_
_
_
_
_

El Celta otea la salvación

Un discutido penalti en el tramo final del partido, transformado por Nolito, rompe la racha victoriosa del Sevilla

Nolito celebra el gol de la victoria con sus compañeros.
Nolito celebra el gol de la victoria con sus compañeros.M. RIOPA (AFP)

Un penalti llegado de la nada cuando el partido moría hacia el empate puso el colofón a la victoriosa racha del Sevilla, derrotado después de seis triunfos consecutivos y su epopeya continental; una decisión arbitral sobre la que cabe el reparo que genera la interpretación allana el camino del Celta hacia la permanencia, esforzado para sacar adelante un partido de los que dejan huella por todo lo que supone ganar cuando la lucidez futbolística no acompaña, pero sí el pundonor, la casta o el coraje para imponerse en una liza que comenzó aletargada, carente de chicha, en la que hubo que esperar más de media hora para que los porteros tuvieran que estirarse.

Porque el Celta emerge, pero de alguna manera se ha apagado justo cuando parecía más encendido, tras aquella seguidilla de partidos que supusieron sendas victorias en Granada y Villarreal o un empate en Balaídos ante el Athletic después de un fenomenal despliegue. Da la sensación de que, de pronto, el equipo se ha parado en aquello que mostraba como fortaleza: la capacidad para generar fútbol de ataque entre medio campo y el área rival. Es un Celta reconocible, pero por el camino se ha dejado la profundidad y ahonda en la planicie.

CELTA, 1; SEVILLA, 0

Celta: Yoel; Hugo Mallo, Íñigo López, Fontás, Jonny; Krohn-Dehli; Augusto, Rafinha (Aurtenetxe, m. 79), Álex López (Orellana, m. 49), Nolito; y Charles (Bermejo, m. 72). No utilizados: Sergio, Borja Oubiña, David Costas y Santi Mina.

Sevilla: Javi Varas; Coke, Fazio, Pareja, Navarro; Iborra, Rakitic; Trochowski (Jairo, m. 72), Gameiro (Alberto Moreno, m. 83), Vitolo (Reyes, m. 72); y Bacca. No utilizados: Rico, Cicinho, Mbia y Marin.

Gol: 1-0. M. 86. Nolito, de penalti.

Árbitro: Martínez Munuera. Amonestó a Fontás, Gameiro, Fazio, Iborra y Jairo.

Balaídos. 19.366 espectadores.

Lejos de su mejor versión, el equipo de Luis Enrique tuvo aliento para tapar sus debilidades e imponerse, seguramente en una relación más próxima con el orgullo que con el manejo de la pelota. Subió varios grados la intensidad y abrió un partido languideciente. El plan del Sevilla apenas varió. Estuvo primero al filo de la derrota con un zapatazo de Orellana que se estrelló con estrépito en el larguero y la zozobra le invitó a taparse cuando apuntaba a destape. No hubo tal. El partido estaba sujeto por las riendas de la precaución y el tacticismo (presión y posesión local contra defensa y velocidad visitante), los dos últimos cambios de ambos técnicos sirvieron para retirar del campo a sendos hombres de ataque, Rafinha y Gameiro, por dos defensores. Pero faltaba un último golpe de teatro a cuatro minutos de que se corriese el telón, un aparentemente inocuo saque de banda ante el que porfiaron Bermejo y Fazio en el pico del área. El central argentino salió trastabillado, abrió el brazo y golpeó levemente la pelota con él. El árbitro entendió que lo hizo de manera intencionada y ahí se acabaron las tácticas. Nolito marcó y el Sevilla se desató para dejar las cosas como estaban en el esprint final. Pero Yoel se hizo fuerte en la meta local ante el ulterior intento de Bacca.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_