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Muguruza, pecado de juventud

Serena Williams remonta 2-6, 6-3 y 6-2 en octavos un partido en el que la española, de 21 años, desaprovecha seis bolas de break en la manga decisiva

Juan José Mateo
Serena Williams y Garbiñe Muguruza se saludan tras el partido.
Serena Williams y Garbiñe Muguruza se saludan tras el partido.Patrick Scala (Getty Images)

Sobre la pista vuelan avionetas del ejército que celebran el día de Australia, pero el bombardeo está en el cemento. Allí, entre el ruido de los motores, Garbiñe Muguruza y Serena Williams disparan en un duelo para corazones fuertes. En los octavos de final, la central del Abierto de Australia se llena de casquillos. Es un tiroteo del que sale vencedora la número uno porque a la 24 le falta todavía la universidad de la experiencia. Durante grandes tramos del encuentro, es Muguruza quien manda. Cuando desaprovecha seis bolas de break en el arranque del tercer set, una de ellas fallando una volea franca, se le hace de noche (2-6, 6-3 y 6-2). A los 21 años, sin embargo, vuelve a demostrar que su sitio está entre las mejores, que su lugar son los grandes escenarios y que la posibilidad de que luche por el top-10 y los títulos más importantes dependerá de su capacidad para llenar las lagunas de su juego: continuidad y resolución en la media pista.

Derrotas de Ferrer y García López

J. J. M.

Ya en la treintena, Guillermo García López desaprovechó la oportunidad de jugar por primera vez los cuartos de final de un torneo grande: cedió ante Stan The Man Wawrinka, el defensor del título, que sufrió de lo lindo. El de La Roda fue por delante en la primera y la segunda manga, y en el tie-break de la cuarta tuvo ventaja de 5-0 y 6-2, un puñado de puntos de set que se esfumaron en un visto y no visto (7-6, 6-4, 4-6 y 7-6). Menos dictado tuvo David Ferrer en su derrota ante Kei Nishikori. El español había dejado su partido de tercera ronda, ante Simon, con los pies ensangrentados. El dolor consecuente le afectó notablemente en octavos. Sin poder correr a pleno rendimiento, Ferrer es mucho menos Ferrer. El número diez mundial cedió 3-6, 3-6 y 3-6 ante el número cinco en poco más de dos horas. También se despidió Feliciano López, pese a que por tercer partido en Melbourne salvó bolas de partido (2), y tras un encuentro peleadísimo frente a Milos Raonic: 4-6, 6-4, 3-6, 7-6 y 3-6 para el canadiense

Porque a la española le sobra potencia. Serena intenta ganar por fuerza, y no puede, porque Muguruza tiene más. Suena extraño. Es casi increíble. Pero es cierto: la campeona de campeonas, de siempre distinguida por su tenis mercurial, no puede controlar los pelotazos de la aspirante, que revientan sus defensas y encuentran los huecos de la pista con la misma exactitud del bisturí de un cirujano y la misma violencia que el puñetazo de un peso pesado. Una mezcla explosiva de colocación y fuerza. Cuando los técnicos dicen que la española podrá optar algún día a la gloria, lo dicen por esto: ella no juega con pelotas, juega con balas.

“Le pega fortísimo”, dice luego la ganadora, deshecha en piropos con la derrotada, y tras agradecerle a un espectador que le recomendara que usara el spin (efecto curvado) para evitar que Muguruza golpeara cómodamente.

La estadounidense tarda una eternidad en encontrar un plan B. Insiste en desbordar por fuerza. Una y otra vez se enfrenta a la evidencia de que con eso no va a mandar en el encuentro, y una y otra vez, tercamente, repite. Sin embargo, a su rival le falta todavía el punto de experiencia y colmillo retorcido que exige cerrar encuentros de esta importancia. Poco a poco va abriendo la puerta. Baja su porcentaje de primer servicio. Compite con demasiados segundos. Empieza a tener que optar por jugadas cada vez más arriesgadas. Se deja impresionar por las subidas a la red de Serena, que por fin cambia de estrategia. Permite, finalmente, que la favorita sume bolas de break a favor, y con ellas que se apunte la segunda manga.

Nada refleja mejor esa falta de experiencia que el inicio del tercer set. Muguruza levanta dos bolas de break y con 0-1 se procura seis (¡seis!) en un juego que dura casi 15 minutos. No solo no suma la rotura, sino que esos peloteos reflejan dónde tiene que buscar la mejora: en la primera bola que tiene para apuntarse el juego, la española construye a golpetazos una jugada estupenda, y sube a rematarla a la red con Serena rendida, la pista abierta y el mundo a sus pies. La volea que perpetra es de pesadilla. En el sexto break point que tiene, además, no pide la revisión del Ojo de Halcón sobre un ace de Serena que se fue por un par de palmos.

Esas opciones desaprovechadas se convierten en una mochila demasiado pesada para Muguruza. Pierde el saque inmediatamente. Serena esprinta hacia la victoria. La española, derrotada en octavos, se queda pensando en lo que pudo ser y no fue. Es una derrota que puede transformar en una lección positiva: con 21 años, está muy cerca de las mejores, puede mirarlas a los ojos y jugarlas de tú a tú, pero para llegar a su altura le faltan todavía continuidad y juego en la media pista. Potencia de fuego tiene de sobra.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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