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Ganar a la Nibali

Los Alpes ponen a prueba viernes y sábado la fiabilidad del tiburón de amarillo El noruego Alexander Kristoff gana la etapa ante el maillot verde Peter Sagan

Carlos Arribas
Kristoff celebra su triunfo ante Sagan tras cruzar la meta.
Kristoff celebra su triunfo ante Sagan tras cruzar la meta.Getty Images

En La Gazzetta entrevistan a Ivan Basso y este dice que Nibali debe ganar el Tour “a la Nibali”, y la prensa italiana, que está desembarcando en masa según la carrera se acerca a los Alpes fronterizos, aplaude. En qué consiste eso de “ganar a la Nibali” no queda claro, como tampoco era tan claro qué era ganar “a la Basso”.

Sí que se sabía lejos del Tour lo que era ganar “a la Kristoff”, el sprinter noruego que en primavera ganó la San Remo. En la Saint Étienne del asfalto derretido, la ciudad que es como la Éibar del Este de Francia, con sus fábricas de armas luego transformadas en fábricas de bicicletas, el Tour conoció, por fin, las cualidades del corredor del Katusha, quien dejó en su sitio, o sea segundo (cuatro veces ya), al Sagan que tampoco el día siguiente podrá regalarle un ramo fresco a su novia, que se llama Katarina, como la luna. Kristoff se aprovechó de la ausencia en la última recta de Greipel, quien se enganchó mecánicamente y también en una discusión acalorada con Chavanel y acabó en un caz junto a la cuneta a tres kilómetros de la llegada. No se rompió nada el bestial sprinter alemán, todo lo contrario que el ligero escalador catalán David de la Cruz, quien tras lograr lo más complicado (entrar en una fuga a cinco) se cayó solo al patinar en una curva. Se rompió la clavícula derecha, la del hombro sobre el que aterrizó en su caída, y entre lágrimas abandonó su primer Tour. Seguramente si hubiera continuado siguiendo los consejos de su amigo Purito –“quédate atrás conmigo: es la mejor forma de pasar las etapas peligrosas del Tour”, le dijo--, no se habría caído. Pero tampoco habría tenido sentido correr el Tour para uno como él, combativo.

Clasificaciones

ETAPA

1. Alexander Kristoff (NOR/Katusha) los 185,5 km en 4h 32m 11s

2. Peter Sagan (ESL/Cannondale) mismo tiempo

3. Arnaud Démare (FRA/FDJ) m. t.

4. Michael Albasini (SUI/Orica-GreenEdge) m. t.

5. Ramunas Navardauskas (LTU/Garmin) m. t.

GENERAL

1. Vincenzo Nibali (ITA/Astana) 51h 31m 34s

2. Richie Porte (AUS/Sky) a 2m 23s

3. Alejandro Valverde (ESP/Movistar) a 2m 47s

4. Romain Bardet (FRA/Ag2R) a 3m 01s

5. Thibaut Pinot (FRA/FDJ) a 3m 47s

Basso estuvo dos veces en el podio del Tour en los años Armstrong, siempre detrás de Armstrong, y ganó dos Giros. El primero, en 2006, paralelamente a la investigación de la Operación Puerto que acabaría implicándole, lo ganó “a la Armstrong”. Él que siempre había sido un ciclista en sí menor, melancólico, amante del sufrimiento pasivo (“un llorica”, en palabras de su primer director, Ferretti; “uno que quiere caer bien a todos, un blando”, según otros amigos), ganó aquel Giro, tal era su sospechosa superioridad física, corriendo agresivo y egoísta, quizás en do mayor, la tonalidad de la falsa luminosidad, de la alegría falsa, de la seriedad. El de 2010 lo ganó con la ayuda de Nibali, entonces en su mismo equipo, que le enseñó a bajar y que, para evitar conflictos de liderazgo, prefirió caerse un día en una etapa embarrada, esperar a Basso y perder todas sus posibilidades. Fue un Giro en sol mayor, la tonalidad de la bendición para los barrocos, la tonalidad que exige el Tour estos calidísimos días prealpinos, todos los corredores cocidos por tanto sol en el caldero de Saint Étienne, por ejemplo.

Nibali corría así entonces, un ciclista a la contra, el corredor de lo inesperado, el ataque sorpresa, el corredor de la intranquilidad, de los descensos. Y ganó una Vuelta y el Giro del 13, el de las emboscadas que acabaron con Wiggins; y en el Tour del 12 también había jugado así, aliándose con el traidor Froome para no dejar dormir a Wiggins. Pero en el Tour del 14 no es ni el sí menor ni el sol mayor, siquiera, sino un do mayor, pero no armstrongiano, sino vinokuroviano, por Vinokúrov, otro corredor que solo entendía el ciclismo como agresión y daño y que es el ideólogo y el estratega del Astana, el equipo de Nibali. El exciclista kazajo, que en Saint Étienne tiene permanentes sus raíces de joven emigrante en Francia y el recuerdo permanente de su amigo Kivilev, muerto hace años en una París-Niza, viaja con su compatriota Sheffer en los asientos delanteros del coche del Astana, mientras detrás, junto al mecánico, intenta dormitar el director Martinelli, lo que apenas consigue por la estrechez del aposento, mientras los de delante hablan en su ininteligible ruso. Vinokúrov, aquel que fue expulsado del Tour de 2007 por doping sanguíneo, fue quien en abril pasado le envió una carta a Nibali diciéndole que estaba siendo un fracaso de temporada, que no había ganado nada y que más le valía ganarse el sueldo. En junio, en la Dauphiné, Froome y Contador jugaban con su impotencia. Después, se encerró en los Dolomitas subiendo el Pordoi tras la moto de su entrenador, Paolo Slongo, ganó el campeonato de Italia y como una moto llegó al Tour, su ansia de victorias incontenible: ya lleva dos, los mismos que los rivales eliminados, y una diferencia de minutos lograda también gracias a caídas, lluvias y miedo, los puntos de referencia del ciclismo moderno.

Y aunque diga que en los calurosos Alpes espera ataques de todos, la sensación en el pelotón es la contraria: todos los que esperan a los Pirineos (Valverde, Porte, Van Garderen, Bardet, Pinot…) se esperan, el viernes en la Chamrousse tan armstrongiana, tras el insólito y peligroso Palaquit, y el sábado, tras el Izoard a la inversa en Risoul, un ataque de Nibali, de amarillo y siempre sediento. Será el anticipo de lo que muchos han empezado a bautizar el Tour de la ruptura, aunque los hilos los sigan moviendo los de siempre.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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