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Messi: “No sé dónde estaré el año que viene”

Los candidatos al Balón de Oro traslucen su insatisfacción en la conferencia previa a la Gala de la FIFA

Messi, en la rueda de prensa, en Zúrich.
Messi, en la rueda de prensa, en Zúrich.WALTER BIERI (EFE)

Lionel Messi abandonó el hotel y, al transitar los 50 metros que le separaban del palacio de Congresos por la calle Beethoven, en dirección al Lago de Zúrich, con los Alpes coronando el horizonte con un ribete de glaciares y rocas, oyó un abucheo sordo. Un abucheo como son los abucheos en Suiza. Un rumor ahogado, un reproche tímido, civilizado y vergonzante. El argentino, envuelto en una sudadera gris de Adidas, medio encorvado, tocándose la cara con un gesto nervioso, entrecerró los ojos como si la luz le molestara. Parecía un particular. Cualquier viandante imponía más que este muchacho de aire atormentado que se sentó en el auditorio para inflamar la atmósfera de rumores. “No sé qué va a pasar”, dijo, sentado frente a cientos de periodistas y funcionarios de la FIFA, en los prolegómenos de la gala anual del fútbol. “No sé dónde estaré el año que viene. Siempre dije que me gustaría terminar mi carrera en el Barcelona. Pero uno nunca sabe lo que puede pasar en el fútbol, de tantas vueltas que da. Como ha dicho Cristiano, puede pasar cualquier cosa”.

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Messi traslució el hartazgo que le carcome desde que Sandro Rosell llegó a la presidencia del Barcelona. Lo expresó en los términos que condicionan su naturaleza introvertida. Con sequedad. Habló en calidad de candidato al Balón de Oro, el premio que concede la FIFA al mejor jugador de cada año natural, en un acto protocolario montado al efecto. A su izquierda, con actitud de ponente, vestido con otra sudadera, estaba sentado Cristiano Ronaldo, quien, junto a Neuer, completaba el trío de aspirantes. Preguntado también por el destino de su carrera, el portugués tampoco había lanzado uno de esos mensajes firmes y seguros que no dejan lugar a dudas a los aficionados. Pero no fue tan directo como Messi respecto a su porvenir contractual. Cuando le inquirieron si pensaba acabar su carrera en el Madrid, el portugués se mostró menos sibilino. “Nadie sabe”, dijo. “¡Solo Dios sabe! Pero estoy muy contento en el Madrid. Firmé un nuevo contrato hace un año pero el futuro nunca se sabe….”.

Prevista para hablar de trivialidades, la conferencia previa a la ceremonia acabó torciéndose. Los futbolistas se mostraron reticentes a colaborar con la coordinadora de la FIFA, negándose a mencionar ni siquiera a sus ídolos por no se sabe qué respeto a qué códigos deontológicos. “¿Con qué jugadores del pasado os gustaría haber coincidido en un campo de juego?”, preguntó la coordinadora. “Con muchos”, dijo Messi. “No es el momento de individualizar”, zanjó Emmanuel Neuer. Y cuando le tocó el turno a Cristiano rompió la baraja: “¡Lo único que importa en el fútbol es el presente! ¡A mí me gustaría jugar en el mismo equipo que estos dos jugadores que tengo a mi lado en este escenario!”.

Messi miraba alrededor con expresión indefinible. Ni risueño, ni serio, ni triste, ni abatido, ni mucho menos feliz. Simplemente incómodo. Su conflicto con la directiva del Barcelona, encabezada por el presidente Josep María Bartomeu, es un ovillo que lleva más de un año formándose y se ha enredado en el vestuario, en donde la mala relación con Luis Enrique, el técnico, es un secreto a voces. Messi amenaza con marcharse del Barcelona. En cuanto a Cristiano, las dudas sobre su futuro no son nuevas. Ni siquiera la renovación de su contrato en 2013 ha contribuido a disipar su sospecha de que el presidente, Florentino Pérez, prefiere a Bale.

Es difícil discutir que Cristiano y Messi sean los mejores futbolistas de los últimos 20 años. Tampoco ofrece lugar a dudas el hecho de que esta tarde en Zúrich estaban de mal humor. Ambos ídolos escenificaron su malestar en esta gala que la FIFA organiza cada mes de enero inspirándose en los Oscars de Hollywood. Fuere porque no habían dormido la siesta, o porque el viaje les truncaba una jornada de trabajo, o porque les habían dicho algo desagradable los aficionados amontonados en la calle, las estrellas no hicieron nada por disimular el fastidio.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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