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La tormenta era McIlroy

El norirlandés descarga su talento y es líder con seis golpes de ventaja sobre Rickie Fowler y siete sobre Sergio García

Juan Morenilla
McIlroy sale del tee del 17.
McIlroy sale del tee del 17.PETER MUHLY (AFP)

Fue dar los últimos golpes Rory McIlroy y explotar el diluvio sobre Royal Liverpool, como si el cielo, todo el día contenido, hubiera aguantado la respiración para ver con calma al norirlandés. Hubiera sido una pena que la lluvia desconcentrara al genio en la última pincelada de su creación, un eagle en el hoyo 16 y otro en el 18 con los que encargó cincelar su nombre en la Jarra de Plata. McIlroy parte este domingo con seis golpes de ventaja sobre Rickie Fowler y siete sobre Sergio García y Dustin Johnson, y ya solo él puede perder su tercer grande. El tercero diferente, tras el US Open de 2011 y el Campeonato de la PGA de 2012, lo que le dejaría con 25 años a falta de vestir la chaqueta verde de Augusta para cerrar el Grand Slam. El sello de un elegido.

Era tal el temor a la tormenta que por primera vez en 143 ediciones el Open dio la salida desde dos tees. Pero los paraguas estuvieron la mitad del tiempo cerrados. La tormenta era McIlroy. Su manera de dominar la escena recuerda la autoridad que ejercía Tiger Woods en sus buenos tiempos. McIlroy no gana, aplasta. Los dos grandes que colecciona se los llevó con ocho golpes de ventaja. En este va camino de una machada similar. Cuando el norirlandés afina, los demás juegan otro torneo. Es hermosa la belleza de su swing, y en Liverpool ha unido el arte de patear como los ángeles.

Al español ya no le llevan los demonios cuando la bola le hace una burla, sino que se reinicia

Se había tomado las cosas con paciencia, puede que temeroso por ese bogey con el que abrió el día, y por la amenaza de una lluvia con la que no siente a gusto. Los primeros nueve hoyos los cerró con el 12 bajo par con el que se había despertado. Por detrás, el gallinero estaba revuelto. Fowler y García habían decidido picarse en un concurso de golpes, el estadounidense más brillante sobre el green, el español un artista desde la calle. Así, como dos niños jugando, se habían acercado sigilosos al liderato de McIlroy, que seguía en stand by. Hasta que en el hoyo 14 despertó la bestia. Rory embocó un putt de seis metros que destapó el frasco de su mejor golf. Y ya no hubo quien lo parara: eagle soberbio en el 16 y, pese a un bogey en el 17 calcado al de Sergio García poco antes, otro eagle en el 18. Se acabó el recreo.

El Niño es el más veterano. Sergio García tiene 34 años y se juega el Open con dos chavales de 25, McIlroy y Rickie Fowler. El español es ahora el hombre maduro. Tiene otra actitud sobre el campo, más serena, como si por fin hubiera encontrado la paz interior para jugar al golf. Ya no le llevan los demonios cuando la bola le hace una burla, sino que mastica la impotencia y se reinicia para el siguiente hoyo. Aquellos resoplidos de otros años han desaparecido, y por primera vez en tiempo ha enlazado tres estupendas rondas en un grande: 68, 70 y 69.

Sergio García celebra un golpe.
Sergio García celebra un golpe.Getty

A cada charco respondió El Niño arremangándose. Al bogey del uno siguió el birdie del dos y varias ocasiones de recortar. En ese toma y daca con Fowler, a la genialidad de uno replicaba el otro, como dos pilotos adelantándose. García bordó el golpe desde la calle en el ocho, y la salida en el par tres del nueve. Cuando llegó a green, el videomarcador anunciaba: “Prepárese. Posible tormenta”. Y le vino justo para abrochar el birdie. Feliz, regaló una bola por la que hubo codazos y zapatillas chafando una mano. Go, Sergio!!, le jaleaba la grada, encantada de ver a ese jugador de sangre caliente. Una bandera española de un padre e hijo valencianos le saludaba desde las cuerdas.

“Los putts, los putts”, cabeceaba Víctor García con el driver en la mano. El padre y entrenador de Sergio lamentaba que el juego largo quedara deslucido por los fallos en el green, oportunidades de birdies perdidas. Especialmente les dolió a ambos el resbalón del 12, justo cuando Fowler embocaba todo lo que lanzaba hasta igualar a McIlroy como líder.

El baile de los tres era digno del Open. McIlroy, Fowler y García compitiendo en una y otra esquina. Los tres llegaban esprintado a los tres últimos hoyos. Y decidió esa mezcla de talento y determinación. Sergio García agarró un birdie en el 16, pero en el siguiente hoyo la bola volvió hacia atrás sobre su circunferencia cuando la sacó del rough junto al green, caprichosa, como queriendo alejarse. Lo mismo le pasó a McIlroy. Claro que el líder puso un eagle por delante y otro por detrás: cuatro abajo en los cinco últimos hoyos, tres rondas en los sesenta (66, 66, 68). Lo resumió Sergio García: “Si Rory juega así, para los demás se acabó”.

Clasificación: 1. R. McIlroy (Irl.N.), 200 golpes, 16 bajo par. 2. R. Fowler (EEUU), 206. 3. S. García, D. Johnson (EEUU), 207. 5. V. Dubuisson (Fra), 208. 6. E. Molinari (Ita), 209. 58. T. Woods (EEUU), 219.

Clasificaciones completas del Masters.

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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