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“Mi padre me decía: ‘¿Tienes una Champions? ¡Yo sí! ¡A la cama!”

Diego Torres
Manolo Sanchis besa la Copa de Europa ganada al Juventus en Ámsterdam en 1998.
Manolo Sanchis besa la Copa de Europa ganada al Juventus en Ámsterdam en 1998. gorka lejarcegi

El madridismo juvenil no sabe lo que vale un peine. Eso debe pensar Manolo Sanchis Hontiyuelo (Madrid, 1965) de los hinchas que reclaman la Décima tras 12 años de travesía del desierto. El hombre que levantó la Copa de Europa más esperada por la afición, la Séptima, cargó sobre sus hombros 32 años de expectación familiar. Su padre, Manolo Sanchis Martínez, conquistó la Sexta en 1966 y ello le dotó de una autoridad descomunal hasta que su primogénito cumplió con su destino.

Pregunta. ¿La presión por ganar la Séptima se la metía el público o su padre?

Respuesta. Es que mi padre es un cuco. Lo más valioso que pueden hacer por ti cuando eres futbolista es decirte que no. Mi padre me fue de bastante ayuda. Cuando yo tosía, él ya había tenido tres gripes. Tenemos un salto generacional importante, no sólo en lo deportivo sino social. Pero nuestras conversaciones han sido tremendas. Algunas, para mí, frustrantes. Sobre todo cuando no había ganado la Champions. Imagínate una noche de verano en plan familiar. Empezamos a discutir quién era mejor, si Kubala o Di Stéfano. Y llegaba un momento en que mi padre, cuando se cansaba de discutir, me decía: ‘¡Pero cállate! ¿Tú tienes una Champions? ¡Yo sí tengo una! ¡A la cama!’. Y ahí se acababa la conversación.

Gracias a Carlo Ancelotti este equipo se ve mucho más dedicado a atacar”

P. ¿Qué significó ser testigo de la extinción de una época dorada sin el premio de la Champions?

R. Pertenecí a una generación que se consideró ganadora moral de una Copa de Europa que acabó ganando el PSV. Y yo, por más que busco el título en mi casa, no lo encuentro. Ni el de ganador ni el de moral. Ser ganador moral no sirve para nada. Hay un momento en el que puedes decidir si ganas o no ganas, que es mientras disputas el partido. Las circunstancias por las que ganas o no ganas, una vez que acaba el partido, pasan a ser objeto de discusión de quien quiera marear mucho la perdiz, pero son inamovibles.

Las mejores imágenes de la séptima Copa de Europa del Madrid

P. El Milan de Sacchi acabó con la gran quimera de su quinta. Asumieron la superioridad del rival con una deportividad que ahora resulta extraña...

R. Nuestra forma de jugar encajaba en la táctica del Milan. Hay un ejemplo triangular. El juego de Federer le encaja perfectamente a Nadal y en los enfrentamientos de ambos es apabullantemente favorable a Nadal. El juego de Nadal le encaja perfectamente a Djokovic. Y diría más: el juego de Djokovic le encaja perfectamente a Federer. Nosotros al Milan no le hacíamos nada. Nos mataban con cuatro ideas. ¿Y qué vamos a hacerle? Era mejor que nosotros. No nos quedó más remedio que levantarnos.

Un gran talonario no garantiza nada.Esta final democratiza el fútbol”

P. ¿Cómo vivió la final de Ámsterdam?

R. Mucha gente de mi familia, mi mujer incluso, me dijo que desde que metió el gol Pedja Mijatovic en el minuto 67 hasta el final, se hizo una eternidad. Y yo les dije que para mí fueron tres minutos. Tenía tal concentración, tal abstracción, estaba tan metido en el partido que para mí fue un abrir y cerrar de ojos. Entiendo que para la gente fuese un sufrimiento porque la Juve atacó y nos creó algún problema. Pero mi sensación es que aquello iba muy rápido. Ni lo pasé bien ni mal. Fue profesional. A veces no tienes suficiente conciencia de lo que estás haciendo para saber si lo pasas de un modo u otro. Simplemente lo pasas. Y mi sensación era de una mentalización tremenda. A veces pensar no es bueno. Darle demasiadas vueltas al coco elimina fuerzas para lo que tienes que dedicarlas.

