_
_
_
_
_

El cuento de la lechera del Espanyol

El equipo de Aguirre sigue con su caída al vacío y pierde ante un Valladolid que estrecha la tabla

Jordi Quixano
Jaime detiene un disparo de Sergio García.
Jaime detiene un disparo de Sergio García.R. GARCIA (EFE)

Hace un par de meses el Espanyol se relamía con la opción de ir a Europa, pragmático con el balón, áspero en defensa y definitivo en el área rival. Pero, perdidas las señas de identidad por el camino, anda ahora el equipo en el lodazal o en el estercolero como advirtió la semana pasada el técnico Aguirre de lo más irritado. Todo un cuento de la lechera el del Espanyol, que se destartaló en Zorrilla para dar aire a un rival directo —la semana pasada lo hizo con el Almería y la próxima se mide con Osasuna para cerrar el curso en el Bernabéu—; alborozo de un Valladolid que aprieta la tabla. Así, la angustia periquita ya es toda una realidad.

VALLADOLID, 1 – ESPANYOL, 0

Valladolid: Jaime; Rukavina, Valiente, Mitrovic, Peña; Larsson, Víctor Pérez (Baraja, m. 88), Rossi (Rueda, m. 71), Óscar; Guerra y Manucho (Jeffren, m. 68). No utilizados: Mariño; Omar, Rama y Osorio.

Espanyol: Casilla; Raúl Rodríguez, Colotto, Moreno, Fuentes; David López, Víctor Sánchez; Pizzi, Ález Fernández (Córdoba, m. 60), Simão (Lanzarote, m. 66); y Sergio García. No utilizados: Germán; Sidnei, Capdevila, Víctor Álvarez y Abraham.

Goles: 1-0. M. 20. Rukavina marca con un chut raso desde fuera del área.

Árbitro: Muñiz Fernández. Mostró la cartulina amarilla Pizzi, Rossi, Moreno. Doble amarilla a Pizzi (m. 73).

Estadio Zorrilla. Unos 18.000 espectadores.

Reclamaba Álex Fernández turno en el equipo, casi siempre revulsivo de mentirijilla porque sirve para guardar el cuero, para repartirlo más que para acelerarlo. Y jugó ante el Valladolid como recambio del sancionado Stuani, excelente frontera para los nervios y la ansiedad, jugador que otorga la flema que exige Sergio García para ganarse luego las habichuelas. Dominador del cuerpo y del espacio como pocos, al 9 parece que cualquier pelota le vale. Como ese pase interior de Simão que se acomodó en el vértice del área chica para sacar un zapatazo que cruzó con veneno. Pero Jaime, habitual sospechoso porque no ofrece demasiada seguridad, puso los puños a tiempo. No fue su mejor parada, toda vez que al abrirse el partido, el mismo Sergio bajó un balón que nadie quería y se hizo un autopase para picarla ante la salida del portero. Pero Jaime puso la cara, a lo Bruce Harper, el entregado pero más que discreto jugador de la serie Óliver y Benji.

No propuso demasiado el Valladolid, más allá de intensidad, hambre y carreras. Pero con eso, aunado con la movilidad de Larsson, el juego de entrelíneas de Javi Guerra y la cabeza de Manucho —probó dos veces a Casilla sin éxito—, le alcanzó para descontar a un rival que amasó el balón sin ideas. Tampoco tuvo, en cualquier caso, fiabilidad defensiva el Espanyol, que cometió un error de alevines a la salida de un saque de banda. Esférico al área, rechazo y nadie en el borde del área para evitar la segunda jugada. Y por ahí apareció Rukavina, que llegó desde atrás y golpeó con fiereza con el empeine, raso y ajustado al palo, directo a gol.

Obsesionados los dos equipos con no perder el cuero en el inicio de la jugada, sobre todo porque ambos realizaron la presión adelantada, el esférico se resistió a ir por bajo, a buen seguro mareado y abollado de tantos patadones. Ni siquiera la pausa de Álex bastaba para enlazar tres pases seguidos. Al menos al inicio, porque cuando el Valladolid flaqueó en sus fuerzas, el Espanyol logró elaborar algo de fútbol, siempre pendiente de los movimientos de Sergio García, el mejor buscador de pepitas de oro en la Liga. Pero no le llegaron balones, sobre todo porque el partido estaba donde quería el Valladolid, con muchas interrupciones y poco ritmo. Tiempo para Córdoba, un rebelde con causa sobre el césped.

Tampoco fue la solución para los blanquiazules, con el Valladolid tirando de la triquiñuela, con faltas tácticas y pérdidas de tiempo, por más que lamentara la lesión de Manucho, que se torció la rodilla al caer de un salto en el que le desequilibró David López. Toda una montaña de hielo para el Espanyol, que se quedó con 10 porque el colegiado entendió que Pizzi sacó la mano a paseo, que ya no inquietó a Jaime —solo un disparo desde fuera del área de Lanzarote— y que ahora, después de sumar un punto de 18, mira hacia abajo con una angustia que jamás pensó que tendría.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_