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¡Hola, me llamo Chris Froome!

El británico resucita con un ataque en La Camperona, donde gana el canadiense Hesjedal

Froome, durante la 14ª etapa.
Froome, durante la 14ª etapa.Jaime Reina (AFP)

La belleza es siempre indescriptible. Como los estados de ánimo. Como los estados de forma. Nubosidad variable en unos casos, cielos despejados en otros. En el ciclismo, la belleza la pone el sudor, la dificultad, el extremismo que convierte a los actores principales en secundarios y viceversa. Porque llegados a La Camperona, un puerto que es el orgullo de Sabero, donde se sabe del sudor por los tiempos de las minas, ahora hechas museo, antes hechas dolor. Un puerto inédito tenía que tener un final indescriptible. Parecía que iba a ganar Oliver Zaugg, el ayudante de Contador, y resulta que acabó ganando Ryder Hesjedal, como cuando en el juego del escondite viene el listillo y toca la pared cuando tú le hacías llorando en casa su derrota. Y parecía que iba a machacar Valverde, primero, y sobre todo, Contador, después, y acabó siendo Froome el que encendió la bombilla de los favoritos y alumbró su renacimiento.

Clasificaciones

ETAPA

1. Ryder Hesjedal (CAN/Garmin Sharp) en 5h 18m 10s

.2. Oliver Zaugg (SUI/Tinkoff Saxo) a 10s

3. Imanol Erviti (Movistar) a 30s

4. Alexandre Kolobnev (RUS/Katusha) a 39s

5. Louis Meintjies (RSA/MTN-Qhubeka) a 42s

GENERAL

1. Alberto Contador (Tinkoff Saxo) en 54h 20m 16s

2. Alejandro Valverde (Movistar) a 42s

3. Christopher Froome (GBR/Sky) a 1m 13s

4. Joaquím Rodríguez (Katusha) a 1m 29s

5. Rigoberto Uran (COL/Omega Pharma) a 2m 07s

Por delante iban los fugados consentidos con sus guerras y guerrillas. Por detrás los lobos que no cazan piezas pequeñas. La primera carrera acabó cuando Hesjedal (el señalado por los motorcitos) devoró a Zaugg, cuando el suizo ya sacaba la servilleta para limpiarse los labios pensando que la merienda había concluido. La cuenta se la pasó Hesjedal y tuvo que pagar él. Asunto liquidado.

Por detrás, la guerra era más sibilina, más estratégica, más calculada, aunque un puerto como La Camperona es capaz de dejar sin cobertura a cualquier calculadora. Siempre que un puerto importante se estrena en la Vuelta, el desnivel sube igual que crece la estatura de los futbolistas en las estadísticas de sus clubes. A pie de puerto, los lugareños lucían camisetas que explicaban el desnivel de su orgulloso puerto. En los bares se hablaba de ello. Y el máximo porcentaje iba creciendo: del 22%, al 24%, al 28%, incuso al 30%. Si la carrera hubiese tardado un poco más el desnivel hubiera sido algo así como a Finisterre. Y, cierto que es un puerto bello, exigente, cambiante, de esos que te tientan a echar pie a tierra y dar la vuelta.

Un puerto corto y grande, al que Valverde le tiró la primera dentellada en el primer intento. Tomar la curva y empinarse el asfalto y Valverde que decide que hay que empezar a darle candela al asado. La etapa estaba perdida por los fugados con enchufe. O sea que había que jugarse los galones.

Su valentía quizás fue excesiva, pero los excesos en el ciclismo son tan bellos como caros. Y ya se sabe que la belleza es siempre indescriptible. Fue como la sal en la herida. Purito decidió que fuera Contador quien tomara cartas en el asunto. Y las tomó. Y Froome, el británico del caminar extraño, se fue quedando, y quedando, en la cola del pelotón de los elegidos. Lo habitual, en los casos anteriores. En cuanto uno tira, Froome sufre, codea y busca aliento en la cola del pelotón, siempre más despejada.

Valverde, el primero en sacar la espada, fue también el primero en caer herido

Contador cazó a Valverde y el murciano también buscó la sombra del jardín. Y atacó Contador, encendiendo todas las alarmas. El riesgo de incendiar la Vuelta a una semana de su final coloreó el paisaje. Pero resistió Purito, y a durísimas penas, Valverde. Y de pronto apareció por allí un tipo larguirucho, con un andar cansino y doliente. Un tal Froome, dado por muerto, que encabeza a los elegidos, y tira y tira, y rompe y rasga. Y deja a Contador. Y a Purito y a Valverde. Los deja muy poquito por detrás, pero los deja, y les da un golpe moral. Y les dice que no se ha ido, que su andar casino es un asunto singular pero que tiene la costumbre de resucitar en cualquier momento.

Al final, en la meta, el británico-keniano solo distanció a Purito Rodríguez en un segundo, a Contador en siete, a Aru en ocho, y a Valverde, el príncipe valiente, en 29 segundos. El primero en sacar la espada fue el primero en caer herido. Suele ocurrir con los valientes, que a veces la belleza les castiga. Pero La Camperona le encendió la brasa a la Vuelta, porque Froome ha vuelto, con su andar cansino, con sus labios mordisqueados con su particular forma de correr. Pero ha vuelto a la mina. Ha salido del museo. “Hola, soy Chris, pasaba por aquí”.

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