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Dadme 10 segundos y moveré el mundo

Valverde describe la carrera ideal para convertirse hoy en campeón en el circuito de Ponferrada

Carlos Arribas
Alejandro Valverde recorre el circuito de Ponferrada.
Alejandro Valverde recorre el circuito de Ponferrada.bryn lennon (getty)

Alejandro Valverde, que sale una vez más como favorito, pide 10 segundos y algo más para ganar un Mundial que vuelve a España nueve años después de que en el paseo de la Castellana de Madrid el belga Tom Boonen le venciera en el sprint final. Una llegada masiva que el murciano quiere evitar a orillas del Sil oscuro y sabe lo que necesita para ello, para llegar solo a la meta de la 14ª vuelta a un circuito que no es tan duro como a él le habría gustado. “Necesito 10 segundos en la cima del último repecho, a unos cuatro kilómetros de la llegada”, dice Valverde. “Y creo que si se arranca con un par de huevos se puede conseguir. Es una carrera de un solo ataque, y todos sabemos dónde es”.

Lo dice Valverde con la necesidad de quien sabe de que ese sea quizás el único guion que le dé la victoria, como lo podía decir Fabian Cancellara antes de ganar la San Remo tras lanzarse en el descenso del Poggio (y como espera el suizo, como ambiciona, en Ponferrada también), aun a sabiendas, tras haber visto el desarrollo de todas las carreras de juveniles, sub 23 y mujeres, y tras haber oído a Óscar Freire, a quien el circuito le recuerda el de Verona en el que ganó dos veces el Mundial, de que lo más probable es una llegada agrupada de una veintena de corredores. Por eso repite Valverde: “Estoy segurísimo de que no va a haber un sprint masivo. Después de casi 260 kilómetros [14 vueltas a un circuito de 18 kilómetros] y un desnivel acumulado de 4.200 metros es imposible que no se rompa la carrera. Y más, si llueve, como se espera”.

Que sea él, el líder designado por el seleccionador, Javier Mínguez, quien arranque, y no el silencioso y serio Purito Rodríguez, es un acto de fe, por supuesto, y una decisión táctica: cuatro compañeros del Movistar, y no los cuatro que tendrán menos peso en la selección precisamente (Erviti, Castroviejo, Jesús Herrada y Ion Izagirre), forman la columna vertebral del nueve junto a Valverde, mientras que del Katusha de Purito solo estará el también andorrano Dani Moreno.

Es una carrera de un solo ataque, en el último repecho. Se puede conseguir”, dice Valverde

Es la del murciano, cinco veces medallista en los últimos nueve años (tres de bronce, dos de plata), nunca arcoíris, la versión condensada de una novela española que si en los primeros años del Mundial era plana y breve como un relato de lo esperado, y posteriormente, desde que Abraham Olano abrió, en 1995, la edad de oro que Óscar Freire, tres veces campeón, convirtió en costumbre (y también Igor Astarloa), larga y previsible como una historieta de hazañas bélicas, se ha convertido en los últimos años en el guión de una película de capa y espada o de un filme negro de celos y venganzas, una especialidad que hasta hace nada parecía monopolio del riquísimo ciclismo italiano de entonces. Tantos años llevan los mismos siendo los únicos españoles con capacidad de ser campeones de cualquiera carrera (ellos dos, Purito, de 35 años, y Valverde, de 34, más Alberto Contador, de casi 32 y cuya ausencia apenas justificada impedirá que se repita en el Bierzo el triángulo que dio vida a la Vuelta), tantas veces se han cruzado sus caminos en tantas carreteras, que es imposible que cada uno de sus movimientos no sea analizado, contextualizado, historiado y anatemizado convenientemente, aunque por encima de todas las conclusiones predomine el deseo de que todos se lleven bien, colaboren, trabajen en equipo, disfruten del éxito del compañero como del suyo propio.

A los 34 años, el murciano ha sido cinco veces medallista, pero nunca oro

En eso trabaja precisamente Javier Mínguez, quien, como el diablo, sabe quizás más por viejo que por sabio, pues almacena bajo sus canas años de experiencia y sus ojos siempre entrecerrados, escrutadores, han visto historias de todos los colores. Por eso, cuando Mínguez se reunió con ellos el viernes, con los dos protagonistas y con los siete más, a quienes quería más que como coro como testigos de las promesas y decisiones que allí se tomaran, y tras explicarles que la táctica sería un 4-3-1-1: cuatro de base (Erviti, Castroviejo, Dani Navarro y Luis León), tres para los movimientos peligrosos (Herrada, Izagirre y Moreno), más Purito como media punta y Valverde como rematador, les dijo: “De todas maneras, tampoco os comáis mucho el coco”. “El enemigo no es ni la selección italiana, ni Degenkolb, Gerrans o Cancellara”, les dijo. “El enemigo es la carrera, pues la carrera siempre puede con todos. Cuando hago la táctica en la habitación, yo nunca pierdo, pero luego en la carretera pierdo mucho más que gano. Solo os pido una cosa, que no se repita lo de Florencia, donde después de haber comido muy bien, de llegar con dos buenos entre los cuatro que se jugaron la victoria, tuvimos un postre de pena…”

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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