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Inglaterra e Italia, cara y cruz contra los ultras

El Gobierno británico impulsó medidas que surtieron efecto como la expulsión de los campos de los hinchas violentos

Ultras del Roma, en abril pasado, en su estadio.
Ultras del Roma, en abril pasado, en su estadio. Andrea Staccioli (Cordon Press )

"Nunca he recibido un insulto en un estadio inglés. Aquí sí, hace 15 o 20 días, un tío se pasó el partido insultándome", dijo ayer el entrenador italiano Carlo Ancelotti, que ha entrenado al Milan, al Chelsea, al PSG, francés, y ahora al Real Madrid, para explicar cómo Inglaterra ha vencido en su batalla contra la violencia en el fútbol en contraste con Italia y España. A raíz de la tragedia de Hillsborough, el 15 de abril de 1989 (murieron 95 personas aplastadas contra las vallas del estadio, en Sheffield, en una semifinal de la FA Cup Liverpool-Nottingham), el Gobierno británico impulsó una serie de medidas que pronto surtieron efecto. Entre ellas, la exclusión de los campos de los hinchas violentos por un periodo mínimo de tres años; la infiltración de agentes policiales entre los ultras para elaborar una lista de 5.000 radicales que posteriormente fueron apartados de los recintos; la implicación de los 92 clubes profesionales mediante sus propios equipos de seguridad, que pasaron a controlar a los hooligans a través de las cámaras de seguridad y de la indentificación con lectores de huellas dactilares... "En Inglaterra se han hecho muchas cosas y muy bien", alabó Ancelotti. "Es un problema de educación y de cultura. Somos latinos, y hablo como italiano y no como español. Podemos mejorar mucho", agregó.

Las medidas coercitivas del Gobierno italiano han limitado el poder de los ultras, pero a costa de perder también aficionados pacíficos

En Italia, el calcio ha sido golpeado por la violencia en los últimos años. Las medidas coercitivas del Gobierno italiano han limitado el poder de los ultras, agrupados en torno a las curvas [las peñas radicales ubicadas en los fondos de los campos], pero a costa de perder también aficionados pacíficos.

Como consecuencia de la muerte de un policía en un Catania-Palermo de 2007, el Ministerio del Interior italiano prohibió los viajes de los seguidores visitantes cuando considera un partido de alto riesgo, una prohibición para todos los hinchas, no solo para los violentos, lo que limita la libertad del individuo. Otra de las normas del Gobierno es la implantación de entradas nominales para identificar a los asistentes a los encuentros, además de la tessera del tifoso (la tarjeta del aficionado, un preabono), a fin de dificultar la movilidad de los ultras.

En los ochenta y noventa, los jefes de las curvas del Inter, el Roma o el Milan manejaron un negocio de reventa de entradas, merchandising y de droga. La policía ni entraba en ese espacio. Ahora, los jefes de las curvas han perdido poder, pero siguen teniendo mucha presencia. Llegaron demasiado lejos. Y las medidas disciplinarias han contribuido a vaciar también los estadios.

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