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Nadal, maestro de lo imposible

El español llega a tercera ronda por primera vez desde 2011 tras remontar 4-6, 7-6, 6-4 y 6-4 a un tremendo Rosol, que se adelantó con set y punto para ganar el segundo parcial

Juan José Mateo
Nadal, ante Rosol
Nadal, ante RosolAFP

Rafael Nadal jugará la tercera ronda de Wimbledon por primera vez desde 2011 tras coronarse de nuevo como maestro de lo imposible: dominado por Lukas Rosol, su verdugo de 2012, que tuvo set y break de ventaja y luego set y punto de set, el español cantó bingo (4-6, 7-6, 6-4 y 6-4) gracias a un puñado de restos portentosos y a una decisión del siglo XXI. Con 6-4, 4-3 y saque del checo (0-15), el número 52 sumó un ace (15-15), el español pidió la revisión del Ojo de Halcón (pelota mala) y sumó un punto (0-30) que le lanzó hacia su primera rotura a favor en el encuentro. Llegó entonces el tie-break de la segunda manga, que celebró el número uno pese a ir por detrás porque las musas le encendieron la inspiración en el momento justo y se la negaron a su contrario, que cerró la muerte súbita con una doble falta. En ese instante, a Rosol se le partieron el alma, el deseo y el acierto. Nadal levantó los brazos porque nunca quiso aceptar que la derrota era su destino. Al contrario que en 2012 y 2013, jugó con todo su corazón, jugándose las rodillas. Como le gritaban desde su banquillo: “¡Amb Força! [con fuerza]”

"Intenté seguir luchando, buscando mi momento", dice el ganador tras abandonar la pista. "Hice algunos errores en el 4-4 del primer set [perdió el servicio] pero estaba jugando bien. Recuperar el break en el segundo set y ganarlo fue muy importante. Jugando contra un gran sacador como Rosol con dos sets de desventaja habría estado en mucho peligro", añade. "Estoy cansado, pasé mucha tensión. Respondí bien a los problemas".

Fue todo un ejercicio de escapismo, el retrato de la intransigencia frente a las dificultades. A partir de la primera manga, el partido cambia radicalmente. Viéndose por delante, Rosol se siente liberado. Del tenista que comienza el encuentro con dudas, dejando que Nadal tenga algo que decir en sus juegos al saque (dos 30-30 consecutivos en el arranque), se pasa a otro resolutivo, quirúrgico en el planteamiento y milimétrico en el bombardeo. Nadal se queda sin argumentos. Cuanto más rápido saca, más rápido le vuelve la pelota. Cuanto más ancha quiere hacer la pista con sus tiros angulados, más ancha la hace Rosol con los suyos. Cuanto más quiere pegar, más fuerte pega el checo, inclemente, frio, mecánico y glorioso en su martilleo. Un ogro. Un gigante. Una pesadilla de carne y hueso: ¿cómo no recordar que este mismo tenista fue el que derribó al mallorquín en 2012? ¿Cómo no encontrar similitudes entre sus tiros de láser de aquella noche y los de esta tarde?

Contra todo eso se enfrenta Nadal. Los saques de Rosol, que llevan el peso de la muerte, le impiden siquiera pensar en la posibilidad de un break. Los restos del checo le mantienen siempre con el agua al cuello, castigando cualquier duda, cualquier kilómetro por hora de velocidad menos. El frio de la tarde que va cayendo anuncia una noche de perros, y el viento aúlla lanzando mordiscos contra sus articulaciones.

Entonces, llega ese punto del Ojo de Halcón y la rotura. Un tie-break disputado a cara de perro, en el que Nadal recupera la ventaja perdida con un revesito cortado que rebosa de malas intenciones. La doble falta de Rosol. El empate a un set. Un mundo nuevo. De repente, el número 52 mundial se convierte en un tenista de carne y hueso. Baja la velocidad de sus servicios, igual que desaparece mágicamente su acierto (¿dónde están sus primeros? ¿cómo es posible que el gigante del inicio juegue ahora casi siempre con segundos saques?) y que parece que le martiricen los dolores en la espalda, que lleva recorrida de norte a sur por cintas de fisioterapia.

Inevitablemente, con sendos breaks en el amanecer de la tercera y la cuarta manga, el checo se inclina, irreconocible en la comparación con el tenista del inicio pese a que tenga bola de break en el último juego. Nadal llega a tercera ronda, donde le espera el kazajo Kukushkin, al que el español domina por 2-0. Con la segunda semana de Wimbledon ya a la vista, Nadal ha tumbado a dos sacadores dejando la huella de su deseo. Para sus rivales, todo un aviso: gane o pierda, en 2014 el español está para lo fino y para lo grueso.

Rosol tira una botella de Nadal en uno de los descansos del partido.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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