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A París se va por Roma

Nadal y Djokovic se citan en la final con Roland Garros en el horizonte y tras tumbar a Dimitrov y Raonic respectivamente

Juan José Mateo
Djokovic, durante su partido contra Raonic.
Djokovic, durante su partido contra Raonic.Julian Finney (Getty Images)

Es un día para marcar distancias. Una jornada de las que deja heridas abiertas en el perdedor y seguridades en el ganador. Rafael Nadal ganó ayer por doble 6-2 a Grigor Dimitrov en las semifinales del Masters 1.000 de Roma, y Novak Djokovic tumbó 6-7, 7-6 y 6-3 a Milos Raonic entre tremendos esfuerzos. En consecuencia, los dos mejores tenistas del planeta se citaron hoy (16.00, TVE-1) en la final italiana. Como los dos jugadores viven en un mar de dudas y tienen señalado en rojo el inicio de Roland Garros (desde el 25 de mayo: el español defiende el título y el serbio busca el único grande que le falta), el encuentro tiene una trascendencia que supera lo presente y afecta a lo futuro. A París se va por Roma.

Así están las cosas. Nadal, en ascenso, lucha para liberarse de la angustia que le ha provocado su peor inicio de gira de arcilla desde 2003, con dos derrotas sorprendentes en cuartos de Montecarlo y Barcelona. Djokovic, por su parte, explora cómo está su brazo derecho, que le obligó a ausentarse de Madrid, y qué impuesto se cobrará (si es que ha de cobrárselo) la felicidad personal (embarazo de su pareja) en sus compromisos profesionales.

El español sabrá hoy dónde y cómo está su tenis. No hay examen más duro que el de Nole

“Sufrir siempre vale la pena”, dijo el mallorquín, que perdió sets en los tres partidos previos y tuvo que apretar los dientes para llegar a semifinales. Ahí, recuperadas sus señas de identidad (movilidad, pasión, drive y spin), volvió a crecer el peso de su raqueta. Impresionado por la leyenda del titán de la tierra, Dimitrov, un tenista más que prometedor, se disparó en el pie una y otra vez, desconocido por comparación a sus partidos previos. “He pasado por etapas complicadas, pero he mantenido siempre la ilusión por la victoria, la motivación por lo que hago y eso me ha dado la oportunidad de llegar a cuartos y luego jugar dos partidos muy positivos”, resumió el número uno su torneo. “Lo positivo es que he vuelto a tener la sensación de competitividad, de luchar, de pelear, de sentirme bien conmigo mismo en la pista, mentalmente, sufriendo cuando había que sufrir, aceptando las adversidades. Desde la pelea y el sufrimiento se ha llegado a un buen nivel de tenis”.

Ese buen nivel pasará ahora el examen definitivo. La prueba que dirá dónde y cómo está Nadal. Nole catará el tenis de su Némesis con la voracidad del hambriento, como demostró en la final de Miami, donde pasó por encima del español en cuanto este levantó el pie del acelerador. “Estoy listo”, avisó el campeón de seis grandes, que se dejó sets contra Raonic (semifinales) y Ferrer (cuartos).

El español gana 22-18 el cara a cara, pero ha perdido los tres últimos precedentes. Sobre arcilla, sin embargo, extiende su dominio a un 13-3 que queda matizado por lo apretado del marcador en los últimos partidos. Para Nadal y Djokovic el encuentro tiene carácter de punto de inflexión: los dos viven una temporada extraña, en la que no han dejado todavía su sello, y buscan un trampolín que les devuelva de un solo salto al cielo.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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