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El reloj angustia a Federer

Al borde de los 33 años, el genial suizo se inclina en octavos de final frente a Gulbis

J. J. MATEO
Roger Federer intenta recuperar una bola ante Gulbis.
Roger Federer intenta recuperar una bola ante Gulbis. Matthew Stockman (Getty Images)

Este es un genio que lucha contra las leyes de la naturaleza, un tenista de leyenda que le echa un pulso a la guadaña del tiempo. Camino de los 33 años, que cumplirá en agosto, Roger Federer cedió ayer 7-6, 6-7, 2-6, 6-4 y 3-6 ante el letón Ernest Gulbis en octavos de Roland Garros. Su derrota no provocó ningún terremoto, ni sacudió los cimientos del torneo. En los últimos cuatro grandes, el campeón de 17 torneos del Grand Slam ha perdido antes de cuartos en tres ocasiones, y solo en la que avanzó más lejos se inclinó ante un rival de renombre: con la excepción de las semifinales que perdió este invierno en el Abierto de Australia (Rafael Nadal), sus otros verdugos han sido tenistas que ni siquiera estaban entre los 15 mejores del mundo (Gulbis, Tommy Robredo y Sergiy Stakhovsky). Una losa para Federer, un padre de cuatro niños que sabe que lucha contra una estadística implacable: en lo que va de siglo XXI, solo Andre Agassi fue capaz de celebrar un torneo del Grand Slam después de los 32 años, y en las últimas 42 temporadas nadie levantó los brazos pasada la frontera de las 33 primaveras.

“Esta es la más decepcionante de todas esas derrotas”, admitió el suizo, al que se le escapó el partido cuando falló un remate franco que debía haberle dado dos sets de ventaja (7-6, 5-3 y 40-15). “Estoy muy decepcionado”, contó con el gesto serio que acompaña a la derrota. “Siento muchos remordimientos. De mi lado, solo hubiera deseado jugar un poco mejor. No cerré el segundo set y las cosas se pusieron duras”, añadió. “Seguí luchando, pero Ernest hizo un buen trabajo manteniendo el ritmo con el saque y con el revés. Debí haberlo hecho un poco mejor desde el fondo de pista, ponerle más presión, pero no supe cómo durante mucho tiempo”, reconoció sin reparos. “Físicamente estaba bien, mentalmente estaba listo para la batalla, pero no conseguí entrar en sus juegos al saque. Cuando penetras en un quinto set, los márgenes son muy estrechos. Hay que crear oportunidades, y él lo hizo mejor”.

Federer se despidió de París sintenerun arranque de épica. Aunque de un campeón de su estatura se puede esperar cualquier cosa, porque para eso está su sacrosanta hierba a la vuelta de la esquina y tiene un currículo inigualable; los datos cuentan que no celebra un torneo de la máxima categoría desde 2012 (Wimbledon) y que no se asoma a la final de París desde 2011. Tras un buen arranque de 2014, los cinco sets volvieron a hacérsele demasiado largos y cedió ante Gulbis, atrapado por una telaraña que antes solo conseguía imponerle Nadal.

“Federer es humano. Yo tenía un plan claro: jugar contra su revés, porque ahí comete errores y porque yo iba de mi tiro más fuerte, el revés cruzado, al más débil suyo”, explicó Gulbis, abucheado por el público, que se volcó intentando rescatar al suizo (“¡Roger! ¡Roger!”, rugía la grada). “Ganar a Roger Federer, a cinco sets, eso es muy grande para mi confianza”, se felicitó el letón, el número 17, tras citarse con Berdych. “Intenté no mostrar muchas emociones, no darle muchas razones para silbar al público, porque sé cómo es el público parisino, un público duro… Apenas dejé una raqueta rota, pero eso para mí no es mucho. Es una cuestión de respeto por las pistas. Rompo una por cada pista”, bromeó.

Mientras Gulbis hacía chistes, los dos grandes candidatos al título vivían con máxima seriedad la jornada. Novak Djokovic abusó en octavos de Jo-Wilfried Tsonga (6-1, 6-4 y 6-1), con lo que luchará por las semifinales con Milos Raonic, que le dio un buen susto en el Masters 1.000 de, que le dio un buen susto en Roma. Rafael Nadal, por su parte, preparó su partido de hoy con el serbio Lajovic (Eurosport, a las 13.00 aproximadamente) entre grandes precauciones. El número uno, al que le duele la espalda, se entrenó con el surcoreano Lee Duck-hee, una promesa del tenis, que es sordo. Apenas sacó tres minutos, solo en una dirección, y sin aplicar la intensidad que distingue a los que están libres de dolores. Así afronta Nadal la defensa de su templo: a punto de cumplir 28 años, preocupado por su espalda, y con Gulbis recordándole lo que ya sabe desde hace mucho. Su Némesis ya no es Federer, sino Djokovic.

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Sobre la firma

J. J. MATEO
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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