra a los contrarios de la pista tan pronto como les extiende alfombra roja para el retorno; y Djokovic, más fiable, todavía busca la brújula que le guió en los mejores momentos. La combinación dejó un partido picante, en el que el campeón de 17 grandes llegó a romper el saque del de seis cuando este sirvió por el partido por primera vez (6-3, 3-6 y 5-5), para luego protagonizar un desempate para el olvido.

Apoyado en el primer saque, el suizo salió jugando a toda mecha. Fue un aventurero que enarboló la bandera del ataque, y, libre de las cadenas con las que le ató la espalda en 2013, se dedicó a jugar a una velocidad que parecía olvidada. No solo al ojo llega un tenista distinto. Hasta el oído también se acercan sonidos diferentes, suena distinta su pelota, el producto de la nueva raqueta que empuña, que le ha permitido tapar algunos de los agujeros que tenía su juego. Como admitió el propio Nole tras el encuentro que perdió con el campeón de 17 grandes en Dubái, el revés paralelo de Federer ha recuperado filo. Eso le permite cerrar las jugadas y acortar el repetitivo intercambio con el que quieren someterle todos sus rivales: bola contra su revés, y bola contra su revés… y por si no se lo esperaba, otra bola contra su revés.

Precisamente ese tiro, el revés paralelo, parece desaparecido del arsenal de Nole. Pocas facetas de su juego sirven de mejor termómetro para medir la confianza del serbio. Pocas fotografían mejor que su propuesta se ha ensuciado, que ha perdido claridad y limpieza de ejecución. Djokovic es menos Djokovic sin revés paralelo. Djokovic es menos Djokovic con las dudas que está demostrando al saque (dos veces sirvió por la victoria ante Isner en semifinales, las dos veces lo perdió, igual que le pasó una vez con Federer). Djokovic es menos Djokovic sin dureza mental (su volea en punto de partido en contra en el Abierto de Australia pasará al museo de los horrores). Y como Djokovic ya no es el Djokovic de 2011, tuvo que venir Federer con sus errores para abrirle la puerta de la vuelta al partido.

En la victoria del serbio también influyó mucho su capacidad para recuperar uno de los valores innegociables de los que le llevaron a la cima. Principalmente, esperó con valentía a que escampara la tormenta. Al contrario que en Dubái, donde no se arremangó cuando el partido le exigió sufrimiento, se agarró a la pista. Visto que su raqueta no estaba para brillos, en California apostó por la consistencia, por obligar una y otra vez a Federer a pegar otra pelota. Así encontró el ritmo que le había quitado el suizo con su arranque vertiginoso. Creció levantando un muro de defensas. Neutralizados los ataques contrarios, pudo tomar la iniciativa. Y así, poco a poco, se reencontró consigo mismo para alzar su primer título de 2014.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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