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“Fue el hombre-equipo”

Compañeros y rivales coinciden al considerar a La Saeta como el primer futbolista total

Di Stéfano toma una copa con Santamaría, en junio de 1959.
Di Stéfano toma una copa con Santamaría, en junio de 1959. Jaime Paro (EFE)

Todos coinciden. Di Stéfano fue el mejor en todo, aunque algunos le superasen en la parte. Nadie como él reunió en una sola persona todas las cualidades del futbolista, especialmente en una época donde los especialistas imperaban. Compañeros y rivales, delanteros, porteros y entrenadores reconocen la tarea futbolística y didáctica del genio madridista.

José Emilio Santamaría (central uruguayo, compañero de Di Stéfano en el Real Madrid y amigo): “Ha sido el más completo, no el mejor de todos los que he visto. Fue un 9 o un 10 en todas las facetas del fútbol. Puede que haya habido otros mejores con la derecha, con la zurda o de cabeza, pero él era muy bueno en todo: le pegaba con los dos pies, de cabeza, corría los 90 minutos, técnica y físicamente muy fuerte y, además, un ganador nato que lo transmitía a los compañeros. ¿Defectos? Hombre, podía perder un balón o fallar un pase, pero eran pequeñeces. Era muy exigente consigo mismo y, sin dar gritos, transmitía esa exigencia a sus compañeros, que acababan estando a su altura. Cuando le cambiaba la cara, algo no le había gustado: como cuando viajábamos en tren por la noche y le tocaba encima de las ruedas y no podía pegar ojo. Como persona, era muy tranquilo y siempre estaba pensando en el fútbol. No tenía contratos publicitarios como los futbolistas de ahora. Bueno, sí, hizo una publicidad de unas medias [en las que aparecía el torso de Di Stéfano y unas piernas de mujer]. Hubo mucho cachondeíto y la retiró a la mañana siguiente”.

Arrigo Sacchi (técnico de la federación italiana y exdirector general del Real Madrid): “Yo era pequeño cuando lo vi jugar: era el hombre-equipo, un futbolista moderno con posesión de balón y sin ella, ayudaba en defensa y tenía mucho carácter. Tuve la suerte de conocerlo cuando estuve en el Madrid. Era sabio e irónico, muy crítico porque él fue un grande. Un día, después de jugar contra el Alavés, volviendo en avión se nos acercó a Butragueño y a mí y nos dijo: ‘Rooney tocó un balón y marcó dos goles’. No le gustaba porque el brasileño Ronaldo no participaba apenas en el juego, todo lo contrario de lo que fue él como delantero. Él trabajó todo el tiempo por y para el equipo. Construyó un ecosistema y fue, además, un gran entrenador”.

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José Ángel Iribar (portero del Athletic): “Alfredo ha sido, sin ninguna duda, el futbolista más completo que ha existido y cada día le he dado más valor al hecho de haber podido jugar contra él. Era un señor en el campo, autoexigente y muy exigente con sus compañeros. Yo disputé un par de partidos frente a él y me marcó un gol. Lo tuve enfrente como delantero del Real Madrid y del Espanyol, ya en su última época, pero los mejores recuerdos los tengo cuando ya era embajador y luego presidente de honor del Real Madrid. Era un magnífico contador de historias, con ese acento tan singular, con esa chispa, con esa mente preclara y esa memoria prodigiosa. No sé si me gustaba más lo que contaba o cómo lo contaba, pero en esas tardes de mesa y mantel prefería estar mudo junto a él, Puskas y Amancio. Él hablaba del fútbol con su particular sentido del humor y su particular manera de relatar los acontecimientos. Igual es porque nosotros éramos más parcos en las explicaciones y por eso nos cautivaba. Pero, al mismo tiempo, era muy generoso al valorar a los compañeros futbolistas. Ya como exjugador, cuando alguien le requería la opinión sobre un futbolista en activo, siempre emitía una opinión favorable, siempre veía algo positivo en él y lo defendía. Fue un gran futbolista y fue un gran relator. En ambas cosas fue el más grande”.

Koldo Aguirre (rival de Di Stéfano como futbolista del Athletic y compañero en la selección española). La mejor virtud de Di Stéfano era la de estar siempre donde estaba el balón, fuera en ataque o en defensa o en el centro de campo. Por donde estaba la vieja estaba él. Era tal su amor a la pelota que sabía que por donde ella anduviera estaba el fútbol. Y por lo tanto allí tenía que estar él. En el terreno de juego, si Alfredo jugaba bien (que era lo habitual) al Real Madrid no le hacía falta entrenador. No paraba de hablar, de señalar posiciones. Era un auténtico parlanchín. No callaba. Con el rival era un señor, pero era terriblemente exigente con sus compañeros, desde la educación. A mí me quería mucho, pero yo le tenía tanto respeto que apenas hablaba. Prefería oír, escuchar. Yo era un pibe y él ya era un señor. Así que convenía disputar con él en el campo y aprender dentro y fuera del terreno de juego. Por algo Di Stéfano siempre fue Don Alfredo”.

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