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Nadal, especialista en remontadas

El español llega a octavos al ganar 6-7, 6-1, 6-1 y 6-1 a Kukushkin, que le obliga a superar por cuarto partido seguido un resultado adverso

Juan José Mateo
Rafael Nadal en Wimbledon.
Rafael Nadal en Wimbledon. MAX ROSSI (REUTERS)

En el día de las fuerzas armadas británicas suenan truenos como cañonazos y se juega bajo el techo de la central de Wimbledon. Rafael Nadal, que compite contra el kazajo Mikhail Kukushkin en la tercera ronda, ve pronto cómo los rayos de la tormenta tienen su réplica en la pista. El drive de su contrario, al que observan algunos de los mejores nombres del deporte británico desde el palco (Beckham, Wiggins, Charlton…) va quemando la hierba ayudado por las circunstancias de juego. Al aire libre, Nadal gana un 86% de sus duelos, por el 35% de su contrario. Bajo techo, suman un 67% y un 57%, respectivamente. Los datos explican cómo la cubierta iguala el encuentro, lima la distancia que hay entre el número uno y el número 63, y coloca al campeón de 14 grandes en una situación inusitada. Perdido el primer parcial, Nadal tiene que remontar por cuarto partido seguido en los grandes (6-7, 6-1, 6-1 y 6-1) para llegar a los octavos de final y a la segunda semana de Wimbledon, que no pisaba desde 2011.

"Al principio, él jugaba muy agresivo, sin errores, largo. Yo cometí varios fallos con su segundo saque, al resto, eso me llevó al tie-break, y ahí saqué mal", resumió el mallorquín. "He terminado todos los partidos jugando mejor de lo que empecé, con buena actitud, buen espíritu, luchando".

He terminado todos los partidos jugando mejor de lo que empecé, con buena actitud, buen espíritu, luchando"

Kukushkin se presenta al encuentro como si fuera una momia. Por debajo de las rodillas, rodeando sus tendones, se extienden sendos vendajes. Otra cinta le recorre desde el tobillo toda la pantorrilla, protegiéndole un gemelo. En el brazo derecho, con el que luego dispara sus pelotas como balines, rápidas, ligeras, mortíferas, hay otro esparadrapo, el recordatorio de los dolores que provocan la hierba y sus peculiares posiciones de juego. Ninguno de esos males parece afectar a la facilidad con la que el kazajo ataca la pelota. El número 63, un tipo liviano, hecho de pura fibra, se monta fácilmente sobre la bola alta de Nadal. Lo que para otros es un martirio se convierte en su caso en una invitación al golpeo, porque su fantástica coordinación le permite cazar la bola cuando está en la mitad de su ascenso, sin que le coma el tiempo y el espacio cuando ya roza el cielo.

Kukushkin, en el suelo durante el partido ante Nadal
Kukushkin, en el suelo durante el partido ante NadalBen Curtis (AP)

A que su entrada en el encuentro sea dulce ayuda que el número uno del mundo no castigue sus segundos saques. Superado los tragos de varios deuces, Kukushkin se planta con seguridad en el tie-break, que se lleva pese a que gana menos puntos que su contrario en la manga (43-41). Su drive despide ganadores con la facilidad de quien ha nacido para empuñar una raqueta, porque esos golpes colosales salen impulsados sin ningún esfuerzo, apenas un gesto corto, la marca de un tenista que encuerda alrededor de los 15 kilos para que la bola salga más despedida de su herramienta. El campeón de 14 grandes vuelve a encontrarse frente a la obligación de una remontada. Hasta esa situación llega Nadal porque se niega a restar aculado contra la valla, como suele, y falla varias pelotas clave. Del mismo modo, restando sobre la línea, como debe en hierba, es también como sale del abismo. Un puñado de restos ganadores le da el primer break, tras 1h 20m de juego, y con él llega el parcial que iguala el partido.

Con el encuentro de nuevo en el principio, Kukushkin hace agua. Encaja un 0-7. Baja dramáticamente la velocidad de su saque. Una y otra vez Nadal le hiere con sus restos, que una y otra vez terminan el punto en el primer golpeo, sin debate de por medio, y sin abrir la opción de que el kazajo encierre al español sobre el revés como al inicio del duelo.

“Esta be, esta be [está bien, está bien]”, anima Toni Nadal, tío y entrenador del número uno, al que el kazajo se queda mirando con los brazos en jarras, protestando silenciosamente por lo que juzga como su intervención directa en el partido. Nadal no necesita eso. Con todo el torneo parado por el aguacero (solo hay techo en la central), sacó billete para octavos, donde se enfrentará por los cuartos con el prometedor Kyrgios, de 19 años. En Londres, el especialista en remontadas vivió para pelear otro día.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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