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Djokovic también gana en el banquillo

El serbio encuentra en Becker, su criticado técnico, el refuerzo mental que buscaba, mientras Edberg no gana con Federer

Juan José Mateo
Becker y Djokovic se abrazan para celebrar el título.
Becker y Djokovic se abrazan para celebrar el título. CARL COURT (AFP)

Novak Djokovic ganó dos partidos en Wimbledon. Sobre el césped que luego mordería para celebrar el título, el serbio vence a Roger Federer, el heptacampeón. En la grada, celebra otro triunfo. Boris Becker, su criticado técnico, consigue por fin dejar su huella como entrenador, frustrando de paso a uno de los rivales que marcaron su carrera, Stefan Edberg, derrotado como consejero del suizo. Tras levantar la Copa, Nole pasa largos minutos en el vestuario, hasta donde se acerca su preparador físico cargando dos cajas repletas de comida. El grupo de trabajo del número uno aterrizó en Londres sometido a terribles tensiones. Con Becker en la diana por las derrotas del Abierto de Australia (cuartos: siguiendo su consejo, el serbio se lanza a por la red en punto de partido) y Roland Garros (final: Rafael Nadal le remonta por primera vez desde 2009). Sin Marian Vajda, el mentor de Nole. Angustiado por la conclusión de que los vómitos del tenista en la final de París tenían su origen en los nervios. Por eso, conseguido el título, Becker siente que su trabajo ha sido reivindicado.

Ha sido un título crucial. Había empezado a dudar de mí mismo

“Para mí, es un título crucial”, dice el nuevo número uno del mundo, que se casará esta semana con su novia de siempre y será padre en los próximos meses. “Había empezado a dudar de mí mismo”, reconoce al recordar cómo perdió cinco de las siete últimas finales que había jugado, incluyendo tres (Abierto de EEUU 2012, Abierto de EEUU 2013 y Roland Garros 2014) en las que rozó el título. “Necesitaba mucho esta victoria. Voy a utilizarla de la mejor manera posible para que crezca mi confianza en el resto de la temporada y en mi carrera”.

Becker fue contratado en enero para ayudar al serbio en la gestión de sus emociones en los momentos decisivos. La final de Wimbledon acaba después de que Djokovic pierda un break de ventaja en la cuarta manga, después de que logre otro y saque por el partido (rotura de Federer) y tras desaprovechar una bola para el título en ese cuarto parcial. Con el quinto set, al que Federer llega lanzado por su habilidad para sortear la derrota y Djokovic deprimido, llega el momento de medir el efecto Becker. Entonces, el serbio piensa que es un puente bajo el que pasa un rio, imagen con la que los psicólogos ilustran la importancia de pensar en el ahora, no en el ayer ni en el mañana. “En el presente”, concreta luego Djokovic. “Es importante calmarse y mantenerse en el momento. Darse cuenta de que lo que ha ocurrido es pasado y de que no puedes predecir el futuro. Que solo puedes estar en el presente. Eso es lo que intenté hacer”.

Así gana el serbio su séptimo título de la máxima categoría. Federer, que había observado sus dudas en los encuentros previos, intenta presionarle llenando el encuentro de sus chip and charge, sus subidas a la red sobre tiros cortados, y de algunos golpetazos que despertaron los “¡wow!” admirativos de Edberg en el banquillo. Al final, sin embargo, la cabeza del serbio sabe ver que tiene una ventaja estratégica en la quinta manga. Él empieza sacando. Pensando con claridad en una situación de extrema tensión, Nole se da cuenta de que eso obliga a Federer a jugar al gato y al ratón en cada servicio, para no concederle una distancia insalvable, y que a partir del 4-3, romper es ganar el partido. “En mi mente, apareció esa idea: el perseguidor es él”, cuenta luego. “Simplemente tengo que mantener mis saques y abrirme camino en el suyo. Atrapa la oportunidad cuando se presente”. “Emocional, física y mentalmente, estuve al máximo de mis habilidades”.

Djokovic celebra la Copa abrazándose con Becker y el resto de su equipo: en un deporte hipercompetitivo que es un combate individual, el talento es el coche y la cabeza la gasolina.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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