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Dasaolu acaba con el reinado de Lemaitre

Farah logra su cuarto oro europeo con una sufrida victoria en el 10.000

Carlos Arribas
James Dasaolu porta la bandera británica tras vencer en los 100 metros.
James Dasaolu porta la bandera británica tras vencer en los 100 metros.A. W.

Robert Harting comenzó la noche soplándose los dedos para calentarlos contra el gélido viento que ensució la noche de Zúrich, pésima para los lanzadores, la continuó secándose, como todos, las suelas de las zapatillas en su toalla tendida en el suelo antes de cada lanzamiento (los dedos de las manos y las plantas de los pies, los puntos extremos, los más sensibles de los discóbolos, esos armarios veloces como el rayo) y la terminó, casi a las 11, bajo la luna gibosa menguante, como acostumbra, pero a medias. El campeón olímpico de disco, y triple campeón mundial, no celebró su segundo título europeo (66,07m) rasgándose la camiseta como siempre (un patriota muy patriota le ha denunciado en un juzgado por romper un símbolo alemán, pues la camiseta lleva los colores, rojo, negro, amarillo, de la bandera alemana) sino haciendo un irónico e inteligente paripé ante los periodistas, un símil de rasgadura que precedió a un striptease que convirtió a la camiseta en una almohada querida sobre la que apoyó su cabecita sobre el tartán. Cerca de él, contentos y divertidos, porque los lanzadores de disco son una fratría, pero temblando de frío, los dos españoles que participaron y llegaron a ser finalistas, Mario Pestano, sexto y lesionado y solo capaz de lanzar tres veces (62,31m) y Frank Casañas, octavo (61,47).

Y así terminó una tarde eterna de marcas tan mediocres como las del disco (ah, el mal tiempo) y en la que Mo Farah volvió a ganar los 10.000 metros y en la que lo que preanunciaba con su victoria la nueva reina de la velocidad, la holandesa Dafne Schippers, campeona de los 100m y máxima aspirante a los 200m, el que la velocidad europea era rubia y se alimentaba con mantequilla, no pudo cumplirse, pues pocos minutos más tarde, un inglés negro de la nueva escuela de velocidad británica (la que dirige Dan Pfaff, el técnico que creó a Donovan Bailey), llamado James Dasaolu (10,06s solamente, viento en contra de 0,4 m/s), acabó con el reinado del francés Christophe Lemaitre (10,13s), el blanco gigante que había bajado de los 10s y que había ganado espléndidamente los 100m y los 200m en los dos últimos campeonatos de Europa. Y todo, bajo la mirada divertida y temblorosa, por el frío, de Usain Bolt, que bajó a la pista para que le aplaudieran los suizos.

No sonó mucho el ‘Dios Salve a la reina’ porque la mayoría de las medallas se entregarán medallas, pero el Reino Unido logró otro oro en las vallas altas femeninas, con Tiffany Porter (12,76s), así que el jueves será un día de disco rayado, pero brillará sobre todo el himno que dediquen a los del 10.000, a Farah, cuya victoria, su cuarto título europeo (desde que Jesús España le derrotara en el 5.000 de Gotemburgo 2006, el doble campeón olímpico y mundial también lo ha ganado todo en Europa: 5.000 y 10.000 en Barcelona 2010 y 5.000 en Helsinki 2012, y aún le espera el domingo el 5.000), aún estando prevista, no fue tan sencilla. Le pusieron a prueba dos turcos de origen keniano y Farah, en su primer 10.000 de una temporada tan rara y novelesca como el curioso atléticamente año de 2014, no pudo despegarse de ellos hasta la frenética última vuelta, en la que hizo fuerte su velocidad (la velocidad tremenda de un atleta que tiene 3m 28s en 1.500m) para resistirles a ambos y también a su compatriota tremendo Andy Vernon, morfología de lanzador y tenacidad de corredor de cross en barro, que aprovechó la estela del compatriota para terminar segundo. Para muchos, pese a esta victoria, y después de conocer por boca del propio Farah el extraño desvanecimiento sufrido por el británico hace un mes en el cuarto de baño del hotel en el que estaba concentrado en la altitud de Park City, en Utah, las locuras de su entrenador, Alberto Salazar, un hombre que autodestruyó por su nivel de autoexigencia tempranamente su carrera de maratoniano, acabarán pronto con la carrera de sus protegidos. Farah este año ha corrido un maratón, el de Londres, un medio maratón y un 5.000m, aparte del 10.000m zuriqués. Un caos que solo salva la gran calidad de aquel niño somalí que aprendió a correr en Londres para convertirse en uno de los más grandes fondistas de la historia.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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