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El pelotari blanquiazul

Arbilla, que de pequeño jugaba a la pelota vasca, se consolida en el Espanyol

Juan I. Irigoyen
Anaitz Arbilla.
Anaitz Arbilla.Carlos Mira

En diciembre los pelotaris Irujo y Olaizola se jugaban el título de cuatro y medio y, desde Barcelona, Anaitz Arbilla (Pamplona; 27 años) estaba enganchado al ordenador. “He vivido con eso. Mi papá jugaba y dicen que era un muy buen pelotari”, cuenta Arbilla desde la ciudad deportiva del Espanyol. “Por desgracia”, se lamenta; “lo dejó porque se quedó sin padres y tuvo que trabajar. Si no, quizás, hubiera sido profesional”. Criado en Larraintzar, un pueblo de 200 personas, la infancia del defensa blanquiazul se dividió entre el frontón y el balón. “Desde pequeño mi padre me quiso meter la idea en la cabeza y no se me daba nada mal, pero al final me decanté por el fútbol”. Y no le fue nada mal. El navarro, que llegó esta temporada al Espanyol, conquistó al técnico, Sergio González, a fuerza de sacrificio en los entrenamientos y su buen criterio para trepar por el ala derecha.

No la tuvo fácil Arbilla. Después de cinco años en Txantrea, club de Iruña que guarda un puente futbolístico con el Athletic, el navarro llegó a Lezama. Dejó su casa y su lugar en el campo: de la mediapunta a la defensa. Y cuando empezó a oler de cerca el primer equipo, se le cerraron las puertas de San Mamés. Y a buscarse la vida en Segunda B. Primero, en el Barakaldo y después se dio un baño de realidad en el Polideportivo Ejido. “Fue un año muy difícil. Estuvimos cuatro o cinco meses sin cobrar. Yo tenía 21 años y me ayudaban mis padres para que tuviera algo para comer, pero había compañeros que tenían hijos, una hipoteca…”, recuerda el lateral. Una temporada sufrida que tuvo indemnización: el salto a Segunda A.

Después de todo lo que pasé agradezco estar en Primera”, cuenta el navarro

De la mano de su entrenador en el Poli Ejido, Óscar Cano, fichó por el Salamanca y al curso siguiente se mudó al Hércules. “Sentía que cada año era un salto más y que mi esfuerzo tenía su recompensa”, resume Arbilla. Pero faltaba un paso más, la Primera. Y, en esas, Paco Jémez le dio la mano. “No lo podía creer”, explica; “la experiencia en el Rayo fue increíble. Paco tiene mucho carácter y mentaliza a todo el equipo de hacer lo que él quiere”. El año y medio con la camiseta del Rayo le bastó para que el Espanyol pusiera sus ojos en él.

Siempre anda con la antena puesta Óscar Perarnau, director deportivo blanquiazul. El navarro finalizaba contrato en Vallecas y el Espanyol quería competencia en el ala derecha. Además, el club sabía que el Athletic estaba interesado en el lateral. Si cerraban rápido su fichaje (y quizá un futuro traspaso) sería, de cualquier modo, una buena operación económica. Con todo, el primer negocio el Espanyol lo hizo en el tapete.

Se asocia bien, nos da salida de balón y tiene un golpeo importante” Sergio González, técnico del Espanyol

“Se nota que es un jugador que ha pasado por muchas categorías en el fútbol”, analiza Víctor Sánchez. “Tiene esa capacidad de trabajar, trabajar y trabajar. Nunca baja los brazos”, suma Sergio González.

En la pretemporada deleitó a su entrenador. “Es un futbolista moderno, le gusta mucho más atacar que defender”, dijo. Comenzó la temporada en el once inicial pero se cayó del equipo. Nunca se hundió. Acabó recuperando el lateral derecho y relegó al banquillo a Javi López, uno de los capitanes. “Es un jugador que técnicamente tiene un buen nivel, se asocia bien, nos da salida de balón y tiene un golpeo muy importante”, completa el preparador del Espanyol. Un golpeo del balón que tenía escondido hasta que sorprendió a todos con un zapatazo de falta directa frente al Barcelona en la Supercopa de Cataluña. “En algunos equipos no te dejan tirar las faltas, pero esa mañana nos habíamos jugado entre cuatro de nosotros que el que más faltas metiera en el entrenamiento, tiraría la primera falta. Y entró perfecto”, revela Arbilla. “Ahora en los partidos, por lo menos, me acerco a pedir las faltas. Alguna me dejarán”.

No olvida Arbilla que tuvo que masticar barro antes de probar la élite. “Después de pasar todo lo que pasé en el fútbol, es muy agradecido estar en Primera. Pretendo recordar siempre todas las experiencias que viví”, explica el defensa, que cada verano cuando vuelve a su pueblo regresa al frontón. “Me gusta jugar con mis amigos. ¡Ojo! Juego adelante, atrás hay que pegarle muy duro y yo soy más inventor”, cierra el navarro.

A pesar de que el candidato al título era Olaizola, la final del cuatro y medio la ganó Irujo. Era el preferido de Arbilla. Una alegría más para el defensa del Espanyol, pelotari como él.

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Sobre la firma

Juan I. Irigoyen
Redactor especializado en el FC Barcelona y fútbol sudamericano. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Ha cubierto Mundial de fútbol, Copa América y Champions Femenina. Es licenciado en ADE, MBA en la Universidad Católica Argentina y Máster de Periodismo BCN-NY en la Universitat de Barcelona, en la que es profesor de Periodismo Deportivo.

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