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Una raqueta sorda

El español prepara su partido de hoy con Lajovic entrenándose con Duck Hee Lee, un talento de 16 años que no oye y apenas habla

Juan José Mateo
Nadal, durante un entrenamiento en París.
Nadal, durante un entrenamiento en París. GONZALO FUENTES (REUTERS)

Todo se hace con gestos. Pedir que comiencen los saques. Que se entrenen los restos. Que arranquen los remates. Hay manos moviéndose todo el rato, gestos firmes, que intentan contar mucho con poco. Duck Hee Lee lo mira todo con los ojos abiertos: se está entrenando con Rafael Nadal y es sordo. Él es quien ayuda al mallorquín a preparar el duelo de octavos de hoy contra el serbio Lajovic, el número 83 del mundo, al que acude con problemas en la espalda y sin casi practicar el servicio con el prometedor surcoreano: a los 16 años, el chico de Jechon City ya tiene puntos ATP (es el número 696 del mundo) y se ríe con su voz rota (apenas habla) cuando terminan los intercambios con el número uno, impresionado por su fuerza.

Así se forma el vínculo y se llega hasta el entrenamiento. Hee Lee se entrena en la Academia que Francis Roig, según técnico del campeón de 13 grandes, tiene en Barcelona. Durante la semana, Carlos Costa, agente del número uno, recibe un email suyo avisándole de que el surcoreano está en París, y disponible para cualquier entrenamiento si se le necesita. Marc López, uno de los compañeros de prácticas más habituales de Nadal, no puede acudir a la cita el domingo. Es la oportunidad de Hee Lee, que ya se había entrenado otra vez con el español en 2013. “Su historia es una historia inspiradora”, dijo entonces el campeón.

Y a las pistas del Jean Bouin, fuera de Roland Garros, que llega el adolescente rodeado de acompañantes y de cámaras dispuestas a inmortalizar el instante. Jugar al tenis sin sonido es como pilotar un avión con una sola mano: una desventaja clara, pero no algo imposible. Lee no puede escuchar el golpe de su rival, que tanta información transmite sobre la fuerza y el tipo de tiro que se le viene encima (no suena igual un cañonazo que un liftado, por ejemplo). Tampoco escucha a los jueces de línea, por lo que compite bolas que ya hace tiempo que fueron juzgadas como malas. Él lo ve de otra forma. No escuchar nada, dice, es una ventaja: “Me puedo concentrar únicamente en mi juego”, le contó en una ocasión a Reuters. Con él, y sin casi sacar para proteger su dolorida espalda, prepara Nadal su partido de octavos.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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