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El alma del Manchester City

Halford, secretario ‘citizen’ desde hace 42 años, es el guardián de los valores del club

Bernard Halford, secretario del primer equipo del Manchester City.
Bernard Halford, secretario del primer equipo del Manchester City.Mike Egerton (Manchester City FC)

Sulaiman Al-Fahim, propietario del Manchester City, podrá calcular hasta el último centavo, algún día, cuánto dinero se gastó en el club que compró en 2008. Pero resulta imposible que nadie sepa jamás cuántas horas y cuánto amor le ha dedicado Bernard Halford al club. “En Manchester, cuando llegas al mundo, eres rojo o azul. Yo nací azul”, dice un tipo que al andar parece llevar a cuestas el peso de la historia de un club al que nunca fue fácil amar. “El colegio era duro; un día ganábamos un título y al otro bajábamos de categoría”, añade.

Bernard Halford (Manchester; 62 años), hijo de un trabajador de la Cotton Mills, una fábrica de algodón que fue todo un emblema en la ciudad, jugó a rugby en el Oldham, donde ejerció de secretario durante siete años. Recuerda como si fuera ayer la primera vez que de la mano de su tío Harry pisó el estadio de Maine Road —donde estaba ubicado el viejo estadio citizen— para ver un partido contra el Portsmouth. Tenía ocho años.

Lleva 42 en las oficinas del City como secretario del primer equipo —una suerte de delegado— y ha conocido en este tiempo a 29 entrenadores y seis propietarios, cinco descensos y cinco promociones. También ha seguido al equipo en Tercera y le ha visto celebrar tres títulos de la Premier, la Recopa de 1970, y otras tres Copas. En estos años, sólo se ha perdido un partido, en el estadio del Dortmund; hubiera viajado con el equipo, como siempre, pero había muerto su suegra Karen y no quiso dejar sola a Marion, su esposa, madre de sus cuatro hijos.

En este tiempo ha conocido a 29 técnicos, seis propietarios y cinco descensos

Halford tiene el enorme orgullo de ser la única persona que sin ser futbolista o entrenador ha levantado el trofeo de Copa en Wembley. Fue en la final contra el Stoke City. “Un día histórico, puede que el mejor de mi vida”, explica emocionado al tiempo que agradece a los directivos de la federación, de la Premier, al director ejecutivo Ferrán Soriano y a los jugadores el gesto que tuvieron con él.

El alma del City recuerda que en 1972, cuando llegó al club, la entidad tenía en nómina a 40 empleados. Ahora son 500. “Es normal, los tiempos han cambiado. Ahora somos un club de dimensión mundial, pero en el fondo seguimos siendo el City”. Ha conocido la gloria, el placer de llegar al pub y saludar a los hinchas del Manchester United tras darles un disgusto, como el día que su equipo ganó en Old Trafford en 1968 (1-3) y fue campeón de Liga. Pero también lleva tatuada en el alma azul la tarde en el barro de Halifax, la del 5 de enero de 1980, cuando el City cayó en la tercera ronda de la FA Cup. “Jugábamos contra el último clasificado de la categoría más baja del fútbol inglés. El 92º de los 92 equipos profesionales de Inglaterra, y nos ganaron. Fue horrible. Nunca olvidaré ese día, peor incluso que cuando perdimos la categoría contra el Lutton en 1983”, recuerda, bajando la vista, la mano sobre la frente, el peso de la derrota más humillante de la historia del City aún sobre sus hombros.

Como jugador, en cualquier caso, se queda con el fallecido Bobby Johnstone —“un jugador de características parecidas a Silva”, dice—, porque, explica, es el mejor de cuantos ha visto jugar vestidos de azul. Siempre fue su futbolista favorito y le reconoce su amigo íntimo hasta el punto de que el jugador terminó siendo padrino de su boda.

Tremendamente implicado en la comunidad, Halford también es secretario de la asociación de ex jugadores de rugby de Manchester, presidente del Gregorians FC —el equipo de exalumnos del St. Gregory’s RC High School, donde él mismo estudió y para los que siempre encuentra tiempo para organizar eventos festivos y actos benéficos— y, de paso, mantiene una estrecha relación con Alex Ferguson, quien fuera entrenador del United durante 27 años. Pero Bernard, en sus ratos libres, respira en azul celeste.

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