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HISTORÍAS DE UN TÍO ALTO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Del orden y los entrenadores

Gregg Popovich, entrenador de los San Antonio Spurs
Gregg Popovich, entrenador de los San Antonio SpursJim Mone (AP)

A menudo, se dice que la NBA es una “liga de jugadores”, con lo cual se quiere insinuar que los entrenadores no son tan importantes. Durante mucho tiempo me he resistido a esa conclusión simplista, porque creo que yo estoy más enterado. Cuando me veo arrastrado a una discusión acerca de los entrenadores en la asociación, explico que en mi carrera como jugador he visto muchos buenos y muchos malos. Así que, por supuesto, sé distinguir entre los dos. Y por supuesto que influyen.

Últimamente, sin embargo, mis argumentos se están llevando más palos que un boxeador novato. Muchos de los entrenadores que yo pensaba que eran malos ahora están a cargo de equipos realmente buenos.

Los primeros en llamarme a filas a la NBA fueron los Hawks de Atlanta de Shareef Abdur Rahim y Theo Ratliff. El entrenador era un tipo simpático, pero que no inspiraba en sus jugadores nada parecido al respeto. Daba la impresión de estar tan desbordado como un remero al que hubiesen ascendido al grado de capitán. Actualmente, Terry Stotts es el primer entrenador de los Trail Blazers de Portland, que cualquier día pueden encontrarse entre el segundo y el cuarto puesto de la Conferencia Oeste.

Hacia el final de mi carrera estuve en un campo de entrenamiento con los Timberwolves de Minnesota, a los que entrenaba —ineficazmente, creo— Dwayne Casey. Uno de los ayudantes parecía igual de inepto. Su nombre era Randy Wittman. El director general del equipo daba la impresión de ser el más inútil de todos. Era Kevin McHale.

Todavía no estoy preparado para admitir que los técnicos de la NBA prácticamente carecen de valor

Ahora, Casey es el héroe de Toronto. Sus Raptors se están batiendo con los Wizards de Washington por la supremacía de la Conferencia Este. A los Wizards los entrena Wittman. En cuanto a McHale, dirige el banquillo de los Rockets de Houston, que parecen tener asegurado un puesto en los playoffs.

Entonces, ¿en qué me equivoco? ¿Es que los entrenadores de la NBA no influyen tanto en los equipos? ¿O es que mis juicios sobre cada uno de ellos individualmente son bestialmente erróneos? Bueno, un poco de las dos cosas. Y algo más: una simple tendencia personal.

Para mí, los jugadores de la NBA representan el caos, y los entrenadores, el orden. Una parte de mí quiere que el orden triunfe sobre el caos. Por lo tanto, tengo inclinación a desear que los entrenadores sean más importantes de lo que son. Esta es una opinión que se basa en mi propia escala de valores, no es un hecho.

¿Estoy preparado, pues, para admitir que los entrenadores de la NBA prácticamente carecen de valor? De momento, no. Porque si bien estoy dispuesto a aceptar que los entrenadores no tienen tanta influencia como le gustaría a mi cerebro amante del orden, sostengo que en la NBA hay entrenadores objetivamente “buenos”, capaces de obtener con regularidad de sus equipos rendimientos mejores de lo que deberían. Sus nombres son Popovich, Thibodeau, Carlisle y, posiblemente, Spoelstra.

Además, la temporada de la NBA acaba de empezar. Todavía hay un montón de tiempo para fracasar; un montón de tiempo para que se nos recuerde que sólo porque rara vez sean la solución, eso no significa que los entrenadores de la NBA nunca sean el problema.

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