P. ¿El momento más feliz?

Manolo Sanchís pelea un balón durante un partido de Liga de Campeones en 1999
Manolo Sanchís pelea un balón durante un partido de Liga de Campeones en 1999Associated Press

R. Cuando el árbitro pitó el final y lo que llevaba 32 años siendo una esperanza y un deseo frustrado del madridismo se convirtió en una realidad.

P. ¿La Copa le pareció ligera o pesada?

R. Recuerdo que fueron pasando los jugadores por delante y yo, como capitán, me quedé en último lugar. Hubo un momento antes de subir al podio en el que dejé de pensar en lo que iba a hacer. Entras en un estado de latencia y… ¡vives! Vives lo que va ocurriendo, vives tu estado emocional a tope. Me han preguntado muchas veces por lo que pensaba en ese momento y por más que intento rebuscar encuentro que yo no pensaba. No pensaba en nada, ni en lo que había conseguido, ni en mis 14 años en el equipo, ni en la celebración. Simplemente estaba pendiente de que me dieran la Copa, pero mis movimientos eran involuntarios.

P. ¿Hay paralelismos entre la ansiedad por la Séptima y la ansiedad por la Décima?

R. Para establecerlos con el clima que había en el madridismo en 1998 habría que esperar 20 años más. De momento las ganas de ganar la Décima se acumulan solo desde hace 12 años.

P. Quizás ahora la Champions parece más asequible por la capacidad del club de conseguir los mejores del mundo que en aquella época era impensable por razones jurídicas y financieras.

El talento tiende a la autocomplacencia. La gestión de ese talento es labor del técnico”

R. El caso que estamos viviendo desmonta esa teoría. Gracias a Dios el fútbol no deja de ser un juego impredecible. Un gran talonario no garantiza nada. Compiten el Madrid y el Atlético con dos presupuestos que no tienen nada que ver, con dos filosofías contrapuestas, y jugarán de igual a igual dejando por el camino varios equipos que, por presupuesto, deberían haber estado en Lisboa. Esto democratiza el fútbol y abre una incertidumbre.

P. ¿Quién es el favorito?

R. No lo hay, 50-50.

P. ¿Imagina una final de entrenadores o de jugadores?

R. Los entrenadores tienen 11 meses para ir conformando o distorsionando el modo de jugar. Pero estos partidos son mucho más de jugadores que de entrenadores.

P. ¿Qué mimbres de campeón descubre en este Madrid?

R. La plantilla actual tiene un gran potencial. Veníamos de tres temporadas con un criterio de juego y una filosofía, y en el verano se tomó la decisión de cambiar sin que hubiera un cambio radical en la plantilla. La función de Ancelotti no es sencilla. El equipo llevaba tres años con una forma de jugar y este verano le dijeron: ‘Tú tienes que cambiar la filosofía y encima no te vamos a dar tiempo; tienes que conseguir resultados desde la primera jornada de Liga’. Al Madrid le faltó regularidad y consistencia en algún momento, pero viniendo de donde venimos, es el menor de los problemas. Tiene jugadores con genética de partidos importantes, calidad a raudales en todos los aspectos, y lo que necesita es gestión. El talento tiende a la autocomplacencia. La gestión del talento es la gran labor del entrenador. El Madrid tiene mucho talento, ha conseguido en algunos momentos funcionar como equipo, le falta algo de estabilidad, pero es capaz de ser un equipo campeón como demostró en Múnich. Si es capaz de imitarse a sí mismo en Lisboa será un grandísimo finalista.

Si el Madrid es más dominante es por Modric, el receptor del primer pase”

P. ¿Qué mérito atribuye a Ancelotti?

R. Lo primero que logró fue modificar el ambiente del vestuario. Este no solo es un vestuario saludable, sino que lo parece. Luego, el equipo ha ido cambiando sus referencias y se le ve mucho más dedicado a atacar que a contraatacar.

P. Hierro opina que el mayor cambio respecto al Madrid de Mourinho es el primer pase. Siempre se busca una salida limpia del balón.

R. Estoy de acuerdo, pero para mí la gran diferencia no es quién da el primer pase sino quién lo recibe. La gente de atrás sigue saliendo con mucha calidad pero ahora encuentra un receptor que a veces no encontraba. Un receptor capaz de darle continuidad al juego. Si el Madrid es más dominante en el juego, con posesiones más largas, no es tanto por quién inicia, sino por Modric. Tiene un gran mérito. Yo he sido de esos que tenían que dar el primer pase y me molaba tener un tío como Modric delante para recibirlo.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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