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Feliciano rescata a Feliciano

El español llega a semifinales tras remontar 5-7, 6-4 y 6-4 a Youzhny Ferrer cae 4-6 y 2-6 con Djokovic

J. J. MATEO
Feliciano López, durante su partido con Youzhny.
Feliciano López, durante su partido con Youzhny. DIEGO AZUBEL (EFE)

Tieso como un palo, igual que si la espalda le martirizara con latigazos dolorosos, Feliciano López  remontó en cuartos del Masters 1.000 de Shanghái ante el ruso Mikhail Misha Youzhny, el cosaco de revés endemoniado (5-7, 6-4 y 6-4). El toledano compitió alejándose de todas sus señas de identidad. Sin primer saque (54% de primeros servicios, 37% en la primera manga). Anclado en la línea de fondo. Sin acudir a la red. Sin chispa en las piernas. Como si el esfuerzo de tumbar a Rafael Nadal en segunda ronda y a John Isner en octavos se hubiera cobrado su precio. Que con esas limitaciones el español lograra la victoria solo se explica por su empeño en tocar una bola más, en darle vida a los puntos muertos y en provocar así errores inexplicables en Youzhny, que acabó desesperado: tanto fue el empeño de Feliciano, set y break abajo (5-7, 3-4, 0-15), que el número 21 hasta sobrevivió a perder el saque cuando sirvió por el duelo (5-7, 6-4 y 5-3).

Youzhny celebra un punto.
Youzhny celebra un punto.JIA RU (AFP)

"Ha sido dramático", describió en los micrófonos de Teledeporte el ganador, que sumó la victoria 200 de su carrera sobre cemento. "No me encontraba bien. La espalda estaba muy dura, y no tenía la chispa de otros días. En el segundo set hice un break con todo perdido y cambió todo", añadió. "Recurrí a la épica".

La primera manga puso las bases de lo que sería el pulso. Feliciano se vio por detrás en el marcador desde el inicio, y desde el comienzo bregó para salvar esa distancia. Recuperó en blanco una rotura, tuvo sus opciones de ponerse por delante, y acabó cediendo el parcial pese a tener dos bolas de rotura cuando Youzhny sirvió por la primera manga. Las idas y venidas del luminoso resumieron las inseguridades de dos tenistas temerosos del contrario, incapaces de imponer sus virtudes con continuidad y que jugaron casi siempre dudando. Si el ruso salió vencedor del primer parcial es porque jugó con más riesgo en los momentos decisivos, atacando y cogiendo el timón de los intercambios con manos firmes, al contrario que el español, un tenista de ataque que vivió esos peloteos a la defensiva, de liftado en liftado, de cortado en cortado, atado a la línea de fondo y sin enseñar los colmillos.

Y así, Feliciano se vio set y break abajo, con un pie en el vestuario y medio billete comprado para volverse a España. A los 33 años, sin embargo, el toledano ya es perro viejo. Sin velocidad en los pies, se estiró una y mil veces para convertir en globos defensivos pelotas que debían ser puntos de su contrario. Una y mil veces citó Feliciano a Youzhny con la necesidad de rematar el peloteo, y una y mil veces falló el ruso. De esos errores se contagió el resto de su juego, que empezó a desangrarse por el drive. Y Feliciano recuperó la rotura que había concedido en el segundo set. Y luego logró otra para apuntarse el parcial. Y entonces, mientras se cubría en cada descanso la dolorida espalda con una toalla, se lanzó a por el encuentro poniendo la diana en el drive dubitativo de Youzhny e intentando controlar sus propios nervios, que le llevaron a ceder el saque cuando sirvió por el duelo (5-7, 6-4 y 5-3).

El toledano, cansado, jugará las semifinales contra Gilles Simon. Tiene una oportunidad única de jugar por primera vez la final de un Masters 1.000. Al otro lado del cuadro, Novak Djokovic derrotó 6-4 y 6-2 a David Ferrer, que cedió breaks tempraneros en ambas mangas y no encontró en el revés el acompañamiento necesario para su correosa propuesta. El serbio se enfrentará por el pase a la final contra el ganador del Roger Federer-Julien Benneteau.

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Sobre la firma

J. J. MATEO
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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