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Scolari, cerca y lejos del pueblo

El técnico dice que pretende acercar Brasil a la hinchada, pero mantiene al equipo aislado en su lugar de concentración

Marcelo y Neymar, durante un entrenamiento.Foto: atlas
Ladislao J. Moñino

Por encima del lago Comary, recortando las siluetas de las montañas que los conquistadores portugueses denominaron la Sierra de los Órganos, asoma una formación rocosa longilínea de 1.651 metros de altura que asemeja un dedo índice.

La imponente silueta, abrigada hasta su mitad por la frondosa mata atlántica que conforma un paradisiaco parque nacional, se avista desde las modernas instalaciones de Granja Comary. Allí, a las afueras de Teresópolis, con ese Dedo de Dios como testigo silencioso, la popularidad de Luiz Felipe Scolari se debate con una contradicción sobre su discurso de cercanía hacia la hinchada. Le preocupa al seleccionador brasileño transmitir la imagen de que él y sus jugadores son una selección alejada del pueblo, distante de sus emociones, pero también demanda tranquilidad para poder trabajar ante el exigente reto de hacer hexacampeón del mundo a Brasil en su propio país.

La cerrazón, sobre todo para los medios de comunicación, no llega a los extremos paranoicos de Carlos Dunga durante el Mundial de Suráfrica, ni al circo pagado que fue la concentración brasileña en el de Alemania 2006, donde los aficionados pagaban por ver los entrenamientos. La cuestión para Felipao es cómo combinar su populismo con el aislamiento que pretende.

Scolari, en rueda de prensa.
Scolari, en rueda de prensa.Hassan Ammar (AP)

“¡Scolari, libera a Brasil!”, gritaban el domingo un centenar de teresopolitanos en la puerta de la Granja Comary, deseosos de contemplar de cerca a sus ídolos. Ellos no tienen la suerte de vivir en la urbanización privada que linda con uno de los campos de entrenamiento. De allí, de entre esos aproximadamente 300 seguidores privilegiados, emergió un niño a la caza de un autógrafo de Neymar. El chico pudo quebrar al primer guardia de seguridad y se quedó paralizado ante la fornida silueta del segundo. Fue entonces cuando la estrella brasileña del Barcelona protagonizó con espontaneidad ese acercamiento al pueblo que pretende Scolari. Neymar fue hacia el crío y le pasó un balón que condujo hasta un grupo de jugadores en el que se encontraban Marcelo, Thiago Silva y Dante. La criatura, emocionada, se fotografió con ellos y regresó junto a sus padres, que intentan sacarle réditos al Mundial con un puesto de camisetas a la entrada de la turística Teresópolis. Esta ha sido hasta ahora la gran escena que se ha vivido en las dos semanas que Brasil lleva enclaustrada.

1.300 periodistas se han instalado en la tranquila Teresópolis, a 100 kilómetros de Río

Fueron Scolari y Carlos Alberto Parreira, director técnico de la Seleçao, los que exigieron a la Confederación Brasileña la remodelación de unas instalaciones que se habían quedado obsoletas. Reclamaron un espacio moderno y funcional y el complejo ahora reúne todas las condiciones de un centro de alto rendimiento. Lo que no pudieron conseguir fue que se levantara un muro que hubiera impedido la visión de los entrenamientos a los vecinos de la residencia. Estos, tras una reunión con las autoridades locales, evitaron el alzamiento de una pared divisoria que les hubiera impedido ser los únicos espectadores de a pie que pueden seguir los entrenamientos de los pentacampeones. Las sesiones son seguidas por esos pocos afortunados y un ejército de 1.300 periodistas que se han instalado en Teresópolis.

La ciudad, situada a 100 kilómetros de Río de Janeiro, es un oasis de tranquilidad, alejada del ruido de las protestas contra la organización de la Copa que invade a las grandes metrópolis. Solo el día que la selección se instaló hubo una centena de manifestantes. Desde entonces, las calles están tomadas por los colores verde y amarillo y por turistas que las recorren como si vivieran en otro Brasil. Las villas que rodean Granja Comary hablan de un lugar de recreo de las clases pudientes de Rio de Janeiro que buscan en la montaña un clima más agradable. Allí, Scolari, con el Dedo de Dios como testigo, trata de ligar concentración con proximidad a la torcida. Un imposible, porque las propias instalaciones impiden albergar a los aficionados por falta de gradas.

Alves protege a Neymar

Volcado como protector de Neymar, Dani Alves trata de quitarle presión al jugador que todos señalan como indispensable para que Brasil conquiste su Mundial. En los dos amistosos disputados ante Panamá y Serbia, la selección de Scolari dejó la sensación de tener una dependencia vital de su joven estrella, aunque Alves lo niegue. “No dependemos de él, aunque es cierto que es nuestro hecho diferencial”, asegura.

A diferencia de Pelé, que prefiere una final con Uruguay, Alves expresó su deseo de verse con la Argentina de Messi en la final: “Es un clásico, jugamos en casa y ganar la Copa del Mundo contra un rival así me da una satisfacción especial. Ellos, junto a nosotros, España y Alemania son los favoritos”.

Alves pidió respeto para España, “es la campeona”, y reveló que no se comunica con sus compañeros de la roja: “Mis compañeros en el Barça ahora son rivales, sólo me preocupa la Copa y no hablo con ellos”.

“Las lecturas tienen que empezar a hacerse desde ahora y hasta el final. El partido inaugural contra Croacia no sólo vale tres puntos, vale también para mandar un recado a los futuros rivales, es el partido más importante del Mundial junto con la final”, concluyó.

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Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

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