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El crudo peaje del exilio ucranio

Desplazado por la guerra, el Shakthar, que recibe al Bayern, acusa jugar lejos de Donetsk

Alejandro Ciriza
Los jugadores del Shakhtar se ejercitan ayer sobre el césped del Lviv Arena.
Los jugadores del Shakhtar se ejercitan ayer sobre el césped del Lviv Arena.VALENTYN OGIRENKO (REUTERS)

Es el crudo peaje de las balas, la guerra y la violencia; el precio directo del horror que azota el este de Ucrania desde hace ya casi un año. Es el coste de un exilio forzado que obligó al Shakhtar a coger los trastos, decir adiós a la industrial Donetsk y emprender la huida hacia la otra punta del país, rumbo al oeste, a más de 1.200 kilómetros de su hogar.

Amenazado por las bombas, que desfiguraron el fastuoso estadio Donbass Arena y también destruyeron parte de su ciudad deportiva en agosto, y presa del miedo de sus futbolistas —seis de ellos, foráneos, se negaron a regresar en julio tras un amistoso en Francia—, el campeón ucranio tuvo que alterar todos sus planes. Trasladó su centro de operaciones a Kiev y desde entonces disputa sus encuentros en Lviv, fronteriza con Polonia, donde hoy (20.45, Canal+ Liga de Campeones) recibe al poderoso Bayern de Múnich.

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Acostumbrado a jugar ante los 40.000 espectadores que le daban alas en casa, el Shakhtar actúa ahora en un escenario y un ambiente lúgubres, ante los 2.000 asistentes escasos que acuden a ver sus partidos de Liga en Lviv. Allí, el equipo dirigido por el preparador rumano Mircea Lucescu, ganador de ocho títulos domésticos en la última década, escucha incluso silbidos en su contra, ya que se trata de un territorio en el que históricamente despierta cierta animadversión.

Impulsado por los millones de su propietario, Rinat Ajmétov, y acostumbrado a gobernar su campeonato con mano de hierro, ahora camina a rebufo del Dinamo de Kiev, cinco puntos por encima, líder en Ucrania. Hasta ahora, el Shakhtar ha perdido un duelo y ha cedido un empate, y sus jugadores se sienten incómodos en el nuevo emplazamiento, construido para la Eurocopa 2012. “Son tiempos difíciles, nos sentimos fuera de lugar”, lamenta el capitán Darijo Srna; “todos soñamos con poder volver un día a Donetsk, echamos de menos a nuestros aficionados”.

Acostumbrado a jugar ante 40.000 personas, el club juega ahora en la Liga ante 2.000 asistentes en Lviv

Por eso, la plantilla acogió como mano de santo la llegada del parón invernal, de dos meses. Lucescu se llevó a sus hombres a Brasil para evadir sus mentes y apurar varios amistosos (contra el Flamengo, Atlético Mineiro, Internacional y Cruzeiro) con el objetivo de no perder fuerza competitiva, puesto que en los octavos les espera el Bayern. En la Champions, las gradas de Lviv presentan otro aspecto, con una media de 30.000 personas. Sin embargo, el Shakthar cayó frente al Athletic (0-1), no pudo con el Oporto (2-2) y tan sólo venció al frágil BATE Borisov (5-0) en la fase de grupos.

"Nuestro último partido oficial fue hace diez semanas (en la Champions, contra el Oporto) y ya saben las condiciones en las que hemos estado trabajando durante esta temporada", señaló Lucescu, que a su vez elogió a su homólogo rival: "El Bayern es claro favorito. Es uno de los mejores equipos del mundo, con un gran entrenador al que le encanta su trabajo. Durante los dos últimos años ha cambiado al equipo y le ha hecho jugar con un estilo latino. Está creando un equipo único".

Nos sentimos fuera de lugar. Soñamos con poder volver a casa" Srna, capitán del Shakthar

Consciente de la grave situación del país anfitrión, el Bayern ha tenido un bonito detalle. El club alemán sufragará las operaciones de 60 niños y hará un donativo a un hospital de Lviv; hace unos días, un médico se desplazó desde Fráncfort para gestionar el operativo. Pero el capotazo bávaro no queda ahí. En una segunda campaña, equipará a la clínica con aparatos médicos. Un toque de luz para el sombrío panorama de Ucrania.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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