_
_
_
_
_

Los himnos también juegan su Mundial

La mayoría de los Estados implantan desde el colegio el aprendizaje de la canción nacional

Francisco Peregil
Neymar y Alves escuchan el himno de Brasil antes de medirse a México
Neymar y Alves escuchan el himno de Brasil antes de medirse a MéxicoKai Fösterling (EFE)

En un Mundial el himno no es solo el símbolo oficial del país. Sus notas pueden convertirse en la primera jugada con la que los futbolistas y su afición pueden tomar impulso hacia la portería contraria. En el partido que enfrentó a España y Chile el público español coreaba su himno como siempre: Lo-lo, lo-loooo... Así es como habían venido triunfando hasta ahora. Sergio Ramos miraba al cielo, en la misma actitud que solía mostrar su compañero Raúl. Y Piqué mascaba chicle. Al rato, los chilenos entonaron el suyo con la mano en el corazón. El himno de España ha sido uno de los más abucheados dentro de su propio país. Era un toque militar compuesto en 1761 que se conocía como Marcha Granadera. Después comenzó a llamarse Marcha Real porque se interpretaba en los actos donde asistían los monarcas. El Gobierno de la II República española (1931-1939) lo abolió y el dictador Francisco Franco lo restableció en 1937.

Como nunca tuvo letra, entre los niños de hace más de 30 años se hizo famoso aquel estribillo de "Franco, Franco que tiene el culo blanco porque su mujer lo lava con Ariel…". Ese pasado franquista hizo que buena parte de la población no se identificase con él. Los reclamos independentistas de Cataluña y el País Vasco también encontraron en el himno un blanco fácil al que atacar. En la final de la Copa del Rey de 2009 entre el Barcelona y el Athletic de Bilbao las dos aficiones recibieron el himno con una estruendosa pitada que fue censurada por Televisión Española. En 2012 se volvieron a enfrentar los dos equipos en otra final y las dos aficiones volvieron a abuchear el himno. En Chile, sería inconcebible un hecho semejante. Tal como relató Jorge Valdano en este diario, Chile cantó su himno "como quien sale a invadir, no como quien sale a jugar. Y realizó un partido coherente con ese entusiasmo patrio". En Chile, como en la mayoría de los países latinoamericanos, el himno se aprende en la escuela. Casi todos los chilenos se identifican con él, al margen de su ideología. Y cada uno refuerza la parte que más le conviene. A Pinochet le gustaba eso de "Vuestros nombres, valientes soldados / que habéis sido de Chile el sostén". Y la gente de izquierda resaltaba aquello de "O el asilo contra la opresión" y lo remataban con la palabra "revolución".

En Brasil también se enseña en las escuelas. Pero la letra es de un portugués casi arcaico y casi nadie la sabe cantar correctamente. Sin embargo, hay un sentimiento general de orgullo por la melodía. Así que casi todo brasileño se emociona con ella, sin distinciones políticas. En este Mundial se ha puesto de moda que los jugadores y su público lo canten a capela, cuando ya la orquesta ha terminado su parte. El fenómeno sucedió por primera vez el 19 de junio de 2013, en Fortaleza, en el segundo partido de la Copa Confederaciones, en plena ola de protestas contra los aumentos en las tarifas del transporte y los gastos excesivos en el Mundial. De pronto, cantar el himno se convirtió más que nunca en un acto de reafirmación patriótica. Y ahora, una vez que la orquesta termina su parte, el público sigue cantando una letra que casi nadie se sabía y los jugadores la acompañan emocionados. Neymar, en el partido contra México, disputado precisamente en Fortaleza, rompió a llorar cuando lo cantaba; los narradores de los canales brasileños lloran, llora Ronaldo como comentarista y lloran algunos periodistas extranjeros impresionados por el impacto de 60.000 voces unidas sin ayuda de instrumentos.

Los jugadores no han tenido más remedio que aprenderse la letra. En México, el himno es también una de las cosas más sagradas. En la escuela se aprende una versión de cuatro estrofas que es la que suele cantarse, porque la original tiene diez. Hace décadas en México triunfó una leyenda urbana según la cual a finales del siglo XIX el himno mexicano había quedado en segundo lugar en un concurso de París. El primer lugar fue para la Marsellesa. Lo malo es que la misma leyenda triunfó en otros países del continente, como Bolivia, Brasil y Perú. Lo cuenta el peruano Daniel Titinger López en su libro Dios es peruano. En Perú, el himno se empieza a cantar en los jardines de infancia, en las escuelas del Estado y bastante menos en los colegios particulares. Así que en las clases más humildes casi todo el mundo conoce los versos de "Somos libres, seámoslo siempre / seámoslo siempre". Antes solía cantarse con la mano en el pecho, pero ya solo lo hacen los militares como el presidente Ollanta Humala. En Uruguay, los niños entre 6 y 11 años tienen que saberse el himno y jurar la bandera el 19 de junio. A cambio obtienen un documento oficial. No jurar la bandera impide obtener títulos profesionales o acceder a los puestos de la Administración Pública. En Europa suele haber más distanciamiento. En Holanda, por ejemplo, a pesar de que cuenta con el himno nacional más antiguo del mundo -Wilhelmus, El Guillermo- el 40% de la población no se lo sabe, según un sondeo publicado por los Ferrocarriles nacionales el pasado 2 de junio. Y el 60% restante es capaz de tararear, con más o menos dificultades, la primera de sus 15 estrofas. No se aprende en las escuelas, pero un 73% considera "importante" conocerlo. En este Mundial los jugadores de la selección lo cantaban con bastante determinación.

