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Cristiano y la mochila de Eusebio

Mientras el astro, dolido en la rodilla izquierda, lleva a cuestas la comparación con el mito de La Pantera Negra, Portugal arranca hoy contra una Alemania refinada por Löw

José Sámano
Cristiano Ronaldo, durante un entrenamiento mundialista con Portugal
Cristiano Ronaldo, durante un entrenamiento mundialista con Portugaljose sena goulao (EFE)

Como cúspide del fútbol que es, todo Mundial necesita a los mejores. Es la gran pasarela de este juego, pero en un deporte colectivo no todos los grandes han logrado pasearse por ella. Di Stéfano es el más claro ejemplo, aunque no el único. Al nivel de La Saeta, en el olimpo mundialista no solo falta Messi, sino también el elixir de Cristiano Ronaldo, que afronta desde hoy su tercer campeonato con un triple reto: imponerse a su hercúleo cuerpo, que por primera vez anda maltrecho, encumbrar a una Portugal que desde el mítico Eusebio no ha logrado superar el tercer puesto de 1966, y dejar su sello personal en un torneo que se le resiste más de la cuenta, con solo dos goles en diez partidos, uno a Corea del Norte y otro a Irán de penalti. Puro fogueo, ni migajas cuando se refiere a un futbolista tan sublime.

Víctima de un calendario abusivo a CR le ha fallado su imponente chasis

En los últimos tiempos, víctima de la sobrecarga de un calendario abusivo, a Cristiano le ha fallado lo que menos esperaba, su imponente chasis. Ha llegado justo al fin de curso, con algunas cornadas en el rotuliano de la rodilla izquierda. Pero el siete no es de los que se reprime cuando hay una cartelera por delante, aunque se trate de un partido telonero. Y ya no digamos si lo que toca es un Mundial y un estreno ante Alemania, favorita perpetua en esto del fútbol, una elegida entre esas selecciones que siempre, estén como estén, provocan mal de altura en sus adversarios. Desde la concentración lusa, donde Cristiano ha tenido a todos en vilo, ya se han apresurado a deslizar que su estrella jugará.

Convertido ya en el máximo goleador de Portugal con 49 goles en 110 partidos, su promedio (0,44) aún dista del de Eusebio (0,64), referencia evocadora indiscutible cuando el equipo luso afronta un Mundial. Si Messi lleva a cuestas a Maradona, en Portugal la sombra de Eusebio sobre Cristiano no es menos alargada.

Cristiano Ronaldo, rodeado de sus compañeros durante un entrenamiento con Portugal
Cristiano Ronaldo, rodeado de sus compañeros durante un entrenamiento con PortugalPaulo Duarte (AP)

El mozambiqueño, fallecido el pasado mes de enero a los 71 años, es el único que aún desplaza a Cristiano de la portada portuguesa de cualquier gran evento, para estímulo del madridista, tan competente como narciso para los récords individuales. Eusebio, aquel chico pobre nacido en el barrio de Mafalala, en lo que hoy es Maputo, que perdió a su padre con ocho años y jugaba al fútbol descalzo por los arrabales, fue captado por el radar del Benfica y su vida, su destino, dio un volantazo. En el Campeonato del Mundo de 1966, su impacto fue descomunal. Era el debú portugués en los Mundiales, donde no se le resistía una plaza pese a ser un equipo con recorrido. Un conjunto cuyo estreno internacional data de diciembre de 1921, con una derrota por 3-1 en Madrid ante España. Una selección añeja que se quedaba por el camino de los Mundiales, hasta que Eusebio le puso en danza y anotó nueve tantos en el torneo de Inglaterra, donde solo el anfitrión apeó a su equipo de la final, y ya en semifinales. Aquel tercer puesto aún es el techo portugués.

En Cristiano hay mucho de Eusebio. También llegó del Portugal más lejano, de Madeira, y como La Pantera Negra también se quedó sin la figura paterna, aunque en su caso con 20 años. Si Eusebio fue un certamen de velocidad con un fusil de asalto en la puntera derecha, Cristiano es lo más parecido que ha alumbrado Portugal. El uno y el otro también tienen el Balón de Oro. Es el Mundial lo que les aleja, y bien lo sabe Cristiano, tan febril en lo colectivo como en los solos.

Con 49 goles en 110 partidos, su promedio (0,44) aún dista del de la leyenda (0,64)

El tránsito de CR por la escena internacional no ha sido tan expansivo como en sus clubes. Ya comenzó con mal fario, al estrenarse en un partido oficial en el primero que jugaron los lusos en su Eurocopa de 2004. El final fue un espanto para Cristiano y los suyos, doblegados en su casa por Grecia. Desde aquel sonoro petardazo, el madridista ha logrado alcanzar la semifinal de Alemania 2006 (cayó 1-0 con Francia) y los octavos de Sudáfrica 2010 (perdió 1-0 con España). Por el camino, otro tiro al poste contra La Roja: la semifinal de la Eurocopa 2012.

Ahora tiene otra oportunidad. La exigencia es máxima. Hoy la cita con Alemania, a la que Joachim Löw intenta e intenta dar el sello refinado de Lahm, Özil, Götze, Kroos y el resto de su columna de centrocampistas. Una Alemania más sutil en el tránsito que ya no todo lo fía a su armadura física. Por eso, Löw advertía estos días de que vislumbra un duelo en el que su equipo sea quien articule el juego, quien domine la posesión. Pero Löw no es un novato y tiene claro ante quién se la juega: “Portugal es el campeón del mundo a la contra”. Con Cristiano en plenitud, y es difícil que capitule, casi seguro. Y más si en su punto de mira está el gran Eusebio.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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