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Lahm es inteligente, pero no mediocentro

Alemania en este Mundial va dando bandazos, no sabe a qué quiere parecerse, en parte porque el del Bayern juega a disgusto

Philipp Lahm controla el balón en el partido contra Francia.
Philipp Lahm controla el balón en el partido contra Francia.AFP

HACIA DÓNDE IR

Alemania sigue transformándose. Se intuye camino de algo pero sin una clara definición. No es la selección que históricamente trituraba rivales, ni vira definitivamente a la orquesta española que tanto le hizo daño. Admira el estilo español, pero no lo suficiente como para seguir esos pasos. A Löw parece gustarle que el centro del campo sea un motivo de reunión, falseando con el 9 clásico alemán de toda la vida postergado en pies de Müller y contralando el juego desde la base de una buena posesión. Pero en este Mundial va dando bandazos. Ya no se sabe a quién quiere parecer. Ni empuja como Alemania ni propone como quienes más daño le infligieron enseñando un camino de éxitos y bonanzas. Guardiolizó la idea de Lahm como organizador, sin conseguir un fluidez en la transición. En parte porque Lahm —con todo el respeto a Pep en la discusión de su idea— es inteligente, pero no un medio centro. Es como alinearle con un par de botas dos tallas más pequeñas. Juega apretado. O porque la identidad de esa clase de jugador que siempre magnificó su presencia en la eterna Alemania es un tipo de jugador más parecido a Schweinsteiger con la ayuda de Kroos, pero entiendo que nunca de un lateral reconvertido al eje de las operaciones. Para ello se necesita algo más que saberse la lección. Ante Francia, Lahm jugó de lateral y todos creyeron más, aunque no mucho más. Son alemanes entre la cautela general.

Deschamps ha devuelto el gusto por el ataque, aunque no encuentra centrocampistas de peso

AZUL FRANCIA

Uno de los colores que aprendí desde pequeño era el azul Francia. Ahora es azul Francia pero de rugby. Oscuro y de otro deporte, pero no extraño y me sigue gustando. Creo que los franceses ha dejado poso y base para el futuro. No son el equipo poderoso que tanto disfrutó quien hoy les dirige en una época gloriosa, con una generación de jugadores que complementaron a Zidane; pero, paso a paso, se irán acercando a algo que imita aquella idea. Han estado bien sin cohetes y miran el futuro con optimismo. Deschamps ha devuelto el gusto por el ataque, aunque no encuentra centrocampistas de peso y jerarquía todavía que conecten con la base nodriza. En ello están. Pogba es joven y disperso, aunque emergente y bueno de verdad. Matuidi es noble en el esfuerzo, pero ofuscado en el tramo final. Cabaye es un hombre para todo y de buena tertulia para acompañar. Benzema parece un adulto al lado de todos ellos. Tienen el progreso a sus pies.

A BALON PARADO

Dos goles de dos centrales. Dos goles de balón parado. Thiago Silva y David Luiz personalizan la militarización del sambódromo. Brasil sacó lustre a un córner y cerró el espacio aéreo. Sólo con el pasaporte diplomático en libre circulación de Neymar agitó el campo de combate, en el que los colombianos timidamente plantaban flores en vez de minas anti fútbol. Oscar ahogaba su pena en la melancolía del genio triste, paseando sin destino. Ese es su sino en la Pentacampeona. Vivió de ese gol hasta el otro del libre directo, donde el estiloso golpeo del otro central salvador encontró acomodo en las jornadas de puertas abiertas que propició Ospina y su vuelo sin motor. Cuando los chicos de Pékerman se desperezaron al toque de diana de James, las semifinales ya estaban anunciadas en el cartel; Colombia no figuraba entre los contendientes.

Brasil quizás gane o quizás no, pero personalmente —eso no le importará a nadie, sólo a mí y mis consecuencias— no les admiraré

Cuesta creer que quien más acercó este juego a Europa y la llenó de admiradores siga su camino creyendo que la Copa Mundial en el horizonte es suficiente justificación para demacrar tanta historias de admiración. Quizás ganen o quizás no, pero personalmente —eso no le importará a nadie, sólo a mi y mis consecuencias— no les admiraré. Tengo otros gustos y otras puestas en escenas tan resultadistas —hacen campeones de igual manera—, pero que no cuentan historias de piratas. Aquellos que siempre mostraron cómo hacer goles moviendo el balón por el césped, hoy lo detienen para ganar. Que conste que también vale.

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