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Nadal busca su látigo

El español, que intenta recuperar el efecto de bote alto que le da fama, abruma a Ginepri en su debut. “Antes no estaba preparado para que la bola saltara, pero ya hay cosas positivas”.

J. J. MATEO
Nadal, en el partido contra Ginepri.
Nadal, en el partido contra Ginepri. PASCAL GUYOT (AFP)

Tras ganar 6-0, 6-3 y 6-0 a Ginepri en su debut en Roland Garros, Rafael Nadal sigue buscando su látigo. El campeón, que jamás había perdido tan pocos juegos en su estreno parisino, ha hecho carrera disparando su drive con efecto combado (liftado)para obligar a sus contrarios a buscar la pelota en las alturas. En Roland Garros 2013, Nadal llegó a lanzar ese tiro a 5.882 revoluciones por minuto. De media, el curso pasado alcanzó las 4.348. En lo que va de gira de arcilla, casi nunca se acercó a esas cifras: para alcanzar la final de Madrid, por ejemplo, concentró el 89% de los tiros en la cota de las 3.000 a las 4.000 revoluciones. Ese pequeño paso atrás ha abierto la puerta a una realidad sorprendente durante la gira de tierra de 2014 (Montecarlo, Barcelona, Madrid y Roma). Nadal, que siempre puso la diana en los reveses a una mano, destruidos por su pelota alta, sufrió con un tenista con ese golpe (Youzhny) y perdió con otro (Almagro).

“Si la bola no ha saltado todo lo que quería en los momentos que lo necesitaba es porque no estaba preparado para hacerlo”, admitió ayer Nadal. “Me ha faltado un poco de fuerzas en las piernas, calma para clavar el cuerpo y dejar que el brazo circulara y conseguir el giro de bola que he tenido durante toda mi carrera”, añadió antes de subrayar su mejoría. “Desde el torneo de Madrid, he conseguido cosas positivas”.

“La bola de Rafael no hacía daño en sus dos primeros partidos en Roma”, explicó Toni Nadal, tío y entrenador del campeón de 13 grandes. “La pelota no hacía el daño suficiente como para desbordar al rival”, insistió. “Aunque ha tenido partidos de buen nivel, en otros no hemos tenido la continuidad necesaria. Rafael necesita jugar bien todo el tiempo para hacer daño. Le ha faltado un poco eso. El ahogar con una, dos, tres… siete. Nosotros no ahogamos como Federer, que hace pam-pam. Nosotros tenemos que hacerlo en base a una intensidad de piernas, a pegarle cinco o seis veces seguidas con una buena posición y duro. De Roma salimos con la idea de que eso estaba cerca, y de que podíamos jugar bien aquí”, cerró sobre su sobrino, que alcanzó las 3.456 revoluciones ante Ginepri.

Ese pequeño paso atrás ha abierto la puerta a una realidad sorprendente durante la gira de tierra de 2014

Solo Djokovic, un mago del revés a dos manos, y los gigantes a los que no les pica la bola en el hombro (Del Potro, Soderling…), han podido domar ese tiro. Que en Roma también lo lograran Simon y Murray despertó preguntas. ¿Cambió algo? “Cuando su ritmo de piernas es alto y entra en la pista, hace daño. Si no, los tenistas de buen revés a dos manos le descolocan con el cruzado”, fotografió Alex Corretja, exnúmero dos. “Es también un tema de confianza”, le continuó Carlos Moyà, exnúmero uno. “Quizás le esté yendo menos la bola, aunque creo que está cerca de su mejor versión”. Acaba Sergi Bruguera, doble campeón parisino: “Solo él tiene un top-spin tan pesado, y en tierra ese es el golpe que más daño hace. Tiene 50 millones de cosas más. Sigue siendo el favorito”.

Los días de lluvia y frio de París no ayudan a Nadal en su búsqueda. Sus efectos siempre fueron hijos de las altas temperaturas, que calientan la goma de la pelota. A la espera de la segunda ronda con el prometedor Thiem, el mallorquín, que de siempre usó los primeros duelos para limar estos detalles, se siente más cerca de ser Nadal que en toda la gira de arcilla. París acuna a su rey.

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Sobre la firma

J. J. MATEO
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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