_
_
_
_
_

El Granada presume de carácter

Con uno menos, los andaluces firman las mejores ocasiones ante un Athletic aturdido

Iraizoz detiene el balón entre Laporte, y Colunga
Iraizoz detiene el balón entre Laporte, y ColungaPEPE TORRES (EFE)

Cuando se enfrentan en un campo de fútbol el temblor y el miedo, la valentía es el único recurso, porque el miedo a fallar es el mejor camino para cometer un fallo. Al Granada, le pesa el dorsal de colista como una losa, pero no tanto como para desdibujar su estilo, su gusto por la combinación, su placer por sacar el balón jugado incluso cuando el atasco es monumental. Al Athletic le congela la sonrisa, es decir, el placer de jugar, su vida al borde del abismo.

A fin de cuentas, a ambos les separaban antes de jugar cinco puntos, que podían abrir una sima o convertir la distancia en una rendija. De ahí, los sudores fríos. El Athletic se los secó con el pañuelo del atrevimiento. Tiró a su defensa muy adelantada y presionó al Granada desde la salida del portero, mientras su rival se empecinaba en combinar en el afán de superar su propio nerviosismo con más voluntad que acierto. Por eso el Athletic cogió el partido por el cuello. Amparado por Laporte para resolver los problemas defensivos, Rico proponía más coraje que juego y De Marcos sorprendía por el costado derecho llegando como un espía. Los lanzaba Beñat, más activo que preciso. Y las ocasiones se sucedían. Primero por los errores del Granada (ahora Oier, manos de flan, ahora Lass, atrevido como un adolescente), luego por un pase magnífico de Laporte que malgastó De Marcos, o una falta sacada por Beñat que acabó en el poste tras mediar Mikel Rico, o un cabezazo de Aduriz mal medido.

Piti tuvo en su pie izquierdo el ‘gol del cojo’ tras regresar al campo con un tirón

Más que estrategias y calidades imperaban los impulsos. Al Granada, desbordado en el centro del campo, le quedaban las salidas fulgurantes o el tacto de Piti. Estáticamente, el Granada funcionaba como una estatua, corriendo era otra cosa. Y Abel apostó por Córdoba, cambiando la movilidad de Colunga por la profundidad del delantero colombiano. Pero todo cambió con la expulsión de Insúa, por una dura entrada a Susaeta con el pie en alto con casi media hora de por medio.

Las adversidades no se prevén, se convive con ellas. Y el Granada dudó. Resistir parecía la opción más segura, porque la valentía cuando supera los límites se convierte en osadía. Más aún cuando a Piti le dio un tirón tras un centro y volvió al campo con la misión de estorbar. Y en su pie izquierdo estuvo el gol del cojo, ese que premia a los gladiadores heridos. El Athletic cerró mal un centro de Ibáñez y Piti le empalmó a botepronto contra el poste. Con ventaja numérica, el Athletic fue mucho peor, menos dañino, menos peligroso, más amable. Fue encomiable el Granada. En inferioridad numérica firmó las cuatro últimas ocasiones del partido. El Athletic ya había arrojado la toalla. Pura inoperancia.

Granada, 0-Athletic, 0

Granada: Oier; Nyom, Babin, Mainz, Insúa, Rubén Pérez, Fran Rico, Lass (Robert, m. 65), Piti, Candeias (Foulquier, m. 72) y Colunga (Córdoba, m. 61). No utilizados: Roberto; Cala, Iturra, Javi Márquez e Ibáñez.

Athletic: Iraizoz; De Marcos, Gurpegui, Laporte, Balenziaga, San José, Mikel Rico, Susaeta (Williams, m. 79), Beñat (Aketxe, m. 65), Muniain y Aduriz. No utilizados: Herrerín; Aurtenetxe, Unai López, Bustinza e Iraola.

Árbitro: Clos Gómez. Expulsó a Insua (m. 68). Amonestó a Lass, Muniain, Gurpegui, Fran Rico y Aketxe.

Unos 20.000 espectadores en el estadio de Los Cármenes.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_