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Una fiesta incompleta

El Calderón, donde el Atlético no ha perdido este curso, algo que no ocurría desde hace más de 30 años, vibra con el equipo rojiblanco en una tarde de cábalas y auriculares

Alejandro Ciriza
Seguidores rojiblancos reciben a su equipo.
Seguidores rojiblancos reciben a su equipo. Claudio Álvarez

El poder aglutinador de Internet convirtió ayer los aledaños del Vicente Calderón en un hervidero. Arengada por el hashtag #Alas6enelCalderón, la marabunta rojiblanca peregrinó hacia el estadio antes de lo normal. El objetivo, evitar los atascos y la congestión en los vomitorios de acceso para poder arropar a los suyos desde el principio. Durante todo el día se dejaron ver camisetas del Atlético en el terraceo dominical del barrio de La Latina. Sobre la atmósfera, muchas reminiscencias de aquel equipo que cantó el alirón aquel 25 de mayo de 1996. Zamarretas retro con el 14 de Simeone a la espalda.

Sobre el aire, también, muchas cábalas y auriculares. La esperanza de un triunfo ante el Málaga y un tropiezo del Barcelona en Elche. E incluso, una dicotomía. El litigio entre el ahora y el mañana. La Liga y Europa. “Viaje a Lisboa por 45 euros”, rezaban algunos pasquines pegados en los muros del estadio. En el interior, el sol castigaba con fuerza los graderíos. Unas bandas verticales de tela, enlazadas de un anillo al otro, otorgaban al fondo sur una estética propia de las canchas argentinas. Y, por la megafonía, el estruendoso Thunderstruck de AC/DC, muy acorde al espíritu bregador de este Atlético.

"Juega cada partido como si fuera el último", se leía en los 52.000 banderines repartidos

“Juega cada partido como si fuera el último”, rezaban los 52.000 banderines que ondeaban cuando los futbolistas saltaron al césped. Todos los asientos copados. El octavo lleno de la temporada. El Calderón se ha convertido en un feudo inexpugnable esta temporada. Hacía más de 30 años (la temporada 1982-83) que el Atlético no sellaba un curso sin conocer la derrota en casa. Entonces acumuló 12 victorias y 5 empates. Con el de ayer, este curso ha completado 15 victorias y cuatro empates.

Simeone da instrucciones en la banda.
Simeone da instrucciones en la banda.claudio álvarez

El caldo de cultivo era el ideal para la ansiada victoria. Después de entonar el himno a capella, la parroquia soltó un rugido tras otro cuando el speaker recitó la nómina de titulares. Los decibelios se dispararon cuando llegó el turno de Simeone, hiperactivo durante todo el encuentro, dando órdenes y recorriendo el área técnica con la cabeza gacha para encontrar un remiendo a la telaraña que propuso desde la otra caseta Schuster, viejo conocido en el Manzanares.

El Málaga se desenvolvió ayer como una mangosta. A cada empujón de su adversario replicó con garras. Camacho, pulido en el Cerro del Espino, se multiplicó para barrer las espaldas de toda la defensa. No encontraba la rendija el Atlético. Sin Diego Costa, entre algodones por molestias musculares, fue Villa la pica de lanza de los rojiblancos. Encasquillado, el asturiano no ha encontrado la portería desde el pasado 8 de marzo. Ayer se mostró en la línea que acostumbra esta temporada. Peleó cada pelota y exprimió los espacios, pero se nubló delante del marco. Pudo romper su sequía tras una buena dejada de Raúl García, pero su remate besó el larguero. Resopló la grada, que poco después exhaló otro bufido cuando Koke chutó desviado en una llegada desde segunda línea.

Agarrotado el Atlético, no hubo ni un signo de impaciencia entre sus parroquianos, sino todo lo contrario. Del runrún se pasó a la euforia episódica. Primero con los goles de Charles en Balaídos. Después con las cabriolas de Arda, un agitador que intentó tirar en todo momento del carro. Y más tarde con una magnífica intervención de Courtois, cuya silueta se hizo gigante para Santa Cruz. “¡Aleeeee, forza Atleti ale! ¡Aleeeee, forza Atleti ale!”, clamaban los asistentes, que también invocaron a Luis Aragonés.

Alderweireld marcó el décimo gol a la salida de un córner, más que cualquier otro equipo del campeonato

Llegó entonces un jarro de agua fría. El plan del Málaga, tan guerrillero con su rival, obtuvo recompensa con la punzada de Samuel. Su gol cayó como un yunque en las grada, pero no deshilachó a los de Simeone. Intentó reponerse con más corazón que argumentos el Atlético. Obcecado, fallón Villa y sin gasolina Arda, apareció además un enorme Caballero. También un reactor inesperado, de nombre casi impronunciable. Alderweireld, relevo de Godín ayer, se filtró entre la muralla andaluza e hizo que latiese el Calderón. El belga, hombre discreto, cumple desde el silencio. El Atlético volvía a evidenciar su acierto en las jugadas a balón parado. El primer gol de Alderweireld este curso suponía el décimo de los rojiblancos a la salida de un córner, el equipo más anotador de toda la Liga. El tanto era el 69º que anotaba esta temporada en el Calderón. Un nuevo récord. Superaba los 68 de las temporadas 55-56, 64-65 (ambas en el Metropolitano) y 91-92.

De ahí al final, suspense. Mucho suspense y convulsiones. Una falta lanzada por Sosa tocó la red por el lateral y propició un “¡Uuuuuuyyyyy!” interminable. Botellazos contra el suelo, aspavientos y algunos tacos. El tensiómetro como una montaña rusa. Casi sobre la bocina, otra estirada impresionante de Caballero incrementó la frustración. La fiesta fue incompleta en una tarde taquicárdica. El Camp Nou aguarda al Atlético.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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