_
_
_
_
_

El Athletic pasa por el diván

El equipo rojiblanco, sin intensidad ni autoestima, afronta ante el Real Madrid una auténtica terapia de choque

Ernesto Valverde da una charla a los jugadores del Athletic, durante el entrenamiento de ayer.
Ernesto Valverde da una charla a los jugadores del Athletic, durante el entrenamiento de ayer. EFE

En apenas cuatro días, los que van del miércoles al sábado, el Athletic ha pasado por el diván. En ese tiempo, el diccionario de psicología ha desgranado todas las palabras: crisis, depresión, falta de autoestima, ausencia de intensidad, lucha, desorientación, desconcierto, falta de atención, pérdidas de visión (de la jugada) y una larga retahíla para explicar por qué un equipo que divertía y se divertía jugando al fútbol hace apenas unos meses ahora es una colección de hombres perdidos, que se asocian con dificultad y convierten los 90 minutos de juego en un penoso trajín sobre el césped al que llegan casi siempre tarde y en vez del éxito parecen buscar el mal menor.

A su entrenador, Ernesto Valverde, no le da miedo hablar de "crisis". El nivel de juego y resultados de su equipo le obligan a llamar a las cosas por su nombre. Su diagnóstico y el tratamiento de curación son los mismos que los de los aficionados. "Hay que recuperar las virtudes del equipo: intensidad, presión arriba, ilusión por ganar y jugar muy rápido hacia adelante". La realidad desnuda. El partido del martes en la Liga de Campeones frente al humilde BATE Borisov de Bielorrusia (2-1) fue el último aguijón de una trayectoria oscura. "Ellos nos ganaron en todo: en intensidad, en lucha, en pelea, en todo, y eso lo tenemos que corregir entre todos", resumía Aduriz, después del partido, en un acto de sinceridad absoluta.

"Hay que recuperar las virtudes del equipo: intensidad, presión...", dice Valverde

Intensidad es la palabra de moda, el resumen del diagnóstico. El Athletic ha perdido ritmo, el rival ya no siente el agobio rojiblanco ni dentro ni fuera de San Mamés. La pasada temporada era un equipo cansino para el rival, agotador incluso, ahora es un grupo previsible y lento al que le atenaza la desconfianza. Y, claro, "sin intensidad somos un equipo peor", resumía Mikel Rico.

Valverde, sin embargo, cree que el asunto no tiene nada que ver con un bajón físico, algo que sería preocupante cuando solo se han disputado 11 partidos oficiales de los aproximadamente 50 que tendrán que jugar en toda la temporada entre Liga y Champions o lo que se consiga en Europa.

La falta de intensidad, de ritmo, de resultados, ha llevado al equipo a la falta de autoestima y de ahí a la desconfianza solo hay un paso. El Athletic recupera la mitad de balones que la pasada temporada, pierde el doble de los que domina y apenas un par de jugadores (Aduriz y Muniain) se atreven a encarar al contrario para buscar acciones de superioridad. El resto, prefiere pasar... la pelota y quitarse el muerto (o sea el balón) de encima. Los centros al área, que en la pasada campaña eran abrumadores, especialmente en San Mamés, han sufrido un recorte brutal, y los que se efectúan se realizan con una manifiesta incapacidad técnica. Se diría, que en cada centro o jugada a balón parado, al Athletic le pesa el balón y le tiembla el pie. O sea, desconfianza.

A Valverde no le da miedo hablar de "crisis". El nivel de juego y resultados de su equipo le obligan a llamar a las cosas por su nombre

Tras levantarse del diván, al Athletic le espera una terapia de choque. Visitar el Santiago Bernabeu es una prueba para corazones fuertes. El Athletic lo mira de forma diferente con cada ojo. En uno ve el mejor escenario para remontar el vuelo, la mejor pantalla para cambiar el guión. En el otro divisa todas las adversidades posibles como para resolverlas de un plumazo, algo así como meter en una manifestación multitudinaria a alguien que padece claustrofobia. Si la intensidad es la seña de identidad del Athletic en cualquier caso, ante los grandes rivales es un acto de supervivencia. Por eso más de uno piensa más en el parón liguero para curar heridas, restablecer los códigos perdidos y dejar el diván vacío. A fin de cuentas, el Athletic ya sabe de qué va el asunto. Tras la exitosa primera campaña de Bielsa, la segunda fue un caso de depresión, entonces atribuida a la carga psicológica que el técnico rosarino exige a sus equipos. Ahora vuelve a las andadas. Quien no ha cambiado es el público. El Athletic sorteará entre sus socios el lunes las 2.200 entradas que le ha enviado el Oporto para el partido de Champions del 21 de octubre. Ya se han apuntado 10.280 y el plazo se cierra el domingo. La autoestima del equipo está en juego; la fe de los aficionados, intacta.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_