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En los ásperos Pirineos

Valverde se aferra a duras penas al segundo puesto, amenazado por Péraud en una etapa de sufrimiento con triunfo de Majka

Carlos Arribas
Pla d’Adet -
Nibali desciende un puerto durante la etapa, con Valverde dos puestos detrás de él
Nibali desciende un puerto durante la etapa, con Valverde dos puestos detrás de éllaurent cipriani (ap)

Cuando empieza a atardecer en Pla d’Adet después de un día de sol fuerte, la niebla empieza a caer desde las nubes, y con ella, con la oscuridad y la brisa fresca llegan voces, voces amenazantes, casi fantasmales.

Como ha ganado un polaco la etapa, igual que hace 21 años, podría pensarse que se está en el Tatra o en los Cárpatos, y que las voces salen de una de las laberínticas historias, tan enrevesadas y difíciles de seguir como los descensos de los puertos interminables, del Manuscrito encontrado en Zaragoza, y además, el ganador del 14, Rafal Majka, el mismo polaco del Tinkoff que ganó en Risoul (el de hace 21 años, cuando Indurain dominaba como Nibali ahora y Rominger hacía de Valverde, de digno segundo, fue Zenon Jaskula), parece un pícaro graciosillo salido de aquella fantasía polaca que hacía de Sierra Morena las montañas de los misterios, como los Pirineos. En los ásperos Pirineos, Majka se agarra a una moto para tomar impulso y atacar y descorazonar al pobre Purito, que ve cómo con el ágil e increíble jovencito polaco (otro del 90: bueno, de septiembre del 89) vuelan los lunares del maillot de sus sueños; y luego, cuando ya sabe que ha ganado la etapa (solo su segundo triunfo profesional, ambos en el Tour), Majka es capaz de sonreír y guiñar un ojo a la cámara, soberbio, feliz.

Los jóvenes, Ion Izagirre y Herrada, tiraron del murciano marcándole el ritmo

Pero las voces tienen acento francés. Y mañana, el Tourmalet, dicen las voces, y quieren que su sonido le llegue a Valverde, asustarle, que le quiten el sueño, que sepa que su mal momento de Saint Lary Soulan, donde no resistió un tremendo cambio de ritmo a seis kilómetros de la cima de Péraud, el viejo-joven de los franceses (37 años de edad, cinco años de profesional de la carretera tras una larga carrera en el mountain bike), no fue más que un anticipo venenoso del mal que le espera. Las voces llegan desde las caravanas del Ag2r, el equipo de Péraud, y también de Bardet, un joven-joven de los franceses, tan valiente o más como su coetáneo Pinot la víspera, tan osado. Las voces le dicen: recuerda el Tourmalet y su encadenamiento mortal con Hautacam, recuerda 2007, cuando reventaste y reventó tu equipo. Los Pirineos son, lo sabes, ingratos. Pero él puede responder que no estará solo, que tiene un equipo, darse media vuelta y roncar sobre la almohada.

Rafal Majka celebra la victoria.
Rafal Majka celebra la victoria.Peter Dejong (AP)

La tercera semana del Tour es una cuenta atrás para los que defienden sus puestos, para el que va de amarillo, siempre, desde el segundo día, Nibali, y para los que buscan premios de consolación, para Valverde. Por la noche, al acostarse, se animan para quedarse dormidos, venga, un día menos, y sigues ahí. Y quizás esta noche se lo repita el murciano, que gestiona como pocos su segundo puesto, cediendo cada día un poco más el primero, y cediendo a los pretendientes, pero cada día a uno diferente.

Después de cenar, en el postre, cuando los corredores, terminada la cerveza que les consuela, se reparten las hojas con las clasificaciones y comprueban sus puestos, sus minutos, sus segundos, Valverde, que sigue segundo con 34s de ventaja sobre Pinot (al que esprintó al final, como es su costumbre) y 42s sobre el tremendo Péraud (el terror), pida una nueva ronda de cervezas para invitar a sus coequipiers, a quienes les debe la vida. A los que le acompañaron cuando en el llano, antes del Portillon, el Katusha de un Purito ya a rastras, les llevó a 50 por hora; a los tres que se lanzaron en vanguardia con el consejo de siempre de Arrieta caliente en las orejas: mirad para adelante sin olvidar lo que hay detrás. Si las cosas van bien, la vanguardia ayuda a atacar; si van mal, a defender.

La tercera semana es una cuenta atrás para quienes defienden sus posiciones

Llegado el momento, subiendo Pla d’Adet, a Visconti, el más fresco, le dijeron que solo mirara para adelante, y a punto estuvo de ganar la etapa, lo que habría dado un insólito toque siciliano al Tour, pues, como Nibali, el italiano del Movistar es de la gran isla, aunque no de Messina, como el Tiburón, sino de Palermo. A los otros dos, a los jovencitos Jesús Herrada (de Mota del Cuervo, Cuenca, 23 añitos aún) y Ion Izagirre (guipuzcoano de Ormaiztegi), y curiosamente ambos tienen hermanos mayores en el equipo, y los dos, Gorka y Jose, ganaron el Giro con Nairo, les dijo que miraran para atrás: había atacado Péraud y se habían ido Nibali y los chavales franceses con él, y Valverde se había quedado.

Cuando estaba haciendo la alineación del Movistar para el Tour, Eusebio Unzue dudaba sobre Herrada. Le convenció la necesidad de llevar a un joven español, a alguien que pudiera generar ilusión ante un futuro tan oscuro. En Pla d’Adet, seguramente, Unzue encontró una razón más. “A Valverde, los cambios de ritmo tan fuertes le van fatal”, dijo Arrieta, el director-estratega del equipo. “Y yo tenía miedo de que si se quedaba solo se descentrara. Pero allí estaban Herrada, primero, y luego Ion, dos chavales jóvenes, que actuaron como veteranos, marcándole un ritmo tan bueno, tan progresivo, que fue no solo capaz de recuperar el tiempo con Pinot y Bardet, sino hasta de remacharlos al final. Han estado magníficos”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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