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Secretos de la Décima

La plantilla del Madrid se conjuró para ganar el título y reivindicarse frente a Mourinho

Diego Torres
Ancelotti posa con el trofeo.
Ancelotti posa con el trofeo. Javier Lizón (EFE)

La Décima tuvo dos secretos. Un grupo de futbolistas magníficos empecinados en reparar su orgullo herido y la habilidad de Carlo Ancelotti para canalizar esa energía. La epopeya de la vindicación comenzó el 7 de agosto de 2013.

→ Real Madrid, 3; Chelsea, 1. Marcelo, Casillas, Ramos, Pepe, Özil, Ronaldo y Benzema entraron exultantes al vestuario del Sun Life Stadium de Miami. Acababan de golear al Chelsea de José Mourinho en un amistoso de verano y repetían una y otra vez, a grandes voces, la conclusión colectiva a la que habían llegado al cabo de años de represión: “¡Si Florentino hubiese echado a Mourinho en enero el Madrid ahora tendría diez Copas de Europa! ¡A ver si el presi toma nota!”.

Mourinho acusó a los jugadores de perder la Champions en 2013 por algo más que una negligencia. Con el inicio de la nueva etapa, ya con Ancelotti como entrenador, la gran mayoría se propuso ganar el título para demostrar que si no lo conquistaron antes fue por culpa de la incompetencia del mánager que les acusó ante el público y el presidente de sabotear el proyecto, el hombre que filtró que eran “ovejas negras”, unos traidores.

→ Schalke, 1; Real Madrid, 6. En Gelsenkirchen, Ancelotti confesó a los empleados del club que se había percatado de que sus jugadores competían con un estímulo extraordinario. En la concentración previa al partido la comidilla de los futbolistas fue la aparición de Mourinho en una televisión diciendo que Eto’o, su delantero en el Chelsea, era demasiado viejo para ofrecer garantías. “Ya se está sabiendo quién es Mourinho”, decían, “¡a este ya lo están poniendo en su sitio!”. Ancelotti se persuadió de que ahí había una rabia invencible. El sueño de todo motivador.

Ancelotti supo que Casillas, Ramos, Carvajal, Jesé, Morata, Benzema, Marcelo, Pepe y Cristiano habían tenido graves dificultades con su antecesor. Comprendió también que los dos centrales —Pepe y Ramos— tiraban del equipo porque eran los que más deseos de revancha expresaban. Oyó a jugadores decir que con una goleada al Schalke descubrían al tirano: le metieron seis (1-6). “Vi que de esto me podría aprovechar para el bien del equipo”, confesó el técnico a un ayudante. “Me di cuenta de que el primer año podía ser muy bueno”.

Real Madrid, 1; Bayern, 0. Ancelotti se frotó las manos ante la efervescencia que percibió en sus muchachos tras disputar la ida de las semifinales. “No es solo un problema de táctica”, dijo en conferencia de prensa. “Es cuestión de sacrificio, cuestión mental, de ganas, de carácter. No sé por qué exactamente pero tenemos muchas ganas. Puede ser que juguemos bien, que suframos, que fallemos. Pero las ganas en el vestuario son muy grandes. Los jugadores de más experiencia empujan a los demás. Veo un ambiente muy positivo”.

→ Bayern, 0; Real Madrid, 4. José Ángel Sánchez, el director general ejecutivo del club, sostuvo que el trabajo táctico de Mourinho generó unos mecanismos de los que se aprovechó Ancelotti para hacer del Madrid un sólido equipo contragolpeador. La teoría tenía su fundamento. Pero repetida a distintos periodistas durante meses, y luego conocida por el vestuario, trasladó a los futbolistas la sensación de que la directiva atribuía todo el éxito a Mourinho —y restaba méritos a Ancelotti— para justificar el respaldo férreo que le brindaron durante tres años. Los jugadores hicieron risas con el asunto. Bromearon remedando a Sánchez, que hablaba de “Jose” cuando se refería a Mourinho. “¡Ya sabéis!”, decían, “¡esto es gracias a Jose!”. La chanza viajó de Múnich a Madrid pasando por Lisboa. “¿Dónde está la Copa de Jose?”. Pocos motores como la risa para activar a un equipo.

→ Real Madrid, 4; Atlético, 1. En 2014 Florentino Pérez no se reunió con Ancelotti para hablar con profundidad hasta que ganó la Décima. Mientras tanto, envió a sus emisarios. Eso pensó Ancelotti cuando la semana antes de la final unos funcionarios próximos al presidente le visitaron y, subrepticiamente, le hicieron sugerencias tácticas. Le indicaron que sería fantástico que el Madrid presionase en campo contrario para dominar al Atlético con un fútbol elaborado. De ese modo, dijeron, los centrocampistas harían menos recorridos y Cristiano y Bale estarían más cerca de la portería, potenciando así su poder rematador. Ancelotti les apuntó que ese plan sería perfecto de no ser por un problema que ya les había señalado con anterioridad y —por lo visto— no acababan de comprender: Bale y Cristiano se ahogaban cada vez que el equipo jugaba en espacios reducidos. El técnico advirtió que si querían jugar así debían fichar como el Barça, a delanteros especializados en atacar sin espacios. Los delanteros del Madrid eran maravillosos por muchas razones pero, sin praderas para correr, presionando contra dos líneas de rivales, se expondrían a todo aquello que no saben interpretar porque deberían desmarcarse, regatear en corto y generar líneas de pases con movimientos sin balón. El técnico expuso que el Madrid le cedería el balón y el terreno al Atlético porque solo así sus jugadores demostrarían todo su talento. Los emisarios callaron y se fueron.

→ Destino y brujería. Supersticiosos por naturaleza, los jugadores advertían en cada incidente que el destino les reservaba la vindicación. Desde los sorteos de octavos y cuartos —les asignaron los equipos más asequibles del bombo— hasta la ausencia de Arbeloa y Alonso —los últimos mourinhistas de la plantillaen la final. Y, para terminar, el gol de Ramos. Precisamente Ramos, que, con Varane y Cristiano lesionados, era el único madridista en el campo que podía cabecear ese córner con verdadero peligro en el minuto 93. Casi fuera de hora. Pura brujería.

→ Demostración. Pepe, Ramos y Marcelo resolvieron hacer un acto público de apoyo a Ancelotti tras el partido en el Estadio de la Luz. Les acompañaron, sin saber muy bien por qué, Khedira, Modric, y Morata. Así fue como sorprendieron al técnico durante la conferencia de prensa. “¡Cómo no te voy a querer!”, le gritaban, "¡cómo no te voy a querer!". De este modo, el mundo sabría quién había sido el verdadero artífice, el aglutinador, el líder que los condujo a la Copa de Jose.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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