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Las entrañas de la vía más difícil del planeta

El público norteamericano siguió entusiasmado la escalada del Capitán

Caldwell y Jorgeson posan encaramados al 'Dawn Wall'.
Caldwell y Jorgeson posan encaramados al 'Dawn Wall'.Brett Lowell (Big Up)

Warren Harding fue un bocazas enganchado al vino, fuese o no de calidad. Fue, asimismo, un vividor, provocador, mujeriego y, paradójicamente, un tipo incapaz de separarse de su madre. Fue un escalador. Y logró algo que la escalada jamás había logrado: Estados Unidos se pegó al televisor en dos ocasiones para ver sus hazañas en la majestuosa pared granítica del Capitán, en el valle californiano de Yosemite. En 1958, Harding y varios de sus acólitos abrieron The Nose, la primera vía en la pared, 1.000 metros de desnivel y casi dos años de pelea para romper un imposible. En 1970, Harding trazó una nueva línea en la misma pared, bautizada como Dawn Wall,permaneciendo en la misma durante 28 días junto a su compañero de cordada. Sin apenas comida, soportando tormentas y rechazando cualquier rescate a través de papeles lanzados al suelo en botellas. En la cima del Capitán le esperaban la fama y una gira por los programas de televisión. Lo dilapidó todo y siguió viviendo con su madre, riéndose de sí mismo y del mundo.

Desde el pasado 27 de diciembre, los medios de comunicación norteamericanos, prensa, radio, Internet y televisión estuvieron inusitadamente pendientes de las evoluciones de dos grandes escaladores y compatriotas: Tommy Caldwell (36 años) y Kevin Jorgeson (30) se han pasado los últimos 19 días colgados de la pared siguiendo los pasos de Harding, tratando de escalar en libre su célebre Dawn Wall. Ayer lo lograron. Si Harding recurrió a la escalada artificial para superar en 28 días las dificultades de dicha ruta, Caldwell y Jorgeson se propusieron hace unos años escalarla sólo con la ayuda de sus pies y manos y la roca como único asidero válido: nada de agarrarse a los mosquetones para progresar, nada de emplear estribos y mucho menos ascender por las cuerdas, que en este caso sólo se emplean para detener una caída.

Caldwell y Jorgeson se han pasado los últimos 19 días colgados de la pared

El matiz es importante: un escalador puede emplear clavos, tornillos de expansión en la roca o seguros de quita y pon para agarrarse a ellos, colgarse y progresar, o solo a modo de protección, para detener una caída. Y caídas, Caldwell y Jorgenson han tenido muchas. Un escalador nunca sabe cómo va a terminar un vuelo (caída), pero las consultas de los traumatólogos rebosan escaladores con el astrágalo hecho añicos. Esto, la exposición física y psicológica de este tipo de escalada, unido a la dificultad de los movimientos técnicos convierten el Dawn Wall en la ruta más exigente que se conoce. Los telediarios han llegado a conectar en directo con Yosemite, ofreciendo en tiempo real el recorrido final.

A diferencia de Harding, Caldwell y Jorgeson no han tenido que arrojar al aire mensajes en botellas para comunicarse con el mundo. Ambos han despachado crónicas de su progresión desde sus hamacas, gracias al teléfono móvil. En paralelo, un equipo de filmación ha seguido su aventura metro a metro colgando imágenes y vídeos en las redes sociales, borrando cualquier atisbo del aislamiento típico del escalador. El espectador ya no queda fuera sino dentro de la escena.

'Dawn Wall' es la ruta más exigente por la exposición física y psicológica

Si Harding se subió a la pared acarreando vino y coñac y casi muere de hambre en la recta final de su epopeya, Caldwell y Jorgeson han exhibido ensaladas variadas, pavo, bebidas isotónicas, músculo y profesionalidad deportiva. Su reto se había autoimpuesto una necesidad: que ambos escalasen en libre el Dawn Wall; si cualquiera de los dos caía en cualquiera de los 30 largos de la ruta, debía repetirlo hasta que lograse pasar sin fallos. Después de escalar incluso de noche a la luz de sus lámparas frontales para disfrutar de una adherencia óptima, ambos se enfrentaron a los últimos 10 largos de la pared sabiéndose vencedores.

Un ejército de periodistas esperaba en la cima del Capitán la llegada de Harding en 1970. “Hacemos esto porque estamos locos, ¿por qué si no?”, respondió, apurando a morro una botella de chablis, consumido como una pasa. Entonces, la escalada estaba aún en tránsito hacia el deporte desde su lado más esotérico. No se esperaba la misma manifestación de periodistas en la cima esperando a Caldwell y Jorgeson: su viaje por las redes sociales había diseccionado ya su gran experiencia vertical, de la que han sido protagonistas y reporteros.

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