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Mercedes corre solo

Cuarta victoria consecutiva de Hamilton, que se coloca líder del Mundial, y cuarto doblete en cinco carreras de la escudería alemana, que ha liderado cada vuelta del campeonato

Oriol Puigdemont
Hamilton lidera la carrera tras la salida del GP de España.
Hamilton lidera la carrera tras la salida del GP de España. Vicens Gimenez

Nico Rosberg es un piloto rapidísimo, agresivo pero fino y muy regular, pero no es Lewis Hamilton. Y en Mercedes lo saben. La cúpula del gigante de Stuttgart es consciente de ello desde mediados de 2012, cuando comenzó su estrategia de acoso y derribo para tratar de convencerle de que abandonara McLaren, la que siempre fue su casa, y fichara por las flechas de plata como relevo de Michael Schumacher. Desde el día en que se subió por primera vez al Mercedes, en unos ensayos de pretemporada que se celebraron a principios de 2013 en el circuito de Jerez, la escudería de la estrella vive por y para Hamilton. Se constató prontito, en la segunda cita (Malasia), cuando Ross Brawn, por aquel entonces jefe de la tropa, le pidió a Rosberg que no adelantara a su nuevo compañero y le dejara estrenar su casillero de podios.

Hamilton celebra la victoria del GP de España.
Hamilton celebra la victoria del GP de España.Vicens Gimenez

Este año, Hamilton no ha dado margen alguno para que nadie pueda argumentar que la tropa barre para su lado del taller porque hasta ahora no ha cometido un solo error. “Habría ganado en Australia si no hubiera tenido el problema mecánico, de eso estamos seguros”, cuenta un mecánico de Mercedes, que añade: “Sabíamos que era buenísimo pero no nos esperábamos esto”.

Hamilton está desconocido. No porque nadie dudara de su talento para correr, sino más bien por su tendencia a irse a por higos en el momento más insospechado poniendo en riesgo el botín más suculento. Esta vez, en Mercedes han optado por marcarle de cerca aprovechando la influencia que tiene sobre él Niki Lauda, una leyenda del volante. Y el plan previsto funciona de maravilla. La victoria que el británico logró ayer en Montmeló supone su cuarta de carrerilla y es la más valiosa de las que ha conseguido hasta ahora. Por un lado, porque le permite arrebatarle la batuta del campeonato a su vecino, pero también porque nunca antes se había impuesto en España. Rosberg cruzó la meta el segundo pegado a él después de achucharle durante las últimas 15 vueltas, pero sin poder llegar a meterle el morro.

El tercero fue Daniel Ricciardo, que finalmente pudo subirse al podio después de que los comisarios le bajaran de él en Australia por incumplir el reglamento en cuanto al nivel de combustible, mientras que Fernando Alonso concluyó el sexto, a casi un minuto y medio del vencedor. Del asturiano para atrás y comenzando por Kimi Raikkonen (séptimo), todos los demás monoplazas fueron doblados por los dos Mercedes. Puede que este sea un ejemplo más evidente de la superioridad que actualmente impera en el certamen, pero muestras hay muchas más. A este paso, la reciente supremacía de Red Bull comenzará a relativizarse, un ejemplo más de los vaivenes de esta disciplina tan condicionada por los cambios de reglamentación y por los condicionantes técnicos.

Este último doblete es el cuarto consecutivo de la estructura alemana en los primeros cinco grandes premios, algo inédito desde 1992, cuando Williams hizo lo mismo con Mansell y Patrese. Ni una sola de las vueltas de este Mundial la ha liderado un prototipo que no sea el W05 y el panorama no tiene mucha pinta de dar un giro en este sentido. Rosberg no acostumbra a meter la pata, y si su colega podía hacerlo alguna vez aquello parece haber quedado atrás. Hamilton puede rodar solo o en grupo, con más o menos ventaja, que no falla. Se vio en Bahréin, donde mantuvo a su espalda al otro Mercedes a pesar de circular con las gomas más duras, y la historia se repitió ayer en Barcelona, en una carrera difícil de tragarse por monótona y pesada, y que solo subió un poco de voltaje en el último resuello.

Por más que viaje en un torpedo, el chico de Tewin se curró este triunfo. El coche no terminó de girar a su gusto ni el sábado ni tampoco ayer domingo, y a pesar de eso logró su objetivo aunque, en esta ocasión se desmarcara de su guion habitual. Si casi conduce de instinto, esta vez recurrió a sus ingenieros y les pidió información constantemente. De este modo, Hamilton fue contemporizando el cojín que le separaba de Rosberg, en ningún caso superior a cinco segundos, y que incluso podría haber llegado a ser insuficiente si la carrera en Montmeló hubiera durado una vuelta más. Por ahora, nadie tose a Mercedes, que parece correr solo.

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