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Un diablo rosa con alas fabulosas

Quintana supera sin problemas el último obstáculo, el Zoncolan, antes de proclamarse ganador de su primer Giro en Trieste

Carlos Arribas
Monte Zoncolan -
Quintana firma la lista de salida de la etapa de ayer.
Quintana firma la lista de salida de la etapa de ayer.Gian Mattia D'Alberto (AP)

Antes de ir al Tour, los viejos ciclistas italianos solo tenían una preocupación: aprender a decir en francés dai una spinta (empújame: pousse-moi) para podérselo gritar a los espectadores de las cunetas en los momentos más empinados de los Pirineos y los Alpes. En Italia, la afición, generosa y exhibicionista, ya ni necesita que los ciclistas se lo pidan. En la subida terrible del Zoncolan, en sus rampas más duras, en las zonas del 22%, ya había jóvenes fuertes dispuestos a ayudar, todos ellos construidos con buena voluntad, aunque el que le tocó en suerte en el día más importante de su vida a Manu Bongiorno, calabrés trasplantado a Toscana, quizás se pasó de bruto y había en la sala de prensa quien pensaba que seguramente el chaval era descendiente de aquellos cosacos desgraciados que desde Kazak envió Hitler en el 44 para acabar con la República Libre de Carnia (la comarca montañosa entre el Friuli y Austria) creada por los partisanos libertadores. “No sé”, dijo con humor el pobre Bongiorno, que perdió la etapa en la acción, “pero ya que me hizo trastabillar y perder los pedales con el empujón, al menos podría haber vuelto a empujarme después, cuando recuperé el equilibrio, en vez de quedarse llorando derrumbado”. Muchos de sus presuntos antepasados, los cosacos del Friuli, prefirieron, por su parte, lanzarse al río Drava en un suicidio colectivo de miles antes que ser deportados de vuelta a la Unión Soviética de Stalin.

Clasificaciones

20ª Etapa

1. Michael Rogers (AUS/TIN) en 4h 41'55"

2. Franco Pellizotti (ITA/AND) a 38"

3. Francesco Bongiorno (ITA/BAR) 49"

General

1. Nairo Quintana (COL/MOV) 83h50'25"

2. Rigoberto Urán (COL/OPQ) a 3'07"

3. Fabio Aru (ITA/AST) 4'04"

En esta gesta del aficionado que condenó a Bongiorno y ayudó al ganador de la etapa, el fugado australiano Michael Rogers, a quedarse solo y a lograr con más facilidad una victoria que seguramente, sin intervención cosaca, habría logrado de todas maneras, quedó resumida la travesía del Giro por el Infierno, que es lo que a ocho kilómetros de la cima anuncia un pórtico ornado con la leyenda de Dante: “Que olvide toda esperanza quien cruza esta puerta…”. Exagerado y muy literario el decorado, sobre todo que quien actuaba de rey del lugar, de diablo dedicado a atizar las calderas y atormentar a los condenados, era un colombiano tranquilo y lacónico, vestido de rosa y con unas alas fabulosas que desplegó, no para castigar y hacer sufrir, sino para acompañar a su compatriota Rigo Urán, su segundo en el averno, cuando este aceleró para despegarse definitivamente del sardo Aru, que amenazaba su lugar de privilegio en el podio a la derecha del mejor. El Giro se había acabado días antes, lo había acabado el pequeño escalador, el chiquitito de Cómbita (su ciudad en Boyacá, que significa “fuerza de la cumbre” en chibcha, el idioma de los indígenas de la región), de forma espectacular y terriblemente dura, entre el descenso del Stelvio y la subida a Val Martello. El resto, las demás subidas, la cronoescalada en la que Quintana mostró a los aún escépticos que era el mejor por muchísima diferencia, fueron como música utilitaria del gran ballet final, que podría titularse “Juego de sillas musicales para ciclistas exhaustos” que respondían a los nombres de Rolland, Aru, Urán, Majka, Kiserlovsky, Evans o Pozzovivo, y que, supervivientes esforzados, solo buscaban asegurar la mejor ubicación final.

Como un predestinado, como un genio, como un deportista llamado a marcar una época, Nairo Quintana, el primer colombiano que llega de rosa ganador (27 años después de que Lucho Herrera ganara la Vuelta, la única otra grande del país andino), se impuso en el primer Giro en el que participó, de igual manera que terminó segundo del primer Tour que corrió. Lo hace a los 24 años, joven. “He pasado a profesionales con la escuadra correcta y con Eusebio [Unzue], un director que enseña muy bien”, dijo Quintana, que  se coronará en Trieste. “Pero siempre la vida misma me ha empujado y me sigue empujando bastante rápido. Con la ayuda de los que me rodean he aprendido mucho con pasos de gigante. Ahora me siento un hombre completo capaz de hacer muchas cosas en el ciclismo, dando espectáculo. Hay Nairo Quintana para muchos años”. Al Tour, anunció el corredor, volverá en 2015, y lo intentará ganar, por supuesto, porque seguirá creciendo rápido y haciendo a un lado a los de la generación anterior, que aún intentarán inútilmente taponarlo.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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