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Cuidados intensivos para Illarra

Ancelotti se resiste a darle la manija del equipo al mediocentro sin acompañarlo

Diego Torres
Illarramendi, en el duelo ante el Cornellá de Copa del Rey
Illarramendi, en el duelo ante el Cornellá de Copa del ReyDaniel Ochoa de Olza (AP)

Carlo Ancelotti es cuidadoso con Illarramendi. Lo trata con el tacto que dedicaría un entomólogo a manipular un ejemplar único de mariposa disecada. Con pinzas. Procura no exponerlo a los elementos sin protección. Trata de no situarlo por delante de los centrales sin buena compañía. Cuando lo ha hecho jugar esta temporada lo ha escoltado por Kroos o Modric, como si no quisiera dejarlo solo en el mediocentro sin referencias poderosas. Con la excepción del partido de ida en Sofía, contra Ludogorets, el entrenador italiano no ha querido darle demasiada responsabilidad. Ayer, en una ocasión perfecta para examinar las cualidades del muchacho en campo abierto, volvió a acompañarlo de Kroos. Todo sea por evitar cualquier posibilidad de desorientación.

Los funcionarios del departamento de fútbol del Madrid cuestionaron a Ancelotti en repetidas ocasiones su excesivo celo en el cuidado conservador del vasco. Muchas veces le sugirieron que el muchacho, de 24 años, lo haría bien como mediocentro único. Hubo gente dentro del club que animó al entrenador a darle minutos importantes la temporada pasada. El debate en la mesa de Valdebebas fue constante. ¿Qué es lo mejor para el desarrollo de un joven? ¿Echarlo a los leones para que se curta a base de zarpazos? ¿Reservarlo para partidos suaves hasta que alcance el punto óptimo de maduración? La discusión duró toda la temporada 2013-14 y Ancelotti lo acabó poniendo en Dortmund, en los cuartos de final de la Champions. Fue una decisión de la que se arrepintió. Illarra cometió errores que por poco le cuestan al equipo su eliminación y a él la carrera. El entrenador juzgó en sus conversaciones con la directiva que hay momentos críticos que pueden hundir a determinados chavales si no están preparados para sobrellevarlos. El fichaje de Illarra costó 40 millones de euros pero eso no le convertía en un futbolista decididamente listo para ejercer un papel preponderante en un Madrid exigido por la urgencia de ganar la Décima. Un año de experiencia en Primera con la Real era demasiado poco. Sobre todo, apuntó Ancelotti, cuando en la Real vivió al amparo de Markel Bergara, un especialista en resolver problemas defensivos que patrulló sin descanso el espacio que dejaba el chico entre el mediocampo y la defensa.

La prudencia de Ancelotti se prolongó a este curso, lo mismo que el debate interno dentro del Madrid. En el funcionariado que va y viene entre el Bernabéu y Valdebebas los hay atrevidos y cautos en esta materia. La postura de los atrevidos se redobló antes de viajar a Sofía. Fue la única ocasión en la que Ancelotti accedió a poner a Illarra como mediocentro único, escoltado por Modric a la derecha e Isco a la izquierda. El experimento no acabó de convencer en la caseta. Nunca estuvo tan cerca el Madrid de interrumpir la que se convertiría en esta imponente racha de victorias. El partido acabó 1-2 y los técnicos volvieron a verificar que el centrocampista no estaba completamente formado para asumir el exigente rol de proteger a los centrales él solo.

 Ancelotti no volvió a poner a Illarra en el eje del campo. NI en la Copa contra el Cornellá, en donde le pegó a Khedira, ni asegurando la clasificación en primera posición del Grupo B de la Champions, contra el Ludogorets en el Bernabéu. Al contrario, mantuvo a Toni Kroos, el jugador que más minutos acumula este curso, para formarlos a los dos en un doble pivote. El resultado fue bueno. No es fácil medir la competencia de dos volantes en un partido contra un equipo tan limitado como el búlgaro, y menos si en el minuto 20 el árbitro expulsa a un rival (con razón) y pita un penalti que da lugar al 1-0. Pero Illarra y Kroos dieron muestras de un creciente entendimiento. No solo se conjuntaron para hacer las coberturas sino que alternaron con orden maniobras de ataque. Esto es lo más difícil. Y en esto Illarra tiene calidad. Las mejores ocasiones del Madrid en jugada elaborada en la primera hora del encuentro fueron precipitadas por cuatro pases suyos. El primero a Isco, el segundo a Cristiano, y los dos siguientes a Bale. Cuatro acciones de los receptores mano a mano con el portero Stoyanov. Que no se resolvieran con éxito no fue culpa del asistente.

Illarra cumplió contra el Celta en Liga, el sábado, y volvió a cumplir ayer contra el Ludogorets. No es poco. Sobre todo, considerando que se le vio lucirse con fortuna en jugadas que pueden devolverle la seguridad en sí mismo. Esa cuota de aplomo, de confianza, de amor propio, que Ancelotti procura que adquiera tratándole con la paciencia propia de un científico de la preparación psicológica.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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