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El Madrid pasa de lo vulgar a lo exquisito

Un tanto de Illarra activa al conjunto de Ancelotti y les mantiene vivos en la lucha por el campeonato

Bale remata ante Zurutuza y Carlos Martínez.
Bale remata ante Zurutuza y Carlos Martínez. J. M. S. Arce (Getty Images)

Hay un territorio inhóspito en el que los equipos con máximas aspiraciones se mueven como sardinas en el campo. Es el territorio de la vulgaridad, el que convierte a los futbolistas en seres anónimos que deambulan por la cancha como autobuses un lunes por la mañana, con el conductor somnoliento y los viajeros durmientes. Ese era el territorio del Real Madrid, jugando al trote de Xabi Alonso y dejando a Modric que diseñara, pintase, limpiase y firmase todo el cuadro ofensivo. Un territorio de la vulgaridad que le ofrecía a la Real Sociedad las mejores condiciones para pintar su casa a su gusto. Con Canales de falso nueve y con Vela y Griezmann de cuchillos ansiosos por cortar mantequilla, se antojaban dos miradas muy distintas del partido. Al Madrid se le veía el entrecejo, que es señal de una mirada torva, y a la Real se le notaba la alegría en la cara de quien mira distinguiendo el mar del horizonte. Al término del partido la mirada del Madrid era limpia y la de la Real oscura como una noche de invierno. Entre medio, cuatro goles que sacaron a uno de la vulgaridad y metieron a otro en el túnel del tiempo.

REAL SOCIEDAD, 0; REAL MADRID, 4

Real Sociedad: Bravo; Carlos Martínez, Mikel González (Rubén Pardo, m. 74), Iñigo Martínez, José Ángel (Ansotegi, m. 17); Zurutuza (Agirretxe, m. 62), Markel Bergara, Elustondo, Canales; Vela y Griezmann. No utilizados: Zubikarai; Ros, Castro y Seferovic.

Real Madrid: Diego López; Carvajal, Pepe, Sergio Ramos, Nacho; Modric, Xabi Alonso (Casemiro, m. 87), Illarramendi; Bale (Morata, m. 86), Isco (Di María, m. 81) y Benzema. No utilizados: Casillas; Varane, Coentrão y Willian José.

Goles: 0-1. M. 44. Illarramendi. 0-2. M. 65. Bale. 0-3. M. 85. Pepe. 0-4. M. 88. Morata.

Árbitro: Hernández-Hernández. Amonestó a Xabi Alonso, Mikel González, Illarramendi e Iñigo Martínez.

Unos 30.000 espectadores en Anoeta.

El tráfico era fluido, pero anodino, como si hubiera semáforos en el campo. El de la Real lo ponía en rojo Markel Bergara, puro oficio, sabiduría para evitar que Modric pudiera cabalgar, pensar, actuar. El croata tenía una décima de segundo para hacerlo todo a la vez. El del Madrid lo encendía Illarramendi, más preocupado por el garaje de su equipo que por la barrera de salida. Aún así, Vela circulaba con piloto automático porque pocos futbolistas son capaces de circular a su velocidad mirando al tendido y con el balón cosido al pie. Por eso asustó la Real cuando el Madrid dormitaba en un estado de autocomplacencia demasiado parecido a la indiferencia.

Pero cualquier piedra rompe un zapato. Cuando el Madrid aún bostezaba, se rompió José Ángel, el lateral izquierdo de la Real Sociedad, en un dos contra uno junto a la banda. Cosas del tráfico. Chapa y pintura, podía parecer, pero el daño era mayor. Arrasate dio entrada a otro central, Ansotegi, y reubicó a Mikel González, pura experiencia, en el costado izquierdo, con varios daños añadidos: González es central y además diestro con lo que el poder defensivo de la Real se reducía y el ofensivo por esa costura del campo pasaba al olvido. Automáticamente Bale se cambió de banda para tapar las subidas de Carlos Martínez o para jugarle a su espalda. Lo que parecía una anécdota se convirtió en un argumento porque de pronto el Madrid descubrió que había vías de servicio en la autovía de Anoeta.

La Real había gozado de algunos momentos de gloria en una acción de Vela (anulada por fuera de juego pero repelida por Diego López) y un cabezazo de Griezmann. Parecía poca gasolina para su lujoso paseo y escaso premio a su ambición. Pero la lesión de José Ángel sin recambio en el banquillo le dejó sin copiloto y el coche hizo eses. Al borde del descanso, cuando parecía que todo estaba en stand by, Benzema cayó a la banda, quebró al defensa, disparó, repelió Bravo y apareció... Illarramendi, el maldito al que una parte de Anoeta pitaba insistentemente, en la primera ocasión que seguía la jugada desde el principio hasta su fin. Doble castigo para la Real, que entendía como injusto el adelantamiento y que encima tenía un nombre propio muy señalado.

Un accidente, el de José Ángel, había cambiado el partido y el volantazo le dio al Madrid el control del coche. Nadie entendió lo ocurrido, pero el gol le sacó al Madrid de la vulgaridad. Estaba colgado de una nube, cuando de pronto se encontró sujeto a un gol de Illarramendi, enganchado a la Liga todavía, tras los triunfos de Atlético y Barcelona, y con un partido por disfrutar que un partido por sufrir. Ancelotti veía cumplidos sus planes: mantener el pulso de la Liga y refrescar a los futbolistas en los que confía para Dortmund, por aquello de que los alemanes son siempre imprevisibles. Nacho, Illarramendi, Isco le dieron un respiro. Más aún cuando Claudio Bravo le concedió una frivolitè a Bale para que marcara tras su saque de puerta a la remanguillé. Antes, no obstante, el Madrid había tropezado dos veces con los postes cuando ya se había hecho con el partido. Y marcó Pepe en un córner y marcó Morata en el único balón que tocó. La vulgaridad al final solo fue el principio.

Zurutuza trata de despejar el balón ante Illarramendi
Zurutuza trata de despejar el balón ante IllarramendiJavier Etxezarreta. (EFE)

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