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El Santo Niño contra Arjen Robben

En una iglesia de México DF le piden a una figura angelical por el éxito de su selección Este domingo Holanda espera al querubín milagrero a la vuelta de la esquina

Pablo de Llano Neira
El Santo Niño de los Milagros, en su iglesia de México DF.
El Santo Niño de los Milagros, en su iglesia de México DF.SAÚL RUIZ

Cuando México juega una competición de fútbol, en la iglesia de San Gabriel Arcángel visten al Santo Niño de los Milagros con el uniforme de la selección y la gente le pide por su equipo.

El Santo Niño es una figura metida en una vitrina. Tiene el pelo castaño, la tez blanca y la boquita entreabierta, como si fuese a decir algo, tal vez un presagio sobre el partido del domingo contra Holanda en octavos de final. Algo como: “Frenaré las galopadas de Robben”, o “Haré que Van Persie esté torpe en la definición”.

Está sentado en un trono pero un poco incorporado hacia delante, con los brazos semiabiertos y el pie izquierdo levantado como si estuviese amortiguando la caída de un balón. El jueves vestía la camiseta verde de México y a sus pies tenía la roja del segundo equipaje. Al Santo Niño de los Milagros lo cambian de uniforme según la selección juegue de local o de visitante. Dentro de la vitrina tenía regalos que le ofrecen los fieles. Un muñeco del Hombre Araña, un paquete de coches enanos, una máquina retroexcavadora de juguete, un balón. Una mujer apareció con su hija y quiso meterle un coche, pero no encontró por dónde y le dijo al sacristán, que estaba por allí:

–Yo quisiera darle este carrito al niñito.

El sacristán le pidió que lo metiese en una bolsa con un papel con su nombre y que se lo diese para que él se lo pusiera luego dentro. “Pero no lo deje ahí, porque se lo roban”. La señora estaba valorando la idea de dejar el coche atado con un cordel a unos globos que estaban colgados de la parte de fuera de la vitrina. Eran las seis menos veinte la tarde y en la iglesia estaban en misa.

Madre castísima,

Madre inmaculada,

Madre virgen,

Madre admirable,

Ruega por nosotros.

No todos van a pedirle al Niño por la selección. Esta mujer, por ejemplo, le quería dar el regalo porque había ayudado a su hija en un examen universitario. Pero lo más común es que vayan madres a pedirle por sus hijos enfermos.

Después de esa señora llegó un hombre y se quedó un par de minutos mirando al Niño con las manos en los bolsillos. Al retirarse explicó que fue a pedirle por la salud de su madre y que también tenía curiosidad por saber si el uniforme que le habían puesto era el oficial de la marca Adidas.

–¿Y es el oficial?

–Pues me voy con dudas, porque el escudo se me hace simple. Ya es tiempo de que lo vista la firma que viste a la selección, porque siempre le ponen ropa muy sencilla, lo que le llamamos nosotros ropa hechiza.

Estampita del Santo Niño de los Milagros.
Estampita del Santo Niño de los Milagros.

Unos minutos más tarde hubo ocasión de preguntarle a un cura de la iglesia si el uniforme era una copia.

–¿Chafita? –respondió sonriendo–. La verdad no sabría yo decirte.

Pedro Ramírez, de 38 años, es vicario de San Gabriel Arcángel, aunque su servicio en este templo termina el domingo, justo el día del Holanda-México. Antes de entrar a dar la misa de seis explicó que lo de vestir al Niño de futbolista viene desde el Mundial de México 86, y que la idea es que sirva al mismo tiempo para reforzar la esperanza de los que les gusta el fútbol y para atraer gente a la iglesia. De la trayectoria del Niño como milagrero de la selección, Ramírez destacó la medalla de oro lograda por el equipo olímpico en los Juegos de Londres 2012.

–¿Y a usted le gusta el fútbol?

–Claro, ahora lo practico poco pero siempre he sido futbolero. Yo jugaba de medio-contención o de delantero.

–¿Cuál era su especialidad como delantero?

–Era como un repartidor, como un poste para repartir; aunque parezca que no, porque estoy chaparrito.

–¿Y qué opina de la Mano de Dios de Maradona en 1986?

–Yo creo que en cualquier actividad se debe practicar la rectitud y la sinceridad, pero Dios nos hizo personas libres y desgraciadamente a veces uno se deja llevar por el libertinaje. El árbitro no marcó la mano y fueron campeones del mundo por una infidelidad.

A continuación, Pedro Ramírez salió al altar y comenzó la misa.

Nos diste Señor el pan del cieeelo…

Mientras el cura oficiaba, el sacristán aportó más información sobre el rito futbolero del Santo Niño de los Milagros. Dijo que el día que hay partido la gente llega a pedir por la mañana, antes del encuentro, y que luego algunos vuelven por la tarde a dar las gracias si todo fue bien. Esta tarde en la vitrina habían dejado un papel que ponía: Gracias niñito del Pueblo de México, y al lado el resultado del partido que clasificó a la selección para octavos: México 3 - Croacia 1.

Gregorio Ramón Ramírez, el sacristán, de 55 años, contó mientras metía las ostias en el copón para el siguiente oficio –“por lo general, 45 por cada misa”– que de pequeño tuvo el sueño de ser profesional del fútbol, pero que a los 16 años se fracturó el pie izquierdo en un accidente trabajando de albañil: “Me cayó una madera pesada”. Gregorio Ramón Ramírez, un hombre de bigote con cinco hijos, relató que empezó a jugar al fútbol en el Botafogo, el equipo de su pueblo, y que después se vino a la ciudad de México y aquí fue donde se truncó su carrera jugando en el Santos.

–¿Recuerda cuál fue el mejor gol de su vida?

–Ah, sí... Bueno, hay dos goles. Los dos fueron en el Botafogo. En el primero, un compañero me pone un centro desde la media cancha, tomo el balón, tenía como seis defensas y me lo llevé a todos. Y el otro… ¿Ese ya no se lo cuento, verdad?

–Sí, adelante.

–El otro anoté un gol como los que anotaba el Hugo Sánchez. Un compañero me manda un centro desde la derecha y la agarré así como venía con la izquierda, con el pie malo, y el portero no vio ni por dónde le entró.

Cuando terminó, el sacristán dijo: “Esos fueron mis mejores goles. Tengo que ir a dar las campanadas”.

A la salida de una de las puertas de la iglesia hay un puesto de souvenirs, y venden una estampita en la que el Santo Niño aparece sentado en su trono en un jardín, con la misma cara de futbolista angelical, y pisando con delicadeza un esférico. Robben, Van Persie y el metódico seleccionador Louis Van Gaal lo esperan a la vuelta de la esquina.

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