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El primer duelo verdadero

Contador resiste los demarrajes de Froome en las montañas

Carlos Arribas
Contador, a rueda de Froome en la subida del col del Béal.
Contador, a rueda de Froome en la subida del col del Béal.LIONEL BONAVENTURE (AFP)

La víspera del Ventoux, el Tour pasado, cuando Contador no era Contador, Chris Froome se le acercó, ingenuo, y le preguntó qué opinaba de la subida. "Bah", le dijo el chico de Pinto. "El Ventoux tiene un problema y es que cuando llega la parte más dura siempre sopla el viento de cara, con lo que es muy difícil abrir hueco y soltar a cualquiera que se pegue a la rueda". Menos ingenuo de lo que parecía, al día siguiente Froome atacó a Contador en la zona de recuperación que precede al Chalet Reynard, aún en el bosque, aún lejos del paisaje lunar y el viento de cara. Sorprendido, Contador no pudo responder al ataque. Se sentó en la bici, se agarró a la rueda regular de Mikel Nieve, y pasó el día. Ayer, no tan lejos de allí, ni muy lejos del Puy de Dôme, en el macizo del Forez, subiendo el col del Béal, la rueda regular de Nieve guiaba la pedaladas de Froome, su nuevo patrón, que sudaba como todos el calor asfixiante de la caldera verde -la mayoría de los maillots oscuros lucían cercos de sal, sedimentos del sudor que los había empapado--, pero escalaba como ninguno. Y a su rueda, Contador, que ya es Contador. Los dos, el ganador del Tour del 13 y el que será su gran rival en el 14, estaban preparados para el que debería ser su primer gran duelo en montaña. Y ninguno de los dos, campeones ambos, renegó de su obligación, de su orgullo.

Cuando Nieve no pudo más, cuando tras sus dos kilómetros de trabajo detrás no quedaba más de una docena de corredores, Froome se levantó sobre los pedales y esprintó. Quedana poco más de cinco kilómetros para la meta. Solo Contador resistió. Nibali mostró rápido su debilidad, su falta de agilidad. Froome levantó el pie y se preparó para un nuevo ataque, y para un tercero. Y a los tres respondió Contador, que vuelve a ser Contador. El resto de la subida fue un festival de intentos de los del segundo pelotón —Kelderman, Talansky...—, que fueron reducidos por el solo Froome, quien en ningún momento, puro orgullo, dejó de ejercer de líder generoso. Y a su rueda siempre Contador, quien, pese al derroche de Froome, exhausto en los últimos metros, no logró adelantarlo para ganar la etapa y la bonificación.

Si para muchos, lo que ocurrió en el Béal —y lo que ocurrirá el fin de semana en los Alpes, tras pasar el viernes por el descenso del Manse, junto a Gap, donde el pasado Tour saltaron chispas entre Froome y Contador — no es más que un tráiler de lo que sucederá en julio en el Tour (y un aviso de que quizás la grande boucle solo se resolverá en la contrarreloj de 54 kilómetros del penúltimo día), para Froome fue la primera vez que pudo comprobar “la dureza” de escalador de Contador, del verdadero Contador.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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