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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El arte de la metabolización

Ni siquiera cuando se convirtió en la diana favorita y causante de todos los males de los Lakers, Pau Gasol perdió el foco

Pau Gasol en el reciente encuentro los Milwaukee Bucks.
Pau Gasol en el reciente encuentro los Milwaukee Bucks.Mike Dinovo (USA Today Sports)

La clave de los grandes deportistas está en su metabolismo. No sólo en el físico, que tiene su importancia, sino en el mental, en cómo procesan la montaña rusa en la que viven, traducida en lo que se dice, escribe, comenta y opina casi diariamente sobre su juego o su persona. Cuando tienes 34 años y llevas desde los 20 compitiendo en el máximo nivel, lo más probable es que las hayas visto de todos los colores. Desde el blanco más inmaculado hasta el negro más oscuro y tenebroso. En el éxito, los halagos llegan por cientos. En el fracaso, los palos caen del cielo como una ruidosa tormenta. Y no sólo tienes que asimilar adecuadamente esas voces cambiantes de críticos y aficionados, sino también las de tu propio entorno, el que forman familiares, preparadores, agentes o representantes, que no siempre resultan las más ecuánimes y realistas y pueden dificultar, por ejemplo, el sano ejercicio de la autocrítica. Convivir con estas dos realidades tan extremas, comprender que a veces están sólo separadas por un balón que entra u otro que se sale, que ni eres dios en los buenos momentos ni tampoco el diablo en los malos, resulta fundamental para mantener la salud mental necesaria que te permita enfocarte en lo que realmente importa, que no es otra cosa que tu rendimiento en la pista.

Desde que irrumpió ruidosamente en el panorama del deporte español hace ya 15 años, Pau Gasol ha contado con un reconocimiento unánime de su talento. Su físico y sus habilidades resultaban ideales para jugar al baloncesto y pronto supimos que nos encontrábamos ante un fuera de serie. Pero, de la misma manera, le han acompañado otros sonidos no tan agradables en forma de etiquetas que ponían en duda aspectos de su personalidad. Algunos fueron acallándose poco a poco, otros se han mantenido inamovibles. Poco importaba que, de su mano, Memphis se transformase de equipo perdedor a jugar playoffs, que los Lakers pasasen de comparsas a jugar la final de la NBA su primer año y ganar dos anillos consecutivos los dos siguientes. O que llevase a España a lo más alto y fuese el MVP en Mundiales, Europeos y Juegos Olímpicos. A la menor ocasión, se sacaba a pasear el tópico sobre su dureza, sus ganas de machacarse en el gimnasio o en la pista, sus supuestos lloriqueos ante los árbitros. Con otro sistema digestivo, Pau hubiese terminado cabreándose, metiéndose en líos reivindicativos, perdiendo el hilo de lo sustancial. No ha sido el caso. Ni siquiera cuando se convirtió en la diana favorita y causante de todos los males de los Lakers, Pau perdió el foco. Aguantó, esperó y, afortunadamente, decidió largarse hacia otros parajes.

Su fichaje por Chicago suscitó diferentes reacciones. Desde las más favorables hasta las dudas sobre si ya no estaba para esos trotes y hubiesen sido mejor un par de años en un equipo sin aspiraciones donde aumentar su cuenta corriente y sus estadísticas. Una vez más, Pau tenía que metabolizar adecuadamente expectativas ajenas, ilusiones propias y críticas de diferente calado. Por lo visto, en estos primeros meses de competición, que no han sido fáciles (recordemos aquellos partidos donde no estaba en pista en los momentos decisivos), la digestión ha sido una vez más la correcta. Está y se siente fuerte, cuenta con el apoyo incondicional del equipo y la afición y es reconocido nuevamente con los votos para el All Star. En el estado de felicidad en el que entiendo que se encuentra, fresco física y mentalmente, las posibilidades de que un buen día se alineasen los astros y completase una actuación para los anales se tornaba una posibilidad real. Como así ha sido, traduciéndose en 46 puntos y 18 rebotes en un partido para la historia que ejemplifica a un personaje que ha convertido en todo un arte la metabolización adecuada del maremágnum que le acompaña.

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