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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El efecto ‘enormes cambios’

La inteligente labor de Zubizarreta y de Eusebio merece nuestro reconocimiento

Enrique Vila-Matas
Zubizarreta y Mathieu, en la presentación del defensor francés.
Zubizarreta y Mathieu, en la presentación del defensor francés. Fernando Zueras

Este verano, la directiva del Barça debería haber enviado una carta pedagógica a sus socios preguntándoles si sabían lo que podía hacerse cuando se sentían, con respecto a la futura plantilla del equipo de fútbol, totalmente impacientes y frustrados.

Lo primero que usted tiene que hacer para sosegarse —debería haber dicho la tranquila misiva estival— es reconocer que tiene miedo. Verdadero pavor a que, dado lo apocados que parecemos, no seamos capaces de fichar a nadie. Pero estamos seguros —seguiría diciendo la carta— que de confiar usted al cien por cien en nuestras gestiones, no sentiría ya la menor impaciencia; somos una junta que quiere pedirle este favor: trate de calmarse y libere el miedo y sepa que nuestro entrenador, Luís Enrique, construye el nuevo equipo a base de fichajes (que pacta con Zubizarreta) y de cantera (apoyándose en el gran trabajo de Eusebio en el filial).

De haber recibido esta carta, muchos socios habrían palidecido. ¡Dios santo! ¡Zubi y Eusebio! Precisamente los más mal vistos, los más atacados en los últimos años por los internautas en las ediciones digitales de los deportivos… Los más atacados, sí. Pero un día habrá que detenerse a analizar por qué estos dos excelentes técnicos enfurecen tanto a la masa anónima de internet, por qué despiertan un odio tan espectacular, parecido —para entendernos— al que siente Ibrahimovic hacia el “filósofo” Guardiola.

Creo que es extraño que esto ocurra, porque son dos personas sensatas, inteligentes, que no pierden la paciencia nunca y saben seguir su camino, un camino que, a pesar del griterío digital, les está llevando a muy buenos logros profesionales. Pero es que tal vez sean esas virtudes lo que precisamente enfurecen a la masa anónima de energúmenos de la Red: una masa apasionada por el visceralismo, la sangre idiota, la mala educación, el empuje racial.

Hubo en Can Barça un desaliento general cuando se fichó a Mathieu, y no digamos con Vermaelen

Pero he de decir que esa rabia no va sólo por internet. Hace un mes presencié una escena delirante: junto a un quiosco de prensa, un padre aleccionaba en voz alta y muy seriamente a su hijo de siete años para que odiara a Zubi, “el secretario que no sabía fichar defensas centrales”. El padre parecía educar a su hijo exclusivamente en el odio, como si deseara que su niño fuera un futuro asesino de filósofos y otras cabezas pensantes.

Creo que este ha sido el verano de la impaciencia. Y es que como el presidente Bartomeu habló de “revolución”, el seguidor del Barça esperaba que los fichajes —todos de primera magnitud— cayeran, uno tras otro, en el mismísimo mes de junio y fueran contratados con la envidiable soltura con la que suele hacerlo últimamente el Real Madrid. En lugar de esto, se inició una larga y densa travesía del desierto en busca de jugadores (Marquinhos, Koke, etc.) que resultaban siempre inalcanzables para el Barça. Y, mientras tanto, el Real Madrid, con esa famosa soltura, iba fichando sin despeinarse a los jugadores que precisamente necesitaba el Barça: Kross, (idóneo para sustituir a Xavi Hernández), James (¿alguien se decidirá a pronunciar por fin algún día su nombre en inglés?), el portero Keylor Navas…

Hubo en Can Barça un desaliento general cuando se fichó a Mathieu, y ya no digamos cuando llegó Vermaelen; puedo asegurar que aquello parecía el fin del mundo. Por los mismos días, el Real Madrid arrolló a un Sevilla imberbe y todos los sabios anónimos de la Red mostraron lo mucho que saben de fútbol y pronosticaron una temporada pésima para el “nuevo” Barça.

Siempre nos preguntamos por qué atrae tanto el fútbol y no acabamos de ponernos jamás de acuerdo. Para mí, una de las causas por las que tanto fascina es el efecto ‘enormes cambios’ en el último minuto (lo llamo así en homenaje a un libro de Grace Paley), es decir, esa sorpresa continua que está instalada en el centro mismo del desarrollo de un partido o de una temporada de fútbol.

Cuando alguien cree ya saberlo todo de este deporte, no tarda en descubrir, si lo piensa bien, que aún no ha empezado a saber nada. Porque el fútbol, que no puede estar más atado a nuestra monótona cotidianidad, es, sin embargo, lo contrario del tedio diario, ya que está al mismo tiempo ligado, como un bailarín al borde del abismo, a la posibilidad de cualquier inmenso cambio en el último minuto. Y es, de hecho, una de las actividades en las que menos puede regirse uno por una cierta lógica. Por eso se vuelve loco el perfeccionista de Pep Guardiola al tratar de controlarlo todo de forma matemática cuando la gracia del fútbol está en que, hagas lo que hagas, nunca sabes lo que va a pasar, es impredecible y en un minuto, generalmente en un segundo, puede cambiar todo. ¿No es lo que ha ocurrido al comienzo de esta temporada? Los serenos y casi clandestinos trabajos de Eusebio (está creando silenciosamente una cantera formidable) y de Zubizarreta (que no ha fichado de cara a la galería; para eso es vasco y sobrio y por eso siempre fue enemigo de las fotogénicas “palomitas”) están cuajando de repente, mientras que el Real Madrid ha revelado que no era la Doña Perfecta que habíamos pensado. Ahora —creo que tanta impaciencia no dejaba ver el horizonte— se puede observar que, de momento, a falta de algún cambio futuro en el último minuto, el Barça de Luis Enrique parece haber sabido mezclar fichajes muy oportunos (ahora resulta, por ejemplo, que era Rakitic y no Kross el sucesor idóneo de Xavi) con incorporaciones de jugadores de la cantera de verdadero genio (todo indica que el jugador del filial barcelonés Samper es superior a James, por ejemplo). De modo que la impaciencia no fue más que un error monumental de este verano y la inteligente labor de Zubi y de Eusebio y de todos sus colaboradores merece más bien nuestro reconocimiento, Luis Enrique seguro que ya se lo ha dado.

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