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BALONCESTO | COPA DEL REY
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Día 3. A triplazo limpio.

Sergio Llull supera la defensa de Ventura
Sergio Llull supera la defensa de VenturaElvira Urquijo A. (EFE)

Primero fue el Barcelona, que igualó el récord de triples en una fase final copera. Luego llegó el Madrid e hizo un “envido más” superándolo con creces. Uno llegó a trece. El otro colocó el nuevo registro en dieciséis. A bombazo limpio, ambos se clasificaron para la final. Total, que fue una tarde de cañoneros, que evidenció una vez más la crucial importancia que tiene en estos tiempos enchufarla desde más allá de la línea de tres.

El juego, como casi todo, evoluciona con el tiempo. Hace treinta y un años se colocó en los parqués europeos una línea a 6,25 de la canasta, desde donde el acierto se recompensaba con un 50 % más de puntuación. Los jugadores se hicieron cada vez más fuertes, más rápidos, y llegó un momento que esa distancia se antojó demasiado cercana como para dotarla de tamaño premio. Echémosla un poco más atrás, a 6,75, pensaron los prebostes de este deporte. Lo hicieron. Pero los jugadores se siguieron haciendo cada vez más fuertes, más rápidos, más certeros, y volvemos a estar en las mismas. Bases, aleros y hasta muchos pívots emigrantes de la pelea debajo de los aros no tienen mayores problemas para levantarse desde esas distancias con la intención de ir de zancada en zancada antes que de paso a paso. Y en esas estamos. Cada vez se tiran más triples, y de ser un complemento se ha pasado a convertir en una faceta trascendental, incidiendo en estilos de juego, tácticas puntuales o valoraciones de los jugadores. Puede parecer una perversión de la lógica que dice que cuanto más cerca estés de la canasta, más fácil debería ser meterla, pero el riesgo está claro que les merece la pena. Otro debate podría ser si esta tendencia enriquece o empobrece el juego, si en demasiados momentos los partidos se convierten en simples concursos de triples, si la prima resulta excesiva con respecto a la dificultad. Pero resulta incuestionable que las cosas van por esos derroteros.

Madrid y Barcelona evidenciaron una vez más la crucial importancia que tiene enchufarla desde más allá de la línea de tres

El caso es que con mayor o menor sufrimiento por parte de Barcelona y Real Madrid, tenemos la final de casi siempre. No hay duda que es la más mediática, la mejor capacitada para que los audímetros muestren mañana una buena cifra de espectadores. Otra cosa es que sea la que viene mejor al baloncesto, necesitado de luchar contra la creencia bastante generalizada de que pase lo que pase anteriormente, cuando llega el momento de repartir trofeos, el asunto es cosa de dos. Pero es lo que hay y lo que dice la historia reciente.

A diferencia de la temporada pasada, donde el Madrid llegaba como una locomotora y el Barcelona entre dudas, la situación parece más igualada. Los azulgranas las pasaron canutas durante 35 minutos de su partido ante Unicaja, pero su reacción cuando el buen hacer malagueño les enseñó el precipicio (62-68) fue extraordinaria. Todo lo contrario que Unicaja, que se deshizo en cuanto pasó de tener la victoria al alcance de la mano a tener la derrota delante de sus ojos. Volvemos a lo de siempre. Llegados a estas alturas competitivas, lo que diferencia a unos equipos de otros es la solvencia en el minipartido que se suele disputar a partir de la mitad del último cuarto. En este territorio el Barcelona se agigantó de la misma manera que los de Plaza se empequeñecieron hasta desaparecer. Destacar también el excelente manejo táctico de Xavi Pascual y su acierto al cerrar el partido con un quinteto formado por Satoransky, Oleson, Hezonja, Doellman y Lampe. Quién iba a decir que el futuro del Barcelona se iba a decidir sin Marcelinho, Navarro y Tomic en la pista.

Hezonja lanza de tres a canasta ante Vasileiadis
Hezonja lanza de tres a canasta ante VasileiadisElvira Urquijo A (EFE)

El Madrid por su parte, y como viene siendo bastante habitual, utilizó el tercer cuarto para hacer cambiar el curso de los acontecimientos. Hasta entonces los parabienes los acaparaba este meritorio Joventut al que da gusto verle jugar. Su desparpajo y falta de complejos quedó otra vez demostrado y se fueron hasta los cincuenta puntos como quien no quiere la cosa. A diferencia del día del CAI, donde se apreciaba durante el primer tiempo una clara somnolencia por parte de los jugadores del Real Madrid, esta vez no fue por falta de interés o atención, sino porque le resultaba imposible parar la maquinaria ofensiva verdinegra, sus bases jugones, sus acertados tiradores, su pelea desinhibida. Pero todo tiene un límite, y el aguante del Joventut se quedó en el vestuario. La secuencia anotadora blanca se mantuvo durante todo el partido (24,22, 25 y 29 en cada cuarto) y en cuanto a los de Maldonado, se toparon con una defensa mucho más intensa por parte del Madrid, tuvieron que lanzar más agobiados y dejaron de producir con regularidad, la victoria enfiló hacia los favoritos. Jugando cuesta abajo y sin frenos, el Madrid se dio un atracón de puntos y confianza, y hasta apareció Ayón.

Resumiendo, que aunque un año más, la Copa, tan asociada con las sorpresas, no ha ofrecido ninguna, estamos a pocas horas de un partido apasionante. Un encuentro con muchas claves, donde resulta difícil hacer un pronóstico fiable. Salvo apostar a ganador imaginando que veremos un porrón de tiros de tres puntos. Si su acierto en esta disciplina les ha traído (entre otras cosas) hasta esta final, ¿por qué no intentarla ganar de la misma manera?

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