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El Atlético de Madrid se atasca ante Mourinho

Los de Simeone empatan sin goles ante los de Mourinho Cech, el portero del Chelsea, se lesiona en el hombro derecho en una mala caída y es sustituido por Schwarzer, de 41 años

Diego Ribas entre David Luiz y Mikel
Diego Ribas entre David Luiz y Mikelalvaro garcía

Stamford Bridge decidirá el miércoles si el Atlético alcanza una final de la Copa de Europa 40 años después. No pudo hacerle un gol al Chelsea, que se fue del Calderón con una victoria relativa porque José Mourinho logró que el partido se jugara a su manera. Con poco juego por abajo, discontinuo y muy trabado. De nada le valió al equipo de Simeone jugar casi todo el choque en el campo del rival. Se topó con un contrario que le repelió todo. Por la similitud de características se discutía en la previa cuál de los dos equipos tendría más la pelota. La tuvo el Atlético casi todo el encuentro (65% de posesión para los locales), pero en unas condiciones que no le dieron para poner en excesivos apuros ni a Cech primero, ni después a Schwarzer, el meta australiano de 41 años que suplió a su lesionado compañero. Ese empate a cero fue muy del gusto de Mourinho, experto en estas batallas tácticas que alargan las eliminatorias hasta los 180 minutos.

ATLÉTICO, 0-CHELSEA, 0

Atlético: Courtois; Juanfran, Miranda, Godín, Filipe Luis; Gabi, Mario Suárez (Sosa, m. 79), Coke, Diego Rivas; Raúl García (Villa, m. 85) y Diego Costa. No utilizados: Aranzubia, Alderweireld, Tiago y Cebolla Rodríguez.

Chelsea: Cech (Schwarzer, m. 17); Azpilicueta, Cahill, Terry (Schürrle, m. 73), A. Cole; Ramires, Mikel, David Luiz, Lampard, Willian; y Fernando Torres. No utilizados: Ginkel, Ake, Oscar y Kalas.

Árbitro: Jonas Eriksson. Amonestó a Lampard, Gabi, Mikel y Demba Ba. Lampard, Gabi y Mikel estaban apercibidos y, por tanto, se perderán por sanción el partido de vuelta en Stamford Bridge.

Unos 55.000 espectadores en el estadio Vicente Calderón.

Hay partidos que nacen ya escritos por los fuertes rasgos tácticos que marcan los libretos de sus entrenadores. Se preveía un duelo pizarrero, de pelota larga y segunda jugada. Así fue, muy acentuado además desde la alineación de Mourinho. Se blindó el Chelsea por el medio con Lampard, Obi Mikel y David Luiz, a los que escoltaban en las bandas Ramires y Willian. Arriba Fernando Torres, bregador solitario a la caza de un pelotazo. En la soledad que vivió, Torres fue el único jugador del Chelsea que dio la sensación de poder hacer algo en las pocas ocasiones en las que le llegó la pelota en condiciones. A la línea de cinco respondió Simeone con Diego Ribas. Intuyó el técnico del Atlético que el dominio le correspondería y deslizó al brasileño con la intención de que organizara y filtrara pases rápidos cuando, tras ganar alguna de tantas peleas por tanto balón aéreo, pudiera pillar desorganizado al Chelsea. Pocas veces se dio esa situación. Si pareció haber una orden inquebrantable en las instrucciones de Mourinho fue que su equipo no se dislocara. En ese fútbol perrero, donde una cuadrícula de campo ganada es un potosí, cabe que se ordene acudir más jugadores al ataque en las jugadas a balón parado que en el juego continuo. En cada córner o en cada falta que tuvo a su favor, el Chelsea acudía con todo, dejaba solo a Ashley Cole. Cuando le tocaba intentar salir desde atrás, solo jugaban por delante del balón Ramires, Torres y Willian. Con tan poca línea de pase, lo habitual fue un pelotazo largo de David Luiz, casi siempre a ninguna parte.

Ese planteamiento tan de Mourinho, tan de semifinal suya, tan de su deambular por los campos de Europa que tanto rédito como detractores le ha dado, le concedió al Atlético un dominio en el primer acto del que apenas pudo sacar provecho. Imponente en intensidad, se cebó demasiado en los centros desde los costados. Con el Chelsea anclado atrás, sin ninguna intención de dejarle espacios a Diego Costa, ese acoso desde las bandas puso el partido donde querían Terry y Cahill. El encuentro mezcló el juego directo británico con el tacticismo riguroso del calcio. Un tostón durante muchos minutos en el que la pelota parada se convirtió en una panacea, en el arma en el que unos y otros confiaban más. Tanto que la acción de más calidad que se vio en todo el primer tiempo fue ese intento de córner olímpico de Koke en que Cech tuvo que emplear toda su envergadura y lastimarse en la caída. No habían transcurrido apenas 20 minutos y el cuarentón Schwarzer tuvo que entrar en acción. No hubo duelo Courtois-Cech, aunque el meta belga le enseñó a Mourinho en directo su dominio del área en las jugadas a estrategia. No tuvo que emplearse en ninguna intentona peligrosa.

Tampoco el Atlético inquietó a Schwarzer, salvo en un disparo lejano de Mario. No encontraba resquicios ante un equipo que tiene metido cada movimiento defensivo atornillado en su cerebro. Daba igual que Diego pudiera recibir entre líneas, el Chelsea orillaba el ataque rojiblanco para obligarle a esa descarga yerma de centros al área. Su fútbol moría en un choque continuo contra esas líneas vigorosas e infranqueables.

Mourinho, tras el partido.
Mourinho, tras el partido.Paul Gilham (Getty Images)

Simeone trató de darle un giro más a su equipo con la entrada de Arda a la búsqueda de que la sorpresa de su anarquía callejera pudiera resquebrajar ese orden cartesiano de su apocado rival. Brujuleó Arda en ese mismo contexto de dominio. Su ratoneo pisando la pelota y culeando generó algo de desconcierto en Azpilicueta y Cole, según por donde cayera. Incluso tuvo la mejor ocasión en una rosca pasada de Juanfran que cabeceó en el segundo palo y el testarazo se fue junto a la base del poste. Para entonces, Terry se había marchado por lesión. Mourinho recolocó a David Luiz al lado de Cahill y metió a Schürrle, en la decisión más ofensiva que tomó. No trascendió demasiado la alegría que se dio porque el Atlético siguió arremetiendo.

Simeone también movió ficha. Quitó a Mario Suárez y metió a Sosa buscando su prodigioso golpeo de derecha. Nada más entrar enseñó unas combas que sí dificultaron a la defensa del Chelsea, pero no encontró rematador, con Raúl García ya cojo esperando que Villa le diera el relevo. Nada cambió. Más centros al área y poco más. El eterno empate de Mourinho se impuso.

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Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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