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El Sevilla deja vacío el Villamarín

Un error de Velasco Carballo habilita la superioridad del conjunto de Emery ante el Betis en un derbi muy bronco y de poco fútbol

Rafael Pineda
Diogo evita la entrada de Nono
Diogo evita la entrada de NonoJorge Guerrero (AFP)

Desgarrado hasta las entrañas y vapuleado desde todos los frentes, el Betis prácticamente firmó su descenso a Segunda de la manera más dolorosa posible, cayendo en el derbi frente al Sevilla, quien ya le provocara una dolorosa herida con la eliminación europea. El catálogo de las adversas circunstancias que se ceban con el Betis es casi infinito. En la matinal de Heliópolis tocó que el representante del arbitraje español en el Mundial de Brasil, Carlos Velasco Carballo, no viera un penalti de Iborra a Leo Baptistao en el minuto cuatro y cobrara otro, muy dudoso, de Juan Carlos a Bacca en el 27 que definió el derbi del Domingo de Ramos.

BETIS, 0 - SEVILLA, 2

Betis: Adán; Juanfran (Braian, m. 77), Amaya, Jordi, Juan Carlos; Leo Baptistao (Cedrick, m. 60), Nono, N'Diaye, Vadillo (Chica, m. 40); Jorge Molina y Rubén Castro. No utilizados: Sara; Paulao, Nosa, Verdú y Braian.

Sevilla: Beto; Diogo, Fazio, Carriço, Alberto (Fernando Navarro, m. 45); Trochowski (Vitolo, m. 46), M'Bia, Iborra, Reyes; Gameiro y Bacca (Rakitic, m. 73). No utilizados: Varas; Coke, Pareja y Jairo.

Goles: 0-1. M. 29, Gameiro, de penalti. 0-2. M. 83. Gameiro.

Árbitro: Velasco Carballo. Expulsó a Juan Carlos con roja directa (m. 27). Amonestó a N'Diaye, Trochowski, Rubén Castro, Reyes, Vitolo, Leo Baptistao, Chica y Fernando Navarro.

Benito Villamarín. 32.254 espectadores.

El Sevilla, que no había hecho nada, esperando el error del Betis, se encontró con un gol de penalti y el rival en inferioridad. En un duelo jugado a un tremendo voltaje, Velasco Carballo patinó de forma inesperada. Desde el penalti, el colegiado perdonó la expulsión a varios jugadores de un Betis absolutamente enloquecido. Los decibelios se dispararon de forma absurda en un partido bronco, sin pausa, de poco fútbol y demasiada tensión. Pobre y condenado, al Betis, al que le han pasado tantas cosas, no le quedó ni el consuelo de haberse impuesto en el derbi, el cuarto de la temporada, la máxima expresión del fútbol sevillano. Juegue bien o mal, siempre acaba ocurriendo algo que le hunde. El Sevilla, mientras, vive horas de felicidad y persigue la cuarta plaza. En realidad, en el derbi fue el simple espectador de la enésima carrera al abismo del Betis. Todo con el olor fresco de la sangre del vecino, muy pasional, al estilo sevillano. La afición del equipo bético, humillada, abandonó el Villamarín después del segundo gol del Sevilla. El estadio bético se quedó semivacío, certificando la defunción bética y la alegría sevillista.

Semifinalista de la Liga Europa y con 31 puntos de ventaja en la clasificación, el derbi apenas alimentó a priori el apetito del Sevilla. Enfrascado en batallas de más lustre, Emery se dejó en el banquillo a su mejor hombre, Rakitic, ofreciendo el protagonismo a sus dos formidables delanteros, Bacca y Gameiro, ambos titulares. Un Sevilla de poco toque y mucha velocidad en la zona de arriba. Ante el despliegue del eterno rival, el Betis se ordenó con un equipo exageradamente ofensivo. Prácticamente cuatro delanteros (Leo, Vadillo, Rubén Castro y Jorge Molina) y un extremo, Juan Carlos, de lateral izquierdo. La propuesta de Calderón tenía sus riesgos. El principal, dejar muy debilitado el centro del campo, donde el Sevilla presentaba una evidente superioridad numérica. Criticado por su planteamiento conservador en la vuelta del derbi europeo, Calderón mutó hasta límites inesperados.

Dos retrasos por lanzamiento de papel higiénico al césped

"El partido comenzó con tres minutos de retraso debido a que desde uno de los fondos se lanzaron un gran número de rollos de papel higiénico sobre el terreno de juego". Así explica en su acta Velasco Carballo las razones por las que empezó más tarde de lo previsto el derbi sevillano. "El club local dispuso un número de personas que inmediatamente comenzaron a retirarlos, pero aún así se necesitaron esos minutos hasta que cesaron los lanzamientos y retiraron los objetos del césped. Posteriormente, en el minuto 3 se volvieron a lanzar más rollos de papel higiénico, por lo que juego estuvo otra vez detenido unos 50 segundos".

El Betis, vigoroso, dio la sensación de jugársela desde el primer minuto. Enfrente, un Sevilla encogido, pertrechado en el centro del campo con muchos hombres pero muy poco juego. El Betis, pura pasión infructuosa, se vio perjudicado en un penalti de Iborra a Leo no pitado por Velasco. El equipo verdiblanco lo puso todo, aunque su escasa calidad no le da para más. Tiró una buena cantidad de saques de esquina y gozó de numerosas faltas en las inmediaciones del área. No remató ni una. El Sevilla, extrañamente apático, se estiró una vez y encontró un botín desmesurado. Apareció Bacca, que bailó a varios jugadores del Betis ante de quedarse solo frente a Adán. Juan Carlos, un extremo reconvertido a lateral, se la jugó. Se tiró a por todas y tocó primero balón. Velasco no tuvo piedad. Penalti y a la ducha. Convirtió Gameiro y el partido se descompuso. Patadas, nervios, discusiones y una grada enloquecida dispararon el pulso de un encuentro que se le fue de las manos al colegiado.

El partido requería cierta serenidad, puesto que el Betis había confundido su rebeldía ante el infortunio con la ilegalidad. No hubo forma. El Betis intentó quemar sus naves, alocado, expuesto a los contragolpes del Sevilla, encabezados por un Bacca rapidísimo. Adán, lo único fiable de este Betis, salvó a su equipo ante Gameiro y Vitolo. El Sevilla, con un aire indolente, se negaba a finiquitar el derbi. No fue hasta el minuto 83 cuando Reyes habilitó a Diogo. Su pase a Gameiro acabó en gol. La segunda puñalada en el corazón del Betis. El Villamarín se vació ante la huida de los aficionados béticos, hartos de tanta humillación. Los 1.500 hinchas del Sevilla vivieron otro derbi feliz, entre gritos de “olé” y “a Segunda”.

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