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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Palabra de Messi

Por la senda de Neymar, Robben y Benzema, las primeras luces del campeonato, golazo a golazo se añade Messi, que argumenta así por qué tiene mando en plaza fuera y dentro de la cancha.

José Sámano
Lionel Messi celebrando su gol.
Lionel Messi celebrando su gol. ADRIAN DENNIS (AFP)

Por la senda de Neymar, Robben y Benzema, las primeras luces del campeonato, golazo a golazo se añade Messi, que argumenta así por qué tiene mando en plaza fuera y dentro de la cancha. Nunca fue un líder, pero acumula cada vez más cargos: capitán, diez —como si ese número lo hubiera escrito la mismísima mano de dios—y ahora entrenador. Para medirse a Irán, el barcelonista pregonó un 4-3-3 que más bien fue un 4-3-Messi-2, con Sabella, su técnico, bien cuadrado. No es el primer caso, ni mucho menos, de una estrella que decide a qué método servir con su desbordante talento, como esos artistas que eligen para quién pintar o componer, dónde y cuándo. Los divos deciden el menú y no conviene contradecirles, no sea que no froten la lámpara por un berrinche.

Al chico siempre hubo que interpretarle, pero esta vez se ha pronunciado en público

Messi no es un producto de Sabella y la misión crucial de todo entrenador de Argentina es encontrar el ecosistema adecuado para su eminencia. Son contadísimos los técnicos que lo han conseguido. Ese sería el mayor acierto del preparador argentino, no imponer su criterio. Cuando un técnico se maneja con maradonas, messis o cruyffs esa es su gran suerte si acepta su papel secundario o su gran cruz si quiere dar sombra al astro. Bien saben en los banquillos que la hinchada no suele dudar en caso de disparidad. En el caso de Sabella, su fortuna es todavía mayor que la de otros que han convivido con Leo. Al chico siempre hubo que interpretarle, porque a un milímetro de su entorno es un sigiloso franciscano, pero esta vez se ha pronunciado en público. Palabra de Messi, no se hable más hasta decir gol de Messi. De ambas cosas puede presumir esta Argentina. De fútbol, por el momento no. Ni de largo.

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Que Leo se haya expresado de forma tan cristalina es tan llamativo como su subliminal ordenanza. Tan diferente es el Leo albiceleste del azulgrana, que en la selección La Pulga ha invertido el formato que se procuró en el Barcelona. En su club, le despejaron el área de compañeros arietes —Eto’o, Ibrahimovic, Villa— y le fijaron extremos para ensanchar el campo y que tuviera mejor panorámica de la red adversaria por todo el frente de ataque. Por el embudo, a su bola, emergió un Messi sublime que invadía a la defensa rival como cierre de una jugada o como ejecutor de la misma desde la larga distancia. En Argentina, sin embargo, le agrada jugar con Agüero e Higuaín, gente que planta el radar en la periferia del gol, que se ancla con frecuencia en el área. Con ellos por delante, Messi se ha aventurado por el gran páramo albiceleste, el medio campo, donde apenas hay más contribuyentes que Gago y Mascherano, dos de sus escoltas preferidos.

Tan diferente es el Messi albiceleste del azulgrana que ha invertido el formato

Cabe pensar que su paso atrás tenga que ver con paliar ese déficit, o bien que por zonas más templadas su cuerpo de estos tiempos le responda mejor. Ese retraso ya lo ha hecho este curso en el Barça. Allí nadie osaba llenar el vacío ante la portería contraria; en Argentina ha sido el propio Messi el que se ha inclinado por dar una solución. Ante Bosnia, cuando Sabella aceptó su dictado, no solo se maquilló mejor la selección, sino que Messi fue al rescate y certificó el sistema con un gol desde el horizonte. Frente a Irán, impuso su pizarra desde el inicio y el equipo estuvo tan gripado que cuando algunos ya preparaban la tiza para tirársela a la cara, Leo hizo de salvavidas en el último suspiro y también con una diana desde el más allá del área. Ahora se sacude los goles desde donde juega, a unas cuadras del área. De hecho, ante los muchachos de Queiroz todos sus remates llegaron desde el balcón.

Con la táctica de Messi, Argentina no se cargó de razones para la esperanza triunfal. No importa, a su capitán le gusta y él es la mejor señal de optimismo, porque anota y habla, por mucho que sus goles no sean de palabra ni se puedan dibujar con flechas en encerado alguno. La Pulga, en el campo y fuera, no es un estratega, es una estrategia, y no se le debe perturbar. Con él efectivo y sonriente qué más dan el 4-3-3 o el X-J-H si cuando ruede la pelota irá a su aire. Ya lo sabe Sabella... Aunque puede que no lo sepa Messi.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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