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Aduriz acelera al Athletic

El equipo de Valverde, liderado por su delantero, defiende su cuarto puesto en la clasificación ante un Málaga indefinible

Aduriz remata ante Santa Cruz
Aduriz remata ante Santa CruzRAFA RIVAS (AFP)

La ansiedad es un asunto complejo. Se siente al estar preso de la necesidad y otros del miedo, como dice Eduardo Galeano; la eterna disyuntiva entre no dormir por el miedo a no conseguir lo que se quiere o por el pánico a perder lo que se tiene. El Athletic estaba en ese duermevela cuando Aduriz dio un portazo que generó cuestiones contradictorias. Primero, el árbitro, a cinco metros, no vio un córner que el juez de línea del lado contrario vio a sesenta metros. Segundo, el Málaga defendió a todos sus rivales menos a Aduriz porque debió pensar que era un ayudante en la faena (claro error de usuario del fútbol) y tercero porque adormeció al Athletic como el sol de media tarde en la plaza de un pueblo. Le salió al Athletic la piel de lagarto con el gol de Aduriz porque en su íntima plaza la prisa estaba prohibida. Imperaba la calma de jugar a treinta metros que es la manera de quedar bien si sale bien y de no quedar mal si sale mal. Contemporizar se llama la figura, al puro estilo de los embajadores que se reúnen para decir lo que tienen que decir y marcharse con prisa.

Al Athletic le faltaba medio campo y al Málaga delanteros, un binomio que suele dar fallo en el fútbol porque en tales casos impera la monotonía. El Athletic no encontraba a Herrera ni el Málaga a Santa Cruz por lo que el lenguaje seguía siendo muy diplomático en el que los porteros no tenían ni voz ni voto avistando los males de lejos como quien mira a las aves. El Málaga se encendió con el gol de Aduriz más por inesperado que por imprevisto, como cuando te pica una avispa, pero su probabilidad de progresar con un centro del campo demasiado baldío era poca llovizna para una era tan grande. La única posibilidad de meter gol sin tirar a puerta es que el enemigo la meta por ti, Pero no acostumbra.

Athletic, 3 - Málaga, 0.

Athletic: Iraizoz; Iraola, San José, Laporte, Balenziaga; Iturraspe, Erik Moran (Etxeita, m. 85); Susaeta (Albizua, m. 86), Ander Herrera (Beñat, m. 77), Muniain; y Aduriz. No utilizados: Herrerín; De Marcos, Guillermo y Toquero.

Málaga: Willy Caballero; Eliseu, Angeleri, Weligton, Antunes; Juanmi, Camacho, Darder, Amrabat (Rescaldani, m. 77); Pablo Pérez (Iakovenko, m. 46) y Santa Cruz (Portillo, m. 77). No utilizados: Escandell; Casado, Álex Portillo y Pawlowski.

Goles: 1-0. M. 4. Aduriz. 2-0. M. 46. Aduriz. 3-0. M. 62. Ander Herrera.

Árbitro: González González. Amonestó a Pablo Pérez, Weligton, Iakovenko y Juanmi.

Unos 35.000 espectadores en el estadio de San Mamés.

El que si acostumbra a no indultar al contrario es Aduriz, el máximo goleador español en esta Liga con 15 tantos. Lleva el gol en las venas. Se maneja igual en la claridad del amanecer que en la neblina de la noche, sus catalejos valen para todas las circunstancias. Y recién ingresado tras el descanso cazó un centro de Susaeta tras un pase magnífico de Herrera para batir a Caballero. Su trabajo se reparte por igual entre el pico y la piedra y a veces caza por tenacidad y a veces por inteligencia. Porque el Málaga estaba entre la espada de Aduriz y la pared de Aduriz. Y corrió el aire porque allí había poca cosa. La defensa del Málaga era pura mantequilla fuera del frigorífico: presta para untar. Y la untó Herrera en un tiro mordido pero malévolo que desnudó a Caballero.

Todo fue fácil, como planificado en el entorno de la ansiedad. El miedo a perder tiene matices y los del Athletic eran más rotundos que los del Málaga, adocenado en la tranquilidad frente al rival que mide el aliento del Sevilla en el cogote. No hizo el Athletic un partido soberbio sino sobrio, un ejercicio pulcro, sensato, tranquilo en busca del aplicado de la clase, Aduriz, que en los últimos tiempos se sabe todas las lecciones. Aduriz marca los goles como quien recita a los reyes godos. Y en ese remanso, Schuster hizo sus primeros cambios cuando su equipo perdía tres a cero. Cuando se acordó.

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