_
_
_
_
_

El Athletic goza y sufre en Nápoles

Higuaín igualó en San Paolo el gol de Muniain (1-1)

Maggio trata de rematar ante Laporte y Aduriz.
Maggio trata de rematar ante Laporte y Aduriz.Salvatore Laporta (AP)

Nada mejor que la insolencia en los actos convencionales. Y en asuntos de insolencia nada mejor que De Marcos y Muniain para inventar el infinito, jugársela a una carta, atreverse con el horizonte en la confianza de que su pierna derecha les llevará a donde haga falta si demasiadas borrascas. Una contra, una carrera, un remate y un gol que cale el peso en oro de ambos futbolistas ante un Nápoles, presuntamente favorito pero psicológica y físicamente muy débil. La impresión de que el Athletic está hecho y el Nápoles haciéndose se manifestó a los 15 minutos.

Dos cohetes del equipo de Benítez, en sendos remates del irreconocible Hamsik e Higuaín, acabaron con los fuegos artificiales de una remesa muy escasa. Ambos desaparecieron una vez entregada en el área su tarjeta de visita. A partir de ahí creció el Athletic, que es el mismo del año pasado, con el único cambio de Beñat por Herrera, con la misma fe, con la misma táctica (o sea, la presión), con el mismo físico.

NÁPOLES, 1 ATHLETIC, 1

NÁPOLES: Cabral; Maggio, Albiol, Koulibaly, M. Britos; Jorginho Frello, Gargano; Callejón, Hamsik (Michu, m. 77), Insigne (Mertens, m. 59); Higuaín. No utilizados: Andújar, Ghoulam, Mesto, Zapata.

ATHLETIC: Iraizoz; De Marcos, Gurpegui, Laporte, Balenziaga; Iturraspe (Morán, m. 88), M. Rico; Susaeta (Ibai Gómez, m. 79), Beñat (San José, m. 74), Muniain; Aduriz. No utilizados: Herrerín, Iraola, López, Guillermo.

GOLES: 1-0. M. 41. Muniain. 1-1. Higuaín. M. 68.

ÁRBITRO: Jonas Eriksson. Amonestó a Jorginho Frello, Gurpegui y Balenziaga.

Estadio de San Paolo. Unos 45.000 espectadores.

Le falta la chispa para llegar arriba con la asiduidad que acostumbra, pero le basta con la que tiene para acceder a los salones del gol. Se supone que tiene que surgir de las botas de los insignes (no confundir con el centrocampista napolitano del Nápoles), pero puede surgir de la voracidad de un tipo como De Marcos, con un poderío físico muy por encima del rival, con el tiempo suficiente para dejarle el balón en el pie derecho de Muniain para batir a Rafael en el primer disparo contra los tres palos.

El gol le daba ventaja al Athletic en el marcador y en el ánimo. Llegado el balón a la red, el Athletic tenía el corazón a tope y el Nápoles tenía la sístole sin la diástole acompasados. Y el corazón en el fútbol, vale, funciona.

Porque funcionaba Laporte como pared frente a Higuaín y funcionaba Iturraspe como pared infranqueable ante los medios centros del Nápoles, demasiado tímidos, a veces insulsos. Los rojiblancos se apoderaron del balón, del minutaje, sin demasiada agresividad, al amparo de Rico con su persistencia y, sobre todo, de Muniain, con su insolencia y su imaginación. Líder natural cuando de revolverse se trata, Muniain impulsó al Athletic hacia un objetivo definitivo. El gol fue la confirmación de las impresiones: casi todo el Athletic era mejor que casi todo el Nápoles, más terso, menos dúctil, muy mal dirigido por sus medios centros, Jorginho y Gargano.

Pero el fútbol, como los menús, tiene segundos platos. El primero fue del Athletic, el segundo del Nápoles, porque el equipo de Valverde se enredó, se descontroló, se desorganizó. Y en ese río revuelto pescó Higuaín, que para eso está, le asistan o no sus compañeros. Él vive de su instinto y de su intensidad. Y mediada la segunda mitad, cazó una mosca y la mandó a la red.

El Athletic entendió el mensaje. Pensó que convenía resistir más que atacar y fue poblando su campo de futbolistas en espera de que el reloj hiciera su trabaja: es decir, consumir el partido y al Nápoles. A fin de cuentas, un 1-1 fuera es un magnífico resultado en una eliminatoria, Pudo, después, pasar de todo, pero no pasó nada, salvo que Iraizoz sacó dos manos prodigiosas para evitar el Nápoles impusiera su jerarquía más que su juego.

El Athletic, con solvencia al principio y con apuros al final, encontró lo que buscaba: no perder y marcar un gol a domicilio. Ya en la ducha, los rojiblancos quizás pensaron que podían haber ganado. Pero el tiempo había concluido. San Mamés dictará sentencia el próximo día 27.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_