Los futbolistas de la selección de Brasil cantan el himno a capela junto a la afición. La emoción ha hecho llorar a Neymar, a periodistas y a Ronaldo, como comentarista

Los jugadores de la selección italiana lo cantan con mucha convicción. Pero esto es así desde hace tan solo unos años. Y empezaron a cantarlo con convicción precisamente porque recibieron críticas por no cantarlo. En Alemania, a pesar de haber ganado tres veces el mundial, haber quedado cuatro veces subcampeona y otras cuatro en el tercer puesto, el himno dista mucho de ser venerado como en otros países de América. Un joven que ronde la veintena puede recordar haber aprendido en la escuela -y cantado- la tercera estrofa de Das Deutschlandlied (La Canción de Alemania) que tras la II Guerra Mundial se convirtió en el himno. Pero ese mismo veinteañero reconoce que sería incapaz de repetir al completo la letra que acompaña esta melodía de Joseph Haydn. Los franceses aprenden La Marsellesa en el colegio y la cantan en el fútbol y en el rugby cuando su selección va ganando. Casi todo el mundo se sabe toda la letra y sobre todo los versos que dicen: "Vamos, hijos de la patria, el día de gloria ha llegado". Se canta también en los mítines y en los actos oficiales importantes. El ultraderechista Frente Nacional acusa a los jugadores de la selección de origen magrebí y africano de no sabérselo. Y algunos de los más destacados, como Karim Benzema, se niegan a cantarlo.

En una nación de dimensiones continentales como Estados Unidos,  la identificación con el himno y la bandera, es uno de los poco hilos —fino pero sólido— que cohesiona al país

En Estados Unidos, sin embargo, el Star spangled banner (La bandera cubierta de estrellas) se canta al inicio de cualquier competición deportiva. No solo los deportistas, sino el público, en pie y con la mano en el pecho, entona la primera estrofa, la más famosa y la que los ciudadanos memorizan. Esta canción que el Congreso de EE UU no declaró oficialmente himno hasta 1931 suele ser interpretada en las competiciones por cantantes conocidos, promesas musicales, niños prodigio, y en todos los estilos: a capela, soul, operístico… No se cantan en las escuelas públicas, donde en cambio cada día, antes de comenzar las clases, los alumnos, a partir de los 5 años, recitan la ‘Jura de fidelidad’ a la bandera de las 13 barras (por el número de colonias que se independizaron de Gran Bretaña en 1776) y 50 estrellas (por el número de Estados). En una nación de dimensiones continentales como EE UU, y diverso en etnias, religiones y lenguas, el patriotismo, la identificación con el himno y la bandera, es uno de los pocos hilos —fino pero sólido— que cohesiona al país. Todos, blancos y negros, hispanos y anglos, pueden vibrar con el último verso, el más conocido y citado del himno, que describe EE UU como "la tierra de los libres y la patria de los valientes".

En Colombia los niños se aprenden en el colegio las 11 estrofas del himno y suele cantarse en los actos oficiales con la mano en el pecho. Miles de colombianos lloraron de emoción cuando Nairo Quintana subió al podio como campeón del Giro de Italia. En Bolivia, que no se clasificó para el Mundial, se canta también desde la guardería. Cuando suenan sus notas es una de las pocas veces en que muchos hombres y mujeres indígenas dejan al descubierto sus cabezas. Evo Morales lo canta con el brazo izquierdo en alto con el puño cerrado y la mano derecha entre el corazón y el estómago. Pero su estilo solo ha cundido entre los miembros del Gobierno.

En Venezuela, que tampoco compite en el Mundial, el himno está por encima de las divisiones entre chavistas y opositores. El presidente democristiano Luis Herrera Campins (1979-1983), decretó que el himno fuera difundido por radio y televisión a medianoche y al mediodía. Ese decreto se cumplió con muchos altibajos en administraciones posteriores, hasta que Hugo Chávez lo rescató desde 1998. Los juegos de la liga profesional del béisbol, el deporte más popular entre los venezolanos, siempre inician precedidos por "las gloriosas notas del Himno Nacional de Venezuela" como reza una fórmula acuñada por los locutores y presentadores de todos los estadios. En los actos políticos, mítines y asambleas se suelen incluir el himno nacional, ya sean de chavistas o de la oposición.

En Ecuador todo el mundo se lo sabe de memoria. En la escuela está instaurado lo que se conoce como el lunes cívico: los alumnos acuden con su uniforme más formal y se disponen en fila en el patio a primera hora de la mañana, se iza la bandera y se canta el himno con la mano en el corazón. En las guarderías de Argentina suena el himno, pero en muchas de ellas no se enseña la letra. En primaria, sí. La mayoría de los argentinos se saben su versión corta. Pero Messi se vio en el ojo del huracán cuando las cámaras lo enfocaron hace cuatro años sin cantar el himno. Su padre, Jorge Messi, alegó: "Cuando yo voy a la iglesia rezo en voz baja. No necesito que la gente me mire como rezo". Y el jugador de baloncesto Luis Scola declaró: "Estoy escuchando por radio críticas a Messi por no cantar el himno ¿es un chiste? ¡Qué ridículo! Déjenlo en paz por dios. Yo, por ejemplo, no lo canto nunca. No me gusta cantar. Pero claro, no tengo 30 millones de ojos encima, ni 3, ja". Ahora, en Brasil solo suena la introducción musical. Con lo cual, la hinchada corea el himno con un "ooo" prolongado, la cámara de la Televisión Pública argentina enfoca a un Messi emocionado de ojos brillantes, como sucedió contra Bosnia… Y todos contentos.

Este artículo se ha elaborado con la colaboración de los corresponsales de América y Europa.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_