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Los Rockets conquistan México

La NBA visita en partido oficial al país vecino con una cómoda victoria de Houston Rockets frente a Minnesota Timberwolves

David Marcial Pérez
Kostas Papanikolau rebasa a Corey Brewer, en el partido en México.
Kostas Papanikolau rebasa a Corey Brewer, en el partido en México. Eduardo Verdugo (AP)

Los Minnesota Timberwolves volvían por segunda vez al Arena Ciudad de México para disputar un encuentro oficial de la NBA. El año pasado, con el calzón ya puesto, los jugadores tuvieron que abandonar la pista, que se inundó de humo por un problema con el sistema de electricidad del moderno pabellón de la capital mexicana. Este año no hubo ningún susto, el partido –y todos los extras que incluyen los espectáculos de la liga estadounidense– pudo celebrarse, y los casi 22.000 espectadores que llenaron el pabellón asistieron a una cómoda victoria de los Houston Rockets ante los Timberwolves (113 – 101).

El lleno de ayer es una muestra del tirón de la NBA en el país vecino. El baloncesto mexicano está acostumbrado a mirarse en el espejo de EE UU. En comparación con la primera potencia mundial del balón y la canasta el reflejo es, obviamente, borroso. México vive no obstante una revitalización de la imagen de su baloncesto gracias en gran parte a los buenos resultados de su selección nacional en los últimos años. Dos oros en competiciones panamericanas importantes y la clasificación para el último Mundial tras 40 años de sequía han dado más visibilidad a un deporte que tiene como duros competidores al futbol, al béisbol y al boxeo.

“Estuvo muy bueno el Mundial porque además lo pusieron por la televisión y gratis”, cuenta antes empezar el encuentro Andrés Fernando Millán enfundadado en una camiseta de los Timberwolves y con el nombre de Ricky Rubio en la espalda. Millán tiene 18 años, juega de base en un equipo municipal del Estado de México y le gustaría tener las manos tan rápidas como la estrella española, ausente en la terna por lesión. 

La influencia estadounidense se percibe ya desde las canchas de los barrios mexicanos. Es fácil encontrar en los recovecos de la capital, encajadas entre bloques de pisos o la orilla de alguna ancha carretera, pistas de baloncesto muy parecidas a los playgrounds del vecino del norte. Los jóvenes emulan ese estilo de juego rápido, potente e individualista. Dos, tres pases como máximo, fintar y penetrar con agresividad. Así es como jugó ayer James Darden, el barbudo escolta de los Rockets que con 23 puntos aupó a su equipo a la victoria, ayudado por Dwight Howard en la pintura, donde mandó sin oposición una vez que envió al banco por exceso de personales al rocoso Nikola Pekovic, el único cinco de Minnesota con kilos y tablas para pararlo.

Durante el descanso del partido, esperando en la fila para participar en una de las actividades extras que ofrecía el evento, un fotomatón que acoplaba la cara del espectador en el cuerpo de un NBA, Antonio Juárez, alias el Pantera, dio la medida de las diferencias entre los dos mundos baloncestísticos: “Soy entrenador de los Dragones, un equipo de la liga de municipal del Distrito Federal. En mi equipo juegan también jugadores de la liga profesional. Lo hacen por dinero. Yo les pago por partido entre 30 y 60 dólares”.

La liga más importante de México, la Liga Nacional de Baloncesto Profesional (LNBP), a la que se refiere el Pantera, echó a rodar en el año 2000. Está compuesta por 14 equipos, algunos de los cuales son escuadras universitarias que, como los Correcaminos de Victoria, de la Universidad Autónoma de Tamaulipas, juegan sus encuentros en el gimnasio del campus. La NBA, en cambio, solo el año pasado se apuntó unos beneficios de 4.600 millones de dólares.

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Sobre la firma

David Marcial Pérez
Reportero en la oficina de Ciudad de México. Está especializado en temas políticos, económicos y culturales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en El País. Antes trabajó en Cinco Días y Cadena Ser. Es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y máster en periodismo de El País y en Literatura Comparada por la UNED.